“Formación académica superior, preferiblemente complementada con un MBA, dominio del inglés” (…) “Mente abierta y visión global e internacional” (…) “Sin significación política” (…) “Deseable con experiencia previa en consejos de administración” (…) “Independencia acreditada” (…) “Conocimiento sobre los aspectos generales del sector” (…) “Persona honorable y de reconocida solvencia, competencia, experiencia y cualificación” (…) “Librepensador, creativo, innovador, y con auctoritas” (…) “Visión estratégica del negocio” (…) "Con valores que encajen en la cultura empresarial a la que se vaya a incorporar: ética, liderazgo, criterio propio, prudencia…” Las perlas transcritas pertenecen al artículo publicado este miércoles en Expansión, página 43, por Luis Conde, socio fundador de Seeliger y Conde, la firma que pasa por ser líder en España en la “Búsqueda y desarrollo de talento directivo”.
Unos días antes supimos que Enagás, la empresa participada en un 5% por el Estado a través de SEPI que gestiona la infraestructura gasista, había decidido incorporar a su Consejo de Administración a los ex ministros socialistas José Blanco y José Montilla, además de a un profesor de universidad vinculado a Podemos de nombre Cristóbal Gallego. Ilustres sociatas cobrando sueldo vitalicio del Estado y desembarcando en un Consejo ya poblado de exministros del PP, porque antes mandaba el PP. Y no es que tal entrada en tromba mandara a escardar todas las protestas, tan solemnes como hipócritas, hechas durante años por Pedro Sánchez y su colega Pablo Iglesias sobre las llamadas “puertas giratorias”, es que, además, la incorporación se hacía en calidad de “consejeros independientes”, lo que añadía a la vergüenza ajena ese punto de rechifla y/o trágala que en España suelen conllevar los abusos de poder. También decía Enagás que para la selección había contado con el asesoramiento de los cazatalentos Seeliger y Conde.
Cabe imaginar, pues, al señor Conde trabajando durante la pandemia en la localización de tres expertos gasistas que a su “independencia acreditada”, unieran un “conocimiento del sector” aderezado con “competencia, solvencia y cualificación”, sin olvidar ese punto de “creatividad” que José Blanco reúne con largueza como demostró en la célebre ocasión de la gasolinera de Guitiriz, Lugo, en la que se trasegaron 400.000 euros de un empresario farmacéutico que reclamaba favores a un primo del ministro, con el ministro por testigo. ¿Cabe mayor gesto creativo? De modo que Conde, tras manejar cientos de fichas de gente con “reconocida solvencia y sin significación política”, fue a darse de bruces con Pepiño, Montilla y el tal Cristóbal como los candidatos más “idóneos” del universo mundo empresarial hispano, a cambio, eso sí, de los 25.000 euros per cápita que una empresa del Ibex suele pagar por uno de esos informes a la medida dispuestos a avalar que dos socialistas de toda la vida y un podemita sobrevenido son profesionales perfectamente independientes y absolutamente idóneos para meterse 160.000 euros al cinto por asistir a una docena de reuniones del Consejo al año.
Un caso de nepotismo tan difícil de igualar como de entender, a menos, claro está, que se trate de otra cosa, que tenga que ver con la gestión del suelo público
Conde, presidente del Salón Náutico y consejero de Fira de Barcelona, Renta Corporación, grupo Godó, PwC, Lazard España y alguna cosa más, es uno de esos tipos siempre en la cresta de la ola y siempre a la sombra de los poderosos, siempre dispuesto a pescar en las aguas revueltas donde se juntan dinero privado y poder público. Son famosas sus fiestas veraniegas en el Ampurdán, a las que suele asistir la crema de la sociedad catalana con el veteado de ilustres invitados madrileños, todos contentos, quintaesencia de esa elite civil que ha llevado a Cataluña y a España entera a donde Cataluña y España están hoy, en la indignidad más completa, gente sin rastro de honor porque todo lo ha empeñado en la bolsa de los intereses creados, y lo que cuentan son los duros siempre, las pesetas antes, los euros después. Una clase dirigente decadente, anclada en un mundo que desaparece sin que dé muestra de haberse enterado.
De modo que Antonio Llardén se ha gastado una pasta en informes de “idoneidad” sin ninguna falta, porque días después el propio Sánchez salió en televisión para reconocer sin ambages que a los de Enagás los había colocado él, sí, ¿qué pasa? ¿algo que objetar?, que al mentiroso compulsivo le gusta ejercer el poder, es más, le encanta hacer probar a sus enemigos el peso de su impronta, la calidad del acero que maneja desde la inmarcesible altura de esa presidencia que ha colmado su enfermiza ambición de poder, razón por la cual, porque me sale de las pelotas, ha venido esta semana a colocar a su mejor amigo al frente de una Dirección General de la nada con gaseosa, una cosa de urbanismo, todo transferido a las comunidades autónomas, en un caso de nepotismo tan difícil de igualar como de entender, a menos, claro está, que se trate de otra cosa, que tenga que ver con la gestión del suelo público, es decir, de hacer negocios con y para los amiguetes del partido.
Corrupción pura y dura
Curioso que esa nueva Dirección General de Amiguismo haya caído en los predios de José Luis Ábalos, titular del ministerio con más presupuesto del Gobierno, convertido en una réplica de lo que fue Álvarez Cascos en los Gobiernos de Aznar, el hombre de los trabajos sucios, especie de tabernero mayor dispuesto a comerse los marrones del vicepresidente Iglesias y su copain Zapatero, acudiendo de noche y a escondidas a Barajas en el coche de su guardaespaldas para recibir a Delcy Eloína Rodríguez y sus maletas, el tipo que en la pandemia está redirigiendo las compras de material sanitario a través de amigos y testaferros en algo que tiene una pinta fatal y que acabará, a poco que quede algún hilo suelto, a poco que surja algún Carlos Van Schowen, en los tribunales de Justicia por corrupción pura y dura.
Sánchez ya había colocado a su ex jefe de gabinete y también amigo al frente de Correos, el ente público con 52.000 en nómina, una de las mayores “factorías” de empleo españolas. Lo primero que hizo el personaje fue aprobar un aumento salarial del 9% y ampliar plantilla en 11.200 más, con una cuenta de resultados que arroja pérdidas cuantiosas todos los ejercicios. Es la idea que tienen Pedro & Pablo de la economía, una cosa que maneja un Estado que da empleo, reparte subsidios, procura sanidad, da aprobado general, busca novia, entrega piso, reparte alimentos y asigna residencias de ancianos, un experimento que ya se ensayó con profusión en el siglo XX con los resultados conocidos y que aún hoy pervive, miseria y muerte, en algún rincón del mundo muy querido por este Gobierno. Colocar a los amigos, “¡Natalico, colócanos a tos!”, ha sido una constante en la historia de España. Aznar también situó a su compañero de pupitre en el Pilar al frente de Telefónica. Claro que Juan Villalonga (Villapolla para los amigos) había sido analista de J.P. Morgan, socio de McKinsey, y consejero delegado de Credit Suisse y de Bankers Trust en España. Genial hasta en los excesos, de sus iniciativas (compra de Vivo en Brasil) ha estado viviendo la operadora durante años. Hasta que al final se le fue la olla, y seguramente la mano, con el asunto de Endemol.
Aznar también colocó a Alierta en Tabacalera, a Pizarro en Endesa y a Francisco González en Argentaria, después BBVA, y entre todos salvaron de la quiebra al grupo de empresas de la familia Rato, el hombre más poderoso del momento. Luego llegó Rajoy, cortico, cortico, y le dio apuro, hasta el punto de haber soportado episodios como el de la sobrina de Luis de Guindos, Beatriz de Guindos, una mujer más que preparada (técnica comercial del Estado, unas oposiciones que Adriana Lastra no lograría aprobar ni en doce vidas que tuviera), que 24 horas después de ser nombrada Directora de Competencia en la CNMC dimitió irrevocablemente a cuenta de la escandalera montada por una izquierda que en la oposición se trasviste de ángel exterminador, pero que en cuanto llega al poder se apalanca y lo estruja, colocando amigos a paladas en un desvergonzado “ahora me toca a mí” y todos a callar so pena del estigma facha a quien me lleve la contraria.
Total que ahora han venido ellos a colocar a los suyos. En la CNMC han puesto a una mujer con espléndido currículum después de haberla tenido unos meses cociéndose al pil-pil en Moncloa, como asesora, dicen que para asuntos jurídicos, del propio Sánchez. Seguramente enseñándole el prontuario con el que circular por una institución clave para la libre competencia y el bolsillo del consumidor. En el festín participa activamente el marqués de Galapagar, que ha colocado en la CNMC a un tipo cuya misión va a consistir en mantener bien sujeto por las bridas al duopolio televisivo que hoy encarnan Atresmedia y Mediaset, que siempre lo ha tenido claro el señor marqués: en el poder se sostiene uno con las televisiones controladas y la Justicia asustada. El PP, a quien el movimiento ha pillado a por uvas, se ha quedado fuera de un organismo desde el que la copresidencia de Pedro & Pablo va a intentar un vuelco radical del mapa empresarial español.
Calles en llamas
Un cambio en la estructura económica. Con la mayoría de la moción de censura apoyando esta revolución, que es económica pero es sobre todo de modelo de sociedad, en marcha; con el voto socialista petrificado tras Sánchez, inasequible al desaliento diario de un escándalo tras otro, inmoral tumulto que alimenta una niebla interpretativa en la que resulta difícil orientarse; y con una derecha resignada y rebasada, quizá secretamente convencida de que si en estas circunstancias fuera ella quien gobernara, 43.000 muertos os contemplan, las calles de las ciudades españolas estarían hoy en llamas. Es difícil saber si nuestros grandes empresarios son conscientes de lo que se viene encima o les gusta jugar con fuego y quemarse. Los Antifas que en Nueva York asaltan embozados la tienda de Louis Vuitton tras hacer añicos los escaparates, salen a la Quinta Avenida armados hasta los dientes con bolsos de 5.000 dólares por toda ideología. Nuestros empresarios, ni rastro de la España liberal, han interiorizado hasta el tuétano el complejo de culpa imbuido por la nueva religión igualitaria y pugnan a codazos por hacerse perdonar la vida, ignorando que “los ricos ya nunca podrán volver a dormir tranquilos”, según reza una pintada que estos días figura junto a la tienda de Salvatore Ferragamo.
En un clima de crispación alimentado conscientemente desde el poder (Zapatero a Gabilondo, 2008, “lo que pasa es que nos conviene que haya tensión”) resultan pueriles ofertas bienintencionadas como la que el viernes realizó ante esa falaz “Comisión de Reconstrucción” (nada se ha destruido: todo, desde la equipación industrial hasta la capacidad inversora, sigue intacto) el eurodiputado Luis Garicano. Estos han llegado dispuestos a poner a sus polluelos a pastar en el Presupuesto. En realidad, han venido a lo de siempre: a hacerse ricos metiendo mano en la caja del mundo empresarial que es donde está el gran dinero. Y lo quieren hacer ocupando todos los centros de poder, blindando hasta el último resquicio de influencia. Lo que han hecho en la CNMC lo harán también en RTVE, en la CNMV, en el Banco de España, en el Tribunal Supremo, en el Constitucional, en el CGPJ… Allí donde haya un puesto que ocupar, lo ocuparán. Sin complejos. Sin trabas morales de ninguna clase. Porque les pertenece. Están decididos a hacerse los amos y, además, están resueltos a durar. Por eso necesitan la tensión. Por eso Pedro & Pablo no quieren acuerdos que supongan rebajas en el nivel de crispación.
“Dijimos que estábamos hartos del hambre, del sudor y los piojos, e hicimos una revolución”, escribe Ayn Rand en “Los que vivimos”, Deusto. “Así que degollamos, partimos cráneos y derramamos sangre, la nuestra y la de ellos, para desbrozar un camino hacia la libertad. Ahora mira a tu alrededor, camarada Tagánov. ¿Ves dónde viven los hombres, nuestros hermanos? ¿Ves lo que comen? ¿Has visto alguna vez a una mujer caerse en la calle, vomitando sangre sobre los adoquines y muriéndose de hambre? Seguro que has visto también las limusinas pasando a toda velocidad por la noche. Y al camarada Siérov abriendo su cartera para pagarle el champán a una furcia. Y has visto al respetable ciudadano Morózov, director adjunto de la Compañía de Alimentos, atiborrándose de caviar…”. De eso va la revolución de Pedro & Pablo, de atiborrarse de caviar.
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