Opinión

Castells: los niños de otros

Si personas adultas deciden subirse por su propia voluntad unas sobre otras, allá ellas.  Pero los niños no pueden ser utilizados en prácticas que los ponen en peligro

Diada castellera de Sant Fèlix este viernes en Vilafranca del Penedès EP

Estos son los hechos: El pasado viernes 30 de agosto se celebró en Vilafranca del Penedès la Diada castellera de Sant Felix. Durante su actuación, La colla Vella dels xiquets de Valls intentó un castell del tipo 4 de 9 sense folre, muy valorado por los aficionados y conocido como el castell total por su dificultad y presencia, con 9 pisos de altura construidos con 4 castellers por piso hasta llegar al sexto, dos castellers en el séptimo y un niño en cada uno de los dos pisos finales, llamados aixecador el del octavo y enxaneta el del noveno que culmina el castillo. Se considera una construcción de extrema dificultad porque carece de folre, que es la segunda piña que en algunos castillos refuerza el segundo piso y ayuda al tercero. En este tipo de castillos, la torre surge vertical y alada desde abajo, sin refuerzos, creando un monumento humano muy airoso y de una extrema fragilidad que solo puede durar un segundo. Y en lo alto de la torre, uno encima de otro, dos niños pequeños.
A las 13.15 se produjo el accidente. El castillo se desmoronó y Mia, la niña de 7 años que se había encaramado al octavo piso para hacer de aixecadora, cayó en plomo produciéndose una lesión muy grave en la cabeza: en la fría prosa médica, traumatismo craneoencefálico grave con fractura craneal con hundimiento y fractura orbitaria. La gravedad extrema de la lesión determinó la necesidad de que un helicóptero la trasladara al hospital pediátrico de Sant Joan de Déu de Barcelona donde se la operó de urgencia quedando después internada en la UCI. Siete añitos y en la UCI. Sin necesidad ninguna, porque sí.

Ese riesgo lo asumen en su mayor parte los niños pequeños, que por su bajo peso y su agilidad son los que se encaraman a lo más alto y los que corren más peligro en una potencial caída cuyo peligro está siempre ahí

Entre el público que presenció este momento terrible estaba el ministro de cultura Ernest Urtasun, muy sensible a todas las manifestaciones culturales que puedan conllevar daño físico a los animales, como se demuestra por su decidida militancia antitaurina, pero al que no parece afectarle asistir a otros actos en los que se acepta correr un riesgo evidente para conseguir el fin perseguido, con el agravante de que ese riesgo lo asumen en su mayor parte los niños pequeños, que por su bajo peso y su agilidad son los que se encaraman a lo más alto y los que corren más peligro en una potencial caída cuyo peligro está siempre ahí.
Hace unos años, una colla castellera permitió a un equipo de televisión el rodaje de un documental sobre su actividad y su modo de vida. Castells, se llamaba la pieza, a cargo de Gereon Wetzel. En todos los casos en los que hay una cámara por medio llegan a ignorarla, seolvidan de que está ahí, y a los mandamases de la colla se les escaparon, de su propia boca, verdades terribles. Reconocían que ya hace mucho tiempo que los niños que culminan los castillos no son “fills del poble” sino hijos de inmigrantes o recién llegados a los que la Colla ayudaba a cambio de que permitieran a sus niños escalar por los frágiles castillos humanos. Vienen con necesidad de trabajo o de comer, nosotros los ayudamos y así se integran, argumentaban con la expresión ciega e inmoral de quien no entiende la barbaridad que está diciendo. Tú me dejas a tu niño y yo te doy trabajo.

En otro momento del documental, Zoraida, la niña que debía auparse a lo más alto, entra en pánico en el último momento  y no quiere subir. Las presiones que sufre por parte de los miembros adultos de la colla, todas ellas recogidas en el documental, estremecen. En otro pasaje del programa, en el transcurso de una cena, los dirigentes de la colla, entre ellos una política independentista conocida, comentan los hechos y discuten formas de castigar a las familias disidentes para conseguir que no haya más casos de niños que cedan al miedo cerval y absolutamente comprensible que les da escalar una torre humana de muchos metros de altura. Por su frío y despectivo modo de hablar, esos niños a los que se refieren no son los suyos, ni los de nadie que conozcan. Son los niños de los Otros.

Estaría bien que las collas reflexionaran sobre el asunto y no se envolvieran en el victimismo nacionalista con el que pretenden protegerse


No tenemos forma de saber si estas prácticas aberrantes se siguen produciendo o si fueron precisamente solo cosa de la colla protagonista del programa, pero añaden un punto de racismo y oscuridad a una práctica que por su riesgo para con los más pequeños debería ser reformada inmediatamente. Hace dieciocho años murió una niña, hoy Mia está en la UCI. dos casos en 18 años, amé de todas esas lesiones que puedan haberse producido y que desconozco.

Siempre demasiados casos cuando el riesgo asumido es gratuito y sin ninguna necesidad y lo corre un niño. Estaría bien que las collas reflexionaran sobre el asunto y no se envolvieran en el victimismo nacionalista con el que pretenden protegerse. Si personas adultas deciden subirse por su propia voluntad unas sobre otras, allá ellas. 

En manos del ministro Urtasun

Pero los niños no pueden ser utilizados en prácticas que los ponen en peligro, por muy asentadas en el color local que estén. Se llama progreso y civilización. Y estoy segura de que Ernest Urtasun, siendo como es persona tan sensible y progresista, y que además presenció el innecesario accidente, tan cercano a la tragedia, en el que Mia se fracturó la cabeza, estará pensando ya en como evitar que algo así vuelva a producirse.
O no.

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