No hay nadie en el mundo, salvo en Cataluña, que utilice la lengua menos comprensible con la intención de mostrar que existe. Es una necedad tan grande que los argumentos en defensa de ese uso espurio producen el efecto contrario, rechazo y desprecio. Desde siempre, y también hoy, la educación y la eficacia exige utilizar en cada momento la lengua adecuada. Si carecieran de nombre y las designáramos por números (lengua 27, lengua 36, lengua 15) dejarían de ser argumento de independentistas. Se entendería mejor que elegimos la más útil en cada momento, y santas pascuas.
Se equivocan quienes dicen que el catalán es su lengua. Es imposible. No hay hablantes de catalán, sino de castellano-catalán o catalán-castellano, que viene a ser lo mismo, ambas inseparables
Nadie elige país. Para las 370.000 criaturas que, según las estadísticas, van a nacer en las próximas 24 horas, la probabilidad de hacerlo desde el vientre de una mujer china es, aproximadamente, el 18%, y española el 0,6%. Nadie tiene el privilegio de la elección. Somos lo que somos. Tampoco elegimos lengua. Toca la que heredamos, pero la necesidad de conocer el inglés afectará, también según las estadísticas, al 25% de las nuevas generaciones. Las de hablar español, queramos o no, son solo del 7,5 %, que no está nada mal, pues se trata de la segunda lengua del mundo, y las de hablar catalán unos 10 millones de hablantes, el 0,013%. Pero como el catalán pertenece al grupo de lenguas que no pueden existir como únicas, la cuota de nacidos en familias que transmiten el catalán, aprenderá necesariamente castellano o francés para no quedarse socialmente aislados.
Cuesta entender que hay lenguas que viven solas y otras que no pueden sobrevivir sin compañía, que necesitan pareja. Su acompañante suele ser una de mayor calado o más útil en la comunicación. Se equivocan quienes dicen que el catalán es su lengua. Es imposible. No hay hablantes de catalán, sino de castellano-catalán o catalán-castellano, que viene a ser lo mismo, ambas inseparables. Y no porque sean muy estudiosos y les guste aprenderlo, sino porque es imprescindible como el francés para los bretones o el ruso para los tártaros.
Si me hablan en una lengua que no entiendo cuando pueden hacerlo en otra que ambos conocemos, puedo pensar que se trata de un estúpido engreído maleducado, y es imposible que yo entienda que lo que quiere es darme a conocer su lengua. Ni siquiera para que sepa que existe. Dicen algunos catalanes separatistas que “mi lengua es la catalana y, por educación, la gente que vive en Cataluña debería entenderla y hablarla.” No, mire usted. Su lengua no es la catalana, sus lenguas son dos y si prescindiera del español se quedaría medio mudo. Y desde hace siglos los catalanes hablan español de la misma manera que unas cuarenta lenguas europeas como el catalán cuentan con otra de apoyo, generalmente el inglés, el francés, el italiano o el ruso, pero también el alemán o el polaco.
Otro argumento ingenuo es la identificación de un territorio con una lengua en razonamientos del tipo “si yo me voy a Francia hablaré en francés y no voy a pretender que nadie me hable en catalán, ya que estaré en un territorio que hablan otra lengua.” Entonces si uno es de Bélgica hablará belga y si de Suiza, suizo… ¡Qué ignorancia! Las demarcaciones administrativas no coinciden con las lingüísticas. No hay país europeo donde la lengua de la nación sea única en su territorio. Ni siquiera Islandia donde parece como si el islandés fuera la lengua única de la nación y no es así, porque el inglés está presente en la vida de la mayoría de los islandeses.
Consideran algunos catalanes independentistas que para proteger a una lengua que está en peligro de extinción hay que machacar y forzar a quienes no la hablen. Se olvida de que las lenguas no se aprenden a la fuerza, sino cuando los hablantes se acercan libremente a ellas porque su uso resulta eficaz. El catalán no puede ser más eficaz que el español, ni siquiera en Cataluña.
Protección de la lengua
Los más exaltados apostillan que no hablan catalán para molestar a nadie, sino para defender su lengua en peligro porque no quiere que desaparezca. Mal favor le hacen al catalán. Nadie tiene la obligación ni la necesidad de hablar catalán ni siquiera en Cataluña, así como ningún español tiene la obligación de hablar español en España y, puestos a disparatar, ningún suizo está obligado a hablar suizo.
Cataluña es tierra de acogida. Ha recibido gente de todos los lugares que no ha aprendido a hablar catalán, porque los oriundos tenían a bien hablar castellano desde el siglo XVI, y les venía bien hacerlo, y escribirlo, como lo muestra la extraordinaria fecundidad de escritores catalanes en lengua española. Mientras tanto, habrá que decir que la protección de una lengua no pasa por restregarla en las narices de quienes no la entienden.
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