Ríndanse y entreguen inmediatamente sus armas los embozados cayetaners que en cansina procesión funeraria (¡uf!) han dedicado sus troneras mediáticas e ingente artillería de arcabuz a glosar la vida y milagros de la portavoz más útil a un gobierno de izquierdas de toda la historia del Partido Popular, lo cual, por cierto, tiene muchísimo mérito.
Tan útil instrumentalmente a la estrategia y relato del Gobierno ha sido la exportavoz que ha habido ocasiones en las que este modesto analista ha llegado a pensar que algún miembro de su equipo estaba a sueldo de Moncloa.
¿Que el Gobierno estaba acorralado porque el ministro Marlaska había sido pillado infraganti mintiendo en sede parlamentaria tras el chusco episodio que protagonizó a base de ceses y dimisiones en la cúpula de la Guardia Civil? Pues nada, doña Cayetana, en lugar de rematarlo desde su tribuna en el Congreso, salió en su socorro llamando 'terrorista' al padre de Pablo Iglesias. Alborozo generalizado en Moncloa y aledaños.
En sus peores momentos tenían la seguridad de que les bastaba con enseñar un trapo rojo para asegurarse de que doña Cayetana acudiera con la cuerna baja, presta al engaño para otorgarles oxígeno
¿Que el Gobierno, hundido por sus errores por la gestión de la covid-19, necesitaba un PP radical y montaraz con el que confrontar aparentando mansedumbre y moderación? Pues nada, doña Cayetana acudía diligente en su auxilio realizando acusaciones fuera de cacho, que dicen los taurinos, y además, con un lenguaje bélico digno de Catilina. Impecable técnicamente, pero desastroso en términos políticos.
Lo dicho, un verdadero chollo para los estrategas de Moncloa, que en sus peores momentos tenían la seguridad de que les bastaba con enseñar un trapo rojo desde el burladero para asegurarse de que doña Cayetana acudiera con la cuerna baja, presta al engaño y otorgándoles el oxígeno suficiente como para salir del paso.
Miren, bastante ventaja tiene el Gobierno, que dispone de un arsenal de recursos materiales, mediáticos y simbólicos tan abrumadoramente superior al del PP, como para además entregarle sin batalla el altavoz que supone el Congreso de los Diputados.
Una ciudadanía enfadada
Una superioridad tan abrumadora que en el año que doña Cayetana lleva como portavoz, el Gobierno ha disfrutado de un absoluto monopolio del relato sin que el grupo parlamentario popular haya sido capaz siquiera de balbucear una narrativa alternativa, un relato diferente comprensible por una ciudadanía asustada y enfadada ni a nivel cultural , ni político, ni sobre todo en relación a la covid-19, algo que no debería haber sido demasiado complicado dadas las chuscas credenciales que aporta el Gobierno que peor ha gestionado la crisis de toda Europa, que es el nuestro.
Esa es ahora la tarea del nuevo equipo de la oposición en el Congreso, disputar cada día y milímetro a milímetro el relato del gobierno utilizando tres herramientas de alta potencia política:
1.- Cooperar con el Gobierno en las políticas de Estado y en la gestión de la crisis, demostrando ser un partido que está preparado para asumir el Gobierno de forma inmediata.
2.- Competir con el Gobierno en cuestiones ideológicas y de gestión, demostrando que hay alternativas a sus políticas educativas, sanitarias, fiscales, económicas y sociales.
3.- Denunciar al Gobierno en sus mentiras, engaños y errores, que son legión, modulando el tono y la virulencia de las mismas dependiendo del momentum político.
Trincheras nacionalpopulistas
Tres artefactos dialécticos que deberían formar parte de la caja de herramientas de cualquier político de primera fila de los que Álvarez de Toledo solo ha demostrado estar ducha, y no del todo, en el uso del último de ellos.
Para Pablo Casado y su equipo queda una labor que me da la impresión de que ya ha comenzado, construir sin prisa una alternativa de gobierno moderada, fuerte, seria, integradora y de amplia base social. Un proyecto de país que sea capaz de salir de la crisis envuelto en una narrativa alejada de las trincheras de los nacionalpopulistas. Un relato de unidad que sea capaz de enfrentar la polarización y a quienes quieren ganar encaramados a ella.
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