Los españoles ya no somos ni bestias taradas, ni ñordos, ni fascistas ni colonos ocupantes de Cataluña, gobernada por una padilla de orates que, cosas de la vida, ahora entonan cantos de sirena más falsos que un euro con la cara de Falete para atraer turistas del resto de la nación. Hay que ser cínicos. Hay que carecer de vergüenza. Hay que ser tontos, tontos de toda tontería, tontos de remate, tontos de las posaderas, pensando que, después de pasarse años escupiendo en la cara del resto de españoles, van a venir a Cataluña en tropel a gastarse el dinero.
Detrás de ese anuncio promocional subyace la gran, la enorme mentira del separatismo catalán. Han depurado convenientemente de esteladas, lazos amarillos y pancartas en favor de los “presos políticos” el paisaje que muestran. Nos hablan de que la felicidad es estar unidos. Y expresan el deseo de que vuelvan esos que algún día vinieron porque, textual, Cataluña es mejor con ellos. Precioso. ¿Saben que no verán en esa promoción institucional? A los CDR, cóctel molotov en mano, cortando carreteras, invadiendo el aeropuerto de El Prat o cortando a diario la Meridiana; ni ayuntamientos con la estelada colgando del balcón de la casa consistorial; no aparecen las playas plagadas de cruces amarillas ni las calles barcelonesas con los contenedores ardiendo y el suelo alfombrado de adoquines; no verán la fachada del Palau de la Generalitat, donde hay una pancarta que reivindica la libertad de expresión sin que Torra se haya dignado colgar un simple crespón negro; no verán, en fin, en ese mirífico anuncio, digno de la más obscena propaganda goebbeliana, a señoronas de Sarriá chillando, con la vena del cuello a punto de estallar, que ho tornaràn a fer, lo volverán a hacer.
La pela es la pela y Cataluña hace años que está en bancarrota, dependiendo del Estado, del FLA, para poder pagar nóminas. Artur Mas dejó las arcas públicas de la Generalitat secas, de ahí que los bonos que emite sean considerados basura. Y hay que hacer caja como sea. Los que, según Junqueras, tenían más que ver con los franceses que con el resto de españoles, los destinados a ser la Dinamarca del sur, los que eran como Israel, mientras los españoles eran árabes, los supremos, los mejores, los que se mantenían tossudament alçats, tozudamente alzados, ahora mendigan a un señor de Vitigudino o a un familia de Almonte que vengan a pasar sus vacaciones. Hace falta carecer de la más mínima brizna de moral para atreverse a tanto.
Pero, incluso cuando pretenden disimular su dentadura de lobo bajo la piel de cordero amable y hospitalario se les nota la ideología totalitaria. Creen buenamente que el turismo español vendrá masivamente como nunca lo ha hecho. ¿Saben por qué? Porque están convencidos de que somos imbéciles. Siguen en sus trece, solo que ahora les conviene mostrar una cara amable que no se cree ni el más ingenuo. Esta campaña para atraer al turismo nacional lo confirma. Están plenamente convencidos, en su estupidez ilimitada, de que la gente va a continuar viniendo como si nada porque, a ver, ¿dónde van a estar mejor que aquí, entre la súper raza catalana?
Ante tanta desvergüenza propongo hacer un contra-anuncio en el que aparezcan personas como Juan Carlos Girauta, Enric Millo, Albert Boadella, el juez Llarena, Inés Arrimadas o Cayetana Álvarez de Toledo
Igual que hacía el Tercer Reich con sus folletos de turismo, piensan que lo único que pueden suscitar en los pobres españoles, tan Untermenschen ellos, tan ágrafos, tan poca cosa, tan desestructurados -como definió Jordi Pujol al hombre andaluz- es admiración, pasmo y envidia. Ante tanta desvergüenza propongo hacer un contra-anuncio en el que, además de mostrar lo que se nos hurta de la realidad catalana, aparezcan personas como Juan Carlos Girauta, Enric Millo, Albert Boadella, el juez Llarena, Inés Arrimadas o Cayetana Álvarez de Toledo explicando cómo han sido asediados, perseguidos, insultados, amenazados, vejados, atacados; que salgan los propietarios de bares y restaurantes intimidados por los CDR a manifestarse públicamente como lo que son, catalanes y españoles; que salgan las hijas e hijos de los guardias civiles de Sant Andreu de la Barca; que hablen los propietarios de los comercios denunciados por no rotular en catalán; que aparezcan las imágenes de sedes de partidos constitucionalistas con pintadas amenazantes o ensuciados con mierda.
Que digan lo que piensan los periodistas de medios nacionales que han sido agredidos por desempeñar su trabajo en esas manifestaciones tan pacíficas de la ACN al grito de “prensa española manipuladora” o que se expresen los que han tenido que irse de Cataluña por no poder soportar la presión del separatismo al ir a comprar, en el trabajo, paseando por la calle.
Sería mucho más ajustado a la realidad que la Disneylandia que nos presentan, un paraíso idílico en el que todo está bien, es bonito, limpio y ordenado. Ajustado y terrible.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación