La tenista española nacida en Nueva York Paula Badosa ha expresado con mucho encanto sus dudas acerca de la condición de lengua del catalán, asunto, por otra parte, indiscutible. Entrevistada por el canal en Twitter de la Federación Inglesa de Tenis y preguntada sobre cuántos idiomas habla, la deportista respondió: "Hum, español, catalán, aunque creo que no es una lengua, pero lo cuento, e inglés".
Ajena al adoctrinamiento del separatismo, razonaba bien Paula su discurso. El inglés es su lengua social, utilísima en su día a día; el español su lengua socio-cultural que colma su vida incluso en el ocio; y el catalán, herencia de sus antepasados, sigue instalado en su familia con dignidad, pero lo habla poco y lo escribe menos y probablemente no lo lee nunca o casi nunca. Bien podría ser para ella una lengua prescindible, pero Paula, fiel a la tradición familiar, la cuenta como propia incluso si no fuera una lengua, que en eso ella no se siente muy versada.
Sus padres, Josep Badosa y Mireia Gibert, se instalaron en Manhattan procedentes del Ampurdán para ampliar horizontes en el mundo de la moda. Libre de la obligación de ser escolarizada por el Govern, Paula no se ha visto sometida a la tortura y martilleo de estudiar y redactar los exámenes en la lengua de sus padres. Ajena al belén de los hooligans secesionistas se permitió expresar libremente su opinión sin saber que iba a convertirse en víctima del separatismo, atacada por las huestes xenófobas, para degradarla como ya hicieron con Rafael Nadal, Pau Gasol, Joan Marsé o Eduardo Mendoza.
Mire, don Joan María Piqué, el ignorante es usted. El catalán se une irremisiblemente al castellano en el patrimonio de los catalanes, una mitad con la otra. Ni existe ni puede existir como lengua entera, única
Su respuesta no está exenta de razones. Ella sabe cómo el español cruza fronteras, mientras el catalán se queda atascado en la franja aragonesa. Por eso, para frenar a los talibanes catalanistas, voy a ser didáctico y decir, sin ánimo de ofender, que la lengua catalana no es una, sino media. El catalán funciona asistido: español-catalán o francés-catalán. El catalán ni existe ni puede existir sin ayuda de otra lengua.
Pero eso no lo entiende Joan María Piqué, director general de Prospectiva y de Innovación de la Consejería Autonómica de Acción Exterior y Gobierno Abierto. Afectado, Paula, por tus cándidas palabras ha dicho que eres "ignorante que lo ha tenido todo para no ser ignorante". Mire, don Joan María, el ignorante es usted. El catalán se une irremisiblemente al castellano en el patrimonio de los catalanes, una mitad con la otra. Ni existe ni puede existir como lengua entera, única. El castellano sí puede ser libre, y el francés, y el italiano. Si a su patrimonio, señor Piqué, de castellano-catalán le quitamos el catalán, no pasa nada. Puede usted sobrevivir con el castellano. Si le quitamos el castellano se queda casi mudo. Dirán algunos que se puede vivir solo con el catalán, pero permítame que le diga que no, como tampoco se puede hacer vida solo en bretón, ni en siciliano, ni en alsaciano, ni en tártaro, ni en noruego, ni en danés, ni en miles de lenguas más.
Cuando decimos que alguien habla catalán parece como si fuera cierto, que lo es, pero la frase confunde porque el hablante de catalán no existe. Parece como si las palabras fueran la realidad, parece como si existiera el catalán como lengua única al decir que alguien lo habla, pero no es verdad. Necesitamos ser fieles a la realidad. Una lengua como el catalán contiene en su patrimonio al español, van de la mano por el mundo, inseparables. Has intuido muy bien, Paula, que el catalán no llega a ser una lengua entera, sino media, porque necesita ser complementada por otra.
Los nacionalistas han teñido de odio a la lengua de los padres de Paula, lengua que tanto amamos y admiramos quienes nos dedicamos a estas cosas
El mayor atropello a la libertad de opinión consiste en considerarse moralmente superior a todo aquel que no piense como el separatismo y sus huestes. Los nacionalistas han teñido de odio a la lengua de los padres de Paula, lengua que tanto amamos y admiramos quienes nos dedicamos a estas cosas. La han barnizado de odio al castellano, como si el castellano no fuera la inseparable pareja del catalán. La han armado con metralletas ideológicas para usarlas en las trincheras de la guerra del frente nacional-catalanista contra el españolismo despótico porque ignoran que el españolismo está en ellos mismos.
El independentismo irracional ataca a todo deportista que envuelve sus triunfos en la bandera de España, mientras santifica a Xavi Hernández y Pep Guardiola por su desprecio a lo español. También presume de haber boicoteado el 25% de castellano en las aulas. Parece como si el catalán fuera una lengua de hooligans intolerantes empeñados en erradicar todo tufo a español. Pero no es así. La lengua catalana es querida y apreciada por los lingüistas, estudiada por su tradición literaria, admirada por su arraigo. En Moscú se estudia desde hace cuarenta años solo por el placer de descubrirla. Aparece limpia y seductora en boca de la burguesía catalana y también en grandes obras literarias. He compartido entusiastas charlas con Marina Abramova, traductora de Tirant lo Blanch al ruso. También se ha traducido al finés, al sueco, al serbio, al japonés…
La lengua catalana, lo diré alto y claro, es muy respetable en todos los sentidos. Quienes la enturbian para desplazar al castellano son, sin embargo, unos miserables.
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