Anda Sánchez tan liado deshojando la margarita de un adelanto electoral que no está por minucias. Como nos consta que es persona sesuda y de fundamento, a buen seguro que cualquier asesor de segunda le habrá aconsejado que largue una pasta para eso de la transformación digital en mi tierra. Y Sánchez, mirando con un ojo a Yolanda Díaz y con el otro al PP, habrá asentido. Total, chiqui, ¿qué son dieciséis millones en el presupuesto? Lamentamos que el amado líder socialista esté tan mal aconsejado, puesto que estamos convencidos de que se trata de eso, de que carece de la información debida.
Más allá de lo que publicábamos ayer mismo en este diario respecto a que en el ente receptor del dinero, Fundació Privada i2CAT, se encuentren cargos de la generalidad como el consejero Puigneró, o personajes vinculados al procés como el presidente de Parlem Telecomunicacions, Ernest Pérez-Mas, o el de Acció, Joan Romero Circuns, que ornó la fachada de su sede con lacitos y más lacitos, el problema es que ese dinero será inútil. Ya comprendemos que hay que gastar la pasta de Bruselas, cosa a la que Sánchez se muestra renuente. Pero pretender convertir mi tierra en un lugar digital es redundante de toda redundancia.
Porque todo en Cataluña ha sido y es digital. ¿Los últimos presidentes de la generalitat? Puestos a dedo por el mandamás de turno. ¿Los diputados que conforma el cacareado gobierno separatista? Colocados en las listas a dedo por Junqueras o Puigdemont. ¿Los altos cargos de TV3 y Cataluña Radio? Puestos en sus respectivas poltronas por el dígito incólume de Junts o de Esquerra. ¿Los presentadores, cómicos, entrevistadores y demás comparsas de dichos medios? A dedo también, es decir, digitalmente. ¿Los directores de medios de comunicación privados, sus estrellas, sus “plumas autorizadas”? A dedito, todos a dedito. ¿La Rahola? Más dedo que el de Colon y no pregunten más lo que cobra, porque todo tiene un límite, españolazos.
Pero, Sánchez, si lo del dedito lo inauguró en mi tierra Pujol, padre, que antes de nombrar a nadie, ni que fuese vaciador de papeleras de Palau, lo llamaba a su despacho y le preguntaba a bocajarro qué votaba. Pujol ponía y sacaba de las listas a quien quería diciéndole al afectado que inventase lo que quisiera por su cese y que ya se le buscaría un buen lugar donde cobrar mucho por no hacer nada. Textual. Si esto es lo más parecido a un reino autocrático de aquellos Balcanes inmortalizados en El Prisionero de Zenda. Si Cataluña es Borduria y sus presidentes imitadores de Pletzsy-Gladtz. Ay, despistadillo, que es usted un despistadillo.
Uno añora los tiempos de Iván Redondo, que ahora se pasea por los platós como aquella Zarzamora, llora que llora. Este fin de semana lo hemos visto, sin ir más lejos, entrevistado por Artur Mas en el programa que el susodicho tiene – para volver a prestigiar la política, dice, con un par – en la ex televisión del Conde de Godó, ahora convertida en un curiosísimo cajón de sastre que incluye personajes como Toni Albá, gente de la víscera y la prensa de bajos, apologistas baratos del separatismo, fumistas de la falsa libertad e incluso exaltación de dildos y frotamientos a más no poder.
Cataluña es muy, pero que muy digital. Aquí no se nombra ni se tiene ni se da nada que no esté asignado por el dedo que lleva mandando hace décadas. Con lo feo que es señalar con el dedo o hurgarse con el ídem las narices y, en cambio, los catalanes estamos tan felices con esa digitalidad que rige nuestra política y medios de comunicación. No les dé más dinero, Sánchez, que van sobraditos.
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