Alejandro Fernández les ha dado un baño de realidad a los separatas en el Parlament, desmontándoles el nuevo chiringuito que pretenden crear para colocar a unos mil doscientos adictos que, según se conoce, todavía no gozaban de su correspondiente gabela. Alejandro estuvo en sus tiempos de diputado al Congreso en la comisión que trataba de estos asuntos, lo que ya es mala pata para los del lacito. Que sabe de lo que habla, vamos. En total, el líder popular ha puesto el paño al púlpito aclarando, cifras en mano, que con un millón se ponen en órbita los dos nanosatélites iniciales y que el resto de la pasta que presupuestan, dieciocho kilos, lo quieren para mantenencias de ganapanes, chupópteros, morcilleros y plancha calzones.
Dicho esto, me parece que, caso de no hacerse realidad el proyecto de marras, nos íbamos a perder un sainete que ni Arniches lo mejoraría. Ya sé que ahora lo sustancial en Cataluña es la pandemia y que la consellera se sanidad, Vergés, se vaya a su casa a hacer lo que sea que sepa hacer, cosa que ignoro; es fundamental el clima de violencia que se vive cada vez que a los cachorros separatas y comunistas les dan la orden de salir a las calles y arrasar con todo; no lo es menos que, con la ayuda de los sociatas, se carguen de manera definitiva y legal al castellano en nuestras aulas o que las conversaciones del caso Volhov pongan los pelos de punta cuando hablan de cien muertos, o que escuchar en labios de alguien que ha sido conseller “Te mando un colombiano” si no le hacen caso es aterrador, o que el mismo Govern que ha hecho una ley antidesahucios te reconozca en sede parlamentaria que, hombre, no tienen competencias para esas cosicas o que se divulgue, por no cansarles, que a Puigdemont le venimos pagando escoltas y demás gastos con los impuestos de todos los españoles.
Qué logro para la humanidad sería el siguiente diálogo. “Sant Jordi de Houston, tenim un problema”. “Aquí control nacional de la nacionalidad catalana, digui, digui”
Pero no me digan que escuchar a estos artistas de la subvención desviada a amiguetes, a estos cachorrillos del señor de la deixa de l’avi Fulgenci, a estos adoradores del tres per cent decir que la NASA catalana sería “la nueva economía del espacio” no tiene precio. Bueno, si que lo tiene, dieciocho millones de vellón, repito, pero se han ido tantas cosas por el sumidero que ya no vendrá de aquí. Quieren lanzar dos satélites para luego, en palabras del conseller Puigneró, “lanzar seis más para crear una constelación”. Amigos, una estelada de satélites y la creación de la Asamblea Nacional Cosmonáutica y, ¡hala!, a proclamar repúblicas desde la órbita terrestre. ¿Existe acaso un fin más bonico y noble que este? Por estas razones, que nacen de la desesperanza de quien cree que esta tierra en la que nací jamás volverá a ser normal, no me gustaría que se nos prive de poder escuchar una conversación, ya que ahora están tan de moda, entre el Centre Espacial Sant Jordi de Houston y el astronauta indepe de turno.
Pongamos que se llame Olaguer, Griselda u Oriol, que suena a muy catalán. Qué logro para la humanidad sería el siguiente diálogo. “Sant Jordi de Houston, tenim un problema”. “Aquí control nacional de la nacionalidad catalana, digui, digui”. “Acabo de sobrevolar España y el Pisuerga sigue pasando por Valladolid”. “No fotis. Pero si pactamos con Chánches que lo cambiaría y pasaría por Torroella de Montgrí, por cierto, ciudad pubilla de la sardana”. “Para que os fieis de estos españolazos”. “Atención, módulo Bon Cop de Falç, aquí control. ¿Ha comprobado si el Ebro guarda silencio al pasar junto al Pilar?”. “Negativo, pero acabo de ver pasar adelantándome por la izquierda a la nave de los cosmonautas madrileños, la Ayuso III”. “¡La mare que els va parir! Ya estamos como siempre. Adelántelos cueste lo que cueste”. “Houston, les recuerdo que mi nave va pedales, mientras que la de ellos va con motores a reacción y doble turbina”. “Imposible”. “De eso nada, company. Como el concurso de adjudicación de la cápsula espacial catalana se arregló para que se lo llevara el sobrino del conseller, esto va a pedales y, claro, así no hay quien compita en la carrera espacial. ¿Qué hago, vuelvo o no vuelvo?”. “Vuelva, vuelva, diremos quel culpa la tienen los ñordos, los colonos, el PP y Cánovas del Castillo”. “Bien pensado. Además, ya lo dicen ellos, de Madrid al cielo. Eso es vejar a Cataluña con trato discriminatorio”. “Pues no en parlem més. A casita, que en TV3 emitimos un especial sobre lo guapa que es Rahola de tres horas y media”.
Ustedes se reirán, pero cosas más raras se han visto. Por lo del especial, digo.