Opinión

Cayetana Álvarez de Toledo, la serpiente del verano

El de la exportavoz es un cese que molesta al ala dura del PP y les acerca, más si cabe, a Vox. No hay más que leer a los columnistas más conservadores para sentir lo que les duele la pérdida de la portavoz

Durante el periodismo de papel, cuando los veranos eran tediosos y las noticias de verdad escaseaban, en las redacciones de los periódicos se solía producir cada agosto un fenómeno ‘editorial’. Dado que había que llenar las páginas para que el lector que acudía en chanclas y bermudas al quiosco se llevase una porción de resma que satisficiese su lealtad a la cabecera, el redactor jefe de turno, el pringado que se ‘comía’ el mes de agosto, decidía estirar una noticia hasta convertirla en un serial. Incluso este año de pandemia, a pesar de la cantidad de textos que se han gastado y se pueden gastar con la ineptitud de nuestros gobernantes, se ha producido una de esas serpientes.

El cese fulminante de Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casafuerte, ejecutado con plena ‘agosticidad’, desde luego merece el análisis y la trascendencia que supone expulsar a toda una portavoz del Grupo Parlamentario del todavía principal grupo de la oposición. Pero, para desgracia de su mentor y justiciero, Pablo Casado, la nada silenciosa salida de la viperina lengua de su hasta hace poco bastón se va a convertir en un serial interno de consecuencias ignotas.

En este tiempo de un PP con ideología de corta-pega, que tan pronto se acerca al programa electoral de Vox como suspira por recuperar el marianismo, la presencia de un perfil tan marcado como el de la marquesa era desde luego un problema para Casado y los cada vez menos dirigentes de su cuerda. Los pésimos resultados electorales que cosecha el titulado en Aravaca por Harvard, que suma desastre tras desastre allá donde mete mano (dos generales, locales, europeas y vascas) y ve cómo el PP ‘de siempre’ de Feijóo triunfa en las gallegas, obligan al joven líder a dar el enésimo volantazo en su errática dirección. Casado es el perfecto ejemplo de la famosa cita de Schopenhauer: “No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”.

Si quieren que la diputada por Barcelona hable por sí misma, que la pongan como líder. Pero ser portavoz consiste, maldito diccionario, en “hablar en nombre y representación de un grupo o de cualquier institución o entidad”

Si en el anterior batacazo el señalado fue un Javier Maroto que tuvo que empadronarse en Sotosalbos (Segovia) para tener una nómina a fin de mes en el Senado, ahora la purga le ha tocado a Cayetana Álvarez de Toledo. Un cese que molesta al ala dura del PP y les acerca, más si cabe, a Vox. No hay más que leer a los columnistas más conservadores para sentir lo que les duele la pérdida de la portavoz.

Resulta curioso que en esos análisis de la nueva extrema derecha se apele a la libertad individual de Álvarez de Toledo como un gran valor, que lo es, pero se obvie que hay cargos en los que al aceptarlos se renuncia precisamente a ella. Como, por ejemplo, el de portavoz. Si quieren que la diputada por Barcelona hable por sí misma, que la pongan como líder. Pero ser portavoz consiste, maldito diccionario, en “hablar en nombre y representación de un grupo o de cualquier institución o entidad”. Nada dicen los defensores de la pureza y graciosa libertad de la marquesa  de que la portavoz ha hecho una clamorosa dejación de sus funciones y ha hablado siempre en su nombre, no en el del partido. Un portavoz, guste o no, no tiene libertad para decir lo que piensa personalmente ya que representa a un grupo mayor. Claro que, en descargo de la marquesa, también habría que reconocer que no es seguro que ateniéndose a las posiciones de su partido hubiera tenido algo coherente que decir cada semana respecto a la anterior.

Pero aquellos a los que se les llena la boca con la palabra lealtad han olvidado que la labor de Álvarez de Toledo ha sido nefasta para el Partido Popular, que es su partido o al menos lo ha sido hasta ahora aunque sea de forma intermitente. Pero bueno, siempre hay quien antepone lo individual al colectivo. Se les suele ver estos días sin mascarilla. O defendiendo las presuntas fechorías de Juan Carlos I que, en su libertad individual, parece que se llenó el bolsillo con el dinero de otros. Pero esa es serpiente de otro día...

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