El juego político se debate entre mártires, como Laura Borrás, y sectarios en Cataluña, los que consideran que el catalán es de independentistas, con una reciente encuesta catalana nada baladí, la del CEO, que nos indica que si ahora se celebraran elecciones ganaría el PSC, algo insólito en el panorama catalán que quizás tenga algo que ver con la división cada vez más evidente del mundo independentista y de sus luchas internas de poder. Nunca los socialistas han gobernado en solitario en la Generalitat, algo casi privativo de Convergència i Unió y ahora, pese a la victoria de Salvador Illa, por la coalición que lidera ERC. Sólo el cambio al nacionalismo catalán vino, en 2003, de la mano de los tripartitos liderados en primer lugar por Pascual Maragall y con resultados muy ajustados al bloque independentista. Esto sigue igual, las urnas hablan, los políticos parecen no escuchar el interés general.
ERC no lo está teniendo fácil ni con defender la mesa de diálogo, que acaba de celebrar su tercera sesión sin acuerdos concretos, ni tampoco, y menos ahora, con su socio de gobierno tras apoyar la separación del cargo a la presidenta de Parlament, Laura Borrás, mientras se resuelve el juicio oral que se ha abierto contra ella por una causa ajena a cuestiones políticas o idiológicas.
Una temporada entre rejas
Laura Borrás se convierte así en un nuevo ejemplo de 'martirización' de la política, es la estrategia del partido, arropada por los suyos que desde el primer día han cerrado filas junto a ella, como hicieron también con el anterior presidente Quim Torra o con Carles Puigdemont. Ningún partido le pidió que dejara la política, sólo que diera un paso al lado mientras estaba en marcha el proceso judicial. No se persigue a Laura Borrás como intentan trasladar sus fieles, empeñados en alimentar esa estrategia de victimización caduca. Tener a algunos de nuestros políticos, del color que sean y del lugar de España del que procedan, en procesos judiciales abiertos o ya cerrados, en prisión o a las puertas de entrar, o ya excarcelados tras una temporada entre rejas, hace un flaco favor a la democracia.
El catalán no es exclusivo de los independentistas, es de todos los que nacemos, vivimos, crecemos en Cataluña y de todos los que la sientan suya
Junto a esta estrategia de mártires ya caduca persiste un sectarismo que nos empequeñece, aquel que pretende que cale en la mentalidad colectiva que hablar catalán, que el catalán de pura cepa es independentista y tiene como lengua, en exclusividad, el catalán. El catalán no es exclusivo de los independentistas, es de todos los que nacemos, vivimos, crecemos en Cataluña y de todos los que la sientan suya. Flaco favor le hace el independentismo a la lengua cuando la convierte en sectaria, en una insoportable imposición. Tenemos un documento marco, de calado, que protege las lenguas oficiales de este país, firmado hace más de 40 años, la Constitución. Ahora de lo que se trata es de potenciar el uso de estas lenguas, de todas, teniendo en cuenta que ya no estamos en la España de los años 70, ni de los 80 o 90.
Las lenguas son riqueza, son cultura, demonizar una u otra solo nos empequeñece. Centrar el foco político en eso obliga a no detenerse ya no trabajar en aspectos clave de la enseñanza y educación que poco tienen que ver con hacer más o menos asignaturas en castellano. La política lingüística tiene que ser avalada con el consenso de la mayoría, sin discriminar una u otra lengua, no es incompatible defenderse, saber comunicarse de igual manera en catalán, castellano, inglés o cualquier otra lengua, sólo depende del acceso que puedas tener a ellas. Depende más del dinero que de la ideología. En definitiva, no ser sectario supone acoger el catalán y defenderlo sin titubeos sin excluir al castellano. No enterremos riqueza, ni cultura. Cuídense.
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