Así parecen pensar los independentistas que, lejos de abrumarse por los cuatro meses y medio transcurridos en medio de la absoluta paralización de la vida política catalana, se muestran sorprendentemente despreocupados por la obviedad de que no hay Govern, ni actividad en el Parlament y que, sin embargo, el país sigue funcionando tan bien o mal como antes.
No solo no parecen percibir que esta excepción tan prolongada estaría poniendo en solfa la misma necesidad de un Govern autonómico, a la vista de qué la vida sigue sin mayores contratiempos, sino que parecen dispuestos a mantener la situación todo el tiempo que haga falta, mientras repasan sus diferencias, las mastican, las digieren y ven la forma de encajar el imposible sudoku de contentarse simultáneamente todos ellos: el huido de Waterloo, su antiguo partido, los republicanos del preso Junqueras, los movimientos ciudadanos que con tanta pasión como dinero público siguen empujando pero, sobre todo, tratan de camelar a la asombrosa e inefable CUP, que vive momentos de gloria e influencia política que no hubiera soñado ni en el mayor subidón.
La última de los cupaires ha sido desmontar de un golpe la candidatura del preso Sánchez, una jugada que estaba hecha a medida para que, una vez que el Estado opresor impidiese al candidato acudir al pleno de investidura (como todo el mundo sabía que iba a pasar y como, efectivamente certificó el juez el viernes), salir mesándose los cabellos, dándose golpes de pecho y, ya después, presentar algún candidato o candidata “presentables”. Hasta el Gobierno de España entendía que iba a ser así y que pronto se podría dar por concluida, por fin, la aplicación del 155.
El no de la CUP a Jordi Sànchez ha devuelto a los estrategas del procés la flecha envenenada que iba destinada a Rajoy"
Pues ha sido que no. Que la CUP dice que ya vale de gestos, que son unos blandengues y unos autonomistas sumisos y que ni de coña. Que eso del simbolismo de una presidencia desde Bélgica, no va a ningún lado. Una cosa hay que reconocer a la CUP: la nitidez con que se expresan y lo bien que se les entiende. En su día dijeron no a Mas y fue no. Hoy es no a Sánchez. El problema es que el no de la CUP al ex presidente de la Asamblea Nacional Catalana ha devuelto a los estrategas del procés la flecha envenenada que iba destinada a Rajoy. De momento, la desbandada ha supuesto el aplazamiento del pleno que estaba previsto para ayer. Primero con la excusa de esperar al TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos) y a unas excepcionalísimas y muy improbables medidas cautelares de urgencia que no estaban ni solicitadas. Vista la obvia imposibilidad de tales ayudas, ahora se conformarán con un recurso de apelación ante el Supremo, con parecido recorrido pero que al menos le ahorra al procés un nuevo y muy probable “disgusto europeo”.
Los socialistas de Iceta, que ya consideraban ilegal el pleno ahora aplazado, se han sumado al lío pidiendo amparo al Constitucional para que al fin pase algo y se empiecen a contar los plazos para unas nuevas elecciones en Cataluña que, vaya usted a saber si no serían una estación más en el itinerario del desastre.
Y para que no se pierda ni un poquito de presión, el domingo Barcelona acogió otra manifestación convocada por la ANC para exigir a los partidos independentistas que acuerden de una vez. Los manifestantes desfilaron al grito de "Ni un pas enrere" pero el problema hace tiempo que es que Cataluña no da “Ni un pas endavant” y ni parece que la cosa vaya a cambiar ni que a los políticos independentistas les cause apuro.
Mientras tanto, el tiempo va pasando, la autonomía no está, ni se la espera y la Administración sigue en funcionamiento en Cataluña, como corresponde a un Estado, conflictivo pero real. No es seguro que los independentistas se hayan apercibido de que de seguir mucho más tiempo sin Govern, pueden hace brotar la idea de ¿para qué un Govern?
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