Fox Mulder, el coprotagonista de la mítica serie 'Expediente X', tenía colgado en su despacho un póster con un lema muy humano que rezaba “I want to believe”. El contrapunto, a lo Conan Doyle, era Dana Scully, que aplicaba la razón y la ciencia a cada explicación sobrenatural del agente del FBI. Una cosa muy similar ocurre con el fenómeno de Ciudadanos: que querríamos creer lo que se dice, ese empeño virtuoso de regeneración mágica, pero la experiencia y el conocimiento nos obliga a ser severos.
La severidad y el rigor no han de aplicarse solamente a los gobiernos, sino también a las oposiciones, especialmente cuando adoptan la táctica fácil, marketiniana, de envolverse en valores universales desde la virginidad en la gestión pública. No olvidemos que el caso de Ciudadanos no es ni siquiera comparable al del PSOE en 1982, cuando se produjo la debacle de UCD por motivos internos. Los socialistas gobernaban desde 1979 en muchos ayuntamientos, en solitario o en coalición con el PCE; entre ellos, Madrid, cuando Tierno Galván encontró el apoyo del otrora comunista Ramón Tamames. Es decir, en 1982 no había virtud ni magia, sino tres años previos de gobierno, de asunción de verdadera responsabilidad.
Aguado amenaza con acordar con la izquierda otro ‘pacto de investidura’. Que lo haga. ¿Por qué no? Los madrileños también merecemos un gobierno ‘regenerador, limpio y perfumado’ como en Andalucía"
Lo más cercano que tiene Ciudadanos a la gestión es Andalucía, donde la simbiosis entre los de Juan Marín (Cs) y la tropa de Susana Díaz es muy estrecha. Allí se ha vivido el caso más flagrante de corrupción en Europa desde la tangentópoli italiana, con una supuesta red que trasladó más de 800 millones de euros de las arcas públicas a bolsillos amigos y 2.234 millones aún sin justificar. Sin embargo, a Cs no le caben sospechas ni dignidades virtuosas en este caso, porque pactó con los socialistas una comisión de investigación en el Parlamento andaluz que eximió de responsabilidad política a Susana Díaz aún antes de constituirse. Dio igual que los interventores provinciales dijeran en sus informes que la designada por Griñán conocía la trama antes de 2013, cuando fue elegida presidenta de la Junta con el apoyo de Cs.
El contraste con el remilgo mostrado por los de Albert en La Rioja, Murcia y Madrid es más que evidente. No se trata de una cuestión territorial, sino de estrategia. Ciudadanos ha optado por expandirse por el espacio electoral menos transitado, el centro-derecha, porque la socialdemocracia y la izquierda están muy saturadas. Las encuestas lo dicen, o lo presumen: los ‘albertinos’ crecen a costa de los desencantados del PP. ¿Cómo no aprovechar el impulso suicida de los de Rajoy para ocupar su sitio? De aquí sacaron una única táctica: demoler a los populares a la mínima ocasión, mostrándose como la opción aseada de la regeneración centrista.
No desperdician nada. ¿Hay que aprobar los presupuestos? Pues que dimita una senadora del PP. ¿Tiene algo que ver? No, pero da igual. El resultado es excelente: se apuntan el tanto de la “expulsión” del “corrupto” y el contenido de la medida gubernamental, con lo que arrebatan al Ejecutivo y a su partido el mérito de la iniciativa. Y si la semana que viene pactan con el PNV la aprobación de los PGE, los albertinos culparan a Rajoy porque los nacionalistas vascos caen mal al deseado electorado del centro-derecha. En este caso, no será eximente la “aritmética”, esa taumatúrgica palabra que impide a Arrimadas soltar a los cuatro vientos que quiere presidir el Govern. El contraste de nuevo.
Si Cs pacta con el PNV la aprobación de los Presupuestos, los ‘albertinos’ aprovecharán la ocasión para rentabilizar frente a Rajoy el rechazo que el nacionalismo vasco provoca en el centro-derecha"
El modelo de cesión constante a las exigencias de Ciudadanos de dimisiones preventivas, encadenadas, de monográfico de informativo televisivo, sin sentencia judicial y ajustado a su doble vara de medir, no beneficia al PP. Todo lo contrario. Los populares no han conseguido recuperar el voto allí donde han cedido porque los de Cs se han sumado la victoria. Ceder para mantener el poder unos meses es arquitectura efímera, de esa que se desmonta para siempre, se quema y se olvida una vez pasado el festejo. Esto es lo que podría pasar en el “caso Cifuentes”.
Quizá el modelo útil sea el valenciano; es decir, que el PP pase a la oposición y que el resto, el Comité de Salud Pública, se retrate. Esto ha servido para que los electores vean quiénes son aquellos que antes se envolvían en la prístina virtud, y que ahora están sumergidos en el desgobierno y la corrupción. Ahora sabemos que el PSPV-PSOE y Bloc, la formación nacionalista que funciona como eje de Compromís, pudieron utilizar una trama como la de “Gürtel” en Valencia para las elecciones de 2007. Al tiempo, a los populares les ha permitido el recambio interno, y la presentación de nuevas caras con mensaje y formas distintas.
La excitación de Ciudadanos pidiendo la dimisión de Cifuentes crece día a día sin que haya más noticias sobre el presunto máster. Esto se debe a que la moción de censura anunciada por el PSOE de Madrid se les presenta como un abismo ante el que tienen que demostrar que saben volar, no solo aconsejar cómo se vuela. De esta manera, el “caso Cifuentes” se convertirá en la “cuestión Ciudadanos”, en ir más allá de las reconvenciones y el grácil postureo, para retratarse y asumir responsabilidades. Aguado amenaza con acordar con la izquierda otro “pacto de investidura”. Que lo haga. ¿Por qué no? Los madrileños también merecemos el gobierno regenerador, limpio y perfumado que promete. Como en Andalucía.
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