Opinión

Cómo frenar el separatismo en Cataluña

Cataluña vuelve a ser el eje desestabilizador de nuestro panorama político. Las elecciones de otoño serán clave en esta legislatura

El resultado de las recientes elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco nos han dibujado unos escenarios que responden tendencias en el comportamiento político de la sociedad. Una de ellas es, sin duda, la necesidad del retorno a la moderación y el poco rédito de la polarización.  La razón es bien sencilla: el grueso central del espectro sociológico está harto de inestabilidad e incertidumbre y el golpe de la pandemia ha propiciado que este desencanto respecto a narrativas y soluciones mágicas se acelere. Ahora bien, un dato importante, de calado estratégico diría yo, es la transmutación del voto populista de izquierda -aquella que apostaba por la desestabilización de nuestra democracia- en voto nacionalista, esto es, la migración hacia el populismo nacionalista.

Todo ello nos apunta que el eje de desestabilización y riesgo sistémico vuelve, otra vez, a Cataluña. Si la pandemia lo permite, entre octubre y diciembre habrá elecciones anticipadas en esta comunidad autónoma, en un momento en el que se sabrán las condiciones que habrán impuesto nuestros socios europeos para liberar los fondos de ayuda y sus consiguientes recortes. Los efectos de la crisis económica impactarán de lleno en las clases medias y bajas y, cómo no, el separatismo querrá tomar posiciones para desafiar de nuevo al Estado. Nos encontramos ante una nueva coyuntura que pondrá a prueba la resistencia de nuestras instituciones y la estabilidad de nuestra democracia.

El separatismo está invirtiendo ingentes cantidades de recursos y estrategias muy elaboradas para conseguir la compresión y el apoyo de otras cancillerías, de las élites de dichos países y de su opinión pública

Si bien es cierto que hay actores como ERC que están variando su estrategia en el corto plazo, porque es consciente de que el 'procés', tal y como se conocía, ha fracasado, todos los partidos y organizaciones separatistas siguen anhelando poner contra las cuerdas al Estado para poder doblegar a nuestra democracia. Por ahora, lo que divide la narrativa de cada propuesta independentista es el calendario y la apariencia en las formas. Una pista de ello es el vector internacional. Mientras la política nacional está enzarzada en sus propias dinámicas, mientras los partidos constitucionalistas están buscando sus propios espacios y discursos, el separatismo está invirtiendo ingentes cantidades de recursos y estrategias muy elaboradas para conseguir la compresión y el apoyo de otras cancillerías, de las élites de dichos países y de su opinión pública.

¿Qué riesgos existen actualmente en Cataluña con un independentismo a la greña y con un 'procés' desmantelado? Si analizamos lo ocurrido en las elecciones vascas observamos una caída en la participación, un aumento del voto nacionalistas y una caída del constitucionalismo. Algo muy parecido podría ocurrir en Cataluña con consecuencias nefastas para nuestro país y para esa mayoría no rupturista de catalanes. ¿Qué puede ocurrir? Básicamente que el descenso de participación en unas elecciones catalanas suponga fundamentalmente la caída del voto constitucionalista y, por un mero hecho de proporcionalidad, el separatismo pase holgadamente del 50%, detalle no menor si se piensa en el frente internacional antes mencionado.

Relato victimista

Sin proceso independentista, sin el golpe estado institucional como el acaecido en septiembre de 2017, sin el referéndum ilegal ni la declaración unilateral de independencia de ese mismo año, el separatismo pondrá en marcha a través de su nutrida y densa red internacional un relato victimista que complicará nuestra credibilidad más allá de nuestras fronteras. Los separatistas son conscientes que, sin reconocimiento internacional, lo suyo solo son brindis al sol.

Pues bien, ¿qué podemos hacer para evitar esta situación? Hay cuestiones no estrictamente políticas, como reforzar la sociedad civil constitucionalista mediante instrumento que articule y movilice a la sociedad civil, como en su caso ocurrió con Societat Civil Catalana (antes de la operación política que intentó dinamitarla), una entidad apartidista y transversal, con una visión estratégica y dinamizadora que esté más allá del debate electoral y el cortoplacismo. Sin embargo, dada la urgencia ante un más que previsible adelanto electoral en Cataluña (se habla del 4 de octubre) los partidos constitucionalistas deberían analizar y actuar de una forma estratégica, no partidista y tendrán que centrarse en cómo  movilizar a ese potencial electorado constitucionalista. Sin esta segmentación del espacio electoral constitucionalista volveremos a ver cómo se dedican a pisar mangueras propias y no ver el caudal que se escapa por las rendijas de la desmovilización.

Siendo pragmáticos, siguiendo esa lógica estratégica e intentando que la intersección de competencia entre partidos sea la mínima imprescindible y, además, a sabiendas que lo fundamental en la política actual es el liderazgo, el discurso y la comunicación, el escenario ideal para evitar un aumento sustancial de la abstención del electorado constitucionalista sería, por orden de prioridad, y con el objetivo de romper las dinámicas de los últimos años en el Parlamento catalán, el siguiente:

El discurso para movilizar en unos segmentos de la población que se verán muy impactadas por la crisis económica y la ineficiencia de la Generalitat ha de estar centrado en un programa regenerador

Recomponer el espacio de Ciudadanos tomando nota de la evolución de este partido desde septiembre de 2015 hasta diciembre de 2017. Ese enorme crecimiento provino en gran medida del abstencionismo, de aquellos votantes a los que las elecciones autonómicas parecía que no les representaba, incluyendo conceptos vagos como el 'catalanismo' que vulgarizado en ese espectro no es más que un sinónimo de “nacionalismo”, electores mayoritariamente situados en el área del entorno metropolitano de Barcelona y Tarragona. Naturalmente, el discurso para movilizar en unos segmentos de la población que se verán muy impactadas por la crisis económica y la ineficiencia de la gestión de la Generalitat ha de estar centrado en un profundo programa de reformas y regeneración democrática de Cataluña, dejando de lado la dialéctica del 'procés'. Este esfuerzo ha de hacerse con un tono positivo y reivindicativo, incluyendo hacer bandera de la lengua catalana y la diversidad cultural. La búsqueda de un liderazgo claro que impacte en este segmento lo tengo claro, se llama Jordi Cañas acompañado de figuras emergentes como Pere Lluis Huguet (concejal en Salou).

Populares y socialistas

En el segmento más conservador, el PP de Alejandro Fernández está haciendo un buen discurso que impactará en el área más españolista (no me gusta nada este concepto) y de centro derecha. Si siguen esta línea de oposición dura pero inteligente, si no caen en la tentación de incorporar elementos ajenos a su actual línea ni se dejan llevar hacia narrativas más esencialistas, podrán recuperar parte del electorado que perdieron en su momento sin necesidad de interseccionar excesivamente con Ciudadanos, ya que el perfil de los naranja es más de izquierda no nacionalista que conservador españolista.

Por último, tenemos al PSC, en este caso apostaría porque la figura de Salvador Illa, uno de los políticos que mejor entiende la complejidad política y social de Cataluña, emergiese como candidato de este partido, impactando en un espectro catalanista amplio y con un discurso que ayudaría a movilizar según qué áreas a los que otros actores no pueden llegar.

En resumen, Cataluña vuelve a ser el eje de desestabilización de nuestro país, por ello y teniendo en cuenta que lo que ocurra en las elecciones autonómicas afectará al conjunto y reforzará o debilitará al desafío separatista, hemos de verlo como una oportunidad, pero para ello hace falta altura de miras, visión de Estado y ser conscientes que lo que nos jugamos es mucho más que un simple resultado de unos comicios rutinarios.

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