Cuando discutir lo evidente se convierte en reto es momento de plantearse qué se ha hecho mal. Todo comenzó un día en que Pablo Iglesias le espetó de manera grosera y cargada de inquina a Cayetana que era una marquesa, trocando el sustantivo en adjetivo sucio y deleznable. Esta debió recordar lo que le dijo a Reagan el añorado Luis Escobar, QEPD, al ser presentado por Don Juan Carlos como marqués y artista: “A marquis you are or you are not, and that’s all. But an actor you are when you want a be.” Rápida, mortífera y veloz, tres señas de identidad de la casa, la por entonces portavoz del PP le replicó serenamente que si bien ella era marquesa, él era hijo de un terrorista, en alusión a la militancia del padre de Iglesias.
Añadamos que Francisco Javier Iglesias, progenitor del ex vicepresidente, ha reconocido que formaba parte del comité para la creación del FRAP. Luego, lógicamente, ha añadido que se limitó a repartir panfletos, pero cabe recordar que el FRAP, Frente Revolucionario Antifascista Patriótico, fue responsable de varios asesinatos. Uno puede no haber cometido delito alguno, pero cuando has fundado la Mafia, un suponer, es difícil que no deje de haber cierta responsabilidad en el asunto.
Y como llamar terrorista a quien ayuda a fundar un grupúsculo terrorista parece que no es decoroso, ahí tienen a Cayetana demostrando que la tierra es redonda y no plana, como quisieran los arlinquins, escondidos tras ese biombo hipócrita que oculta sus hechos, en palabras del gran Josep Pla. No deja de ser curioso ese pudor en los que tanto alarde hacen de su condición antifascista. Cuando conocí al presidente italiano Sandro Pertini en 1983, aparte de intercambiar opiniones acerca de la calidad de las pipas italianas y las británicas, me comentó que de lo que se sentía más orgulloso era de haber liderado a los partisanos italianos en Milán, donde la Republica de Saló tenía su epicentro, y de haber dirigido la insurrección de Florencia. Al preguntarle con la inconsciencia de mi juventud si había sido él quien detuvo a Mussolini y lo ejecutó, me miró sonriente y cambió de tema para ponderar de nuevo la calidad de la marca Savinelli, firma señera radicada en Milán que, como muchos saben, fabrica desde 1876 unas pipas estupendas que rivalizan con las Peterson o las Dunhill sin desdoro alguno.
Al comparar a personajes como él, con quien se podrá o no estar de acuerdo pero que carecen de doblez, con algunos supuestos antifascistas de aquí la decepción es total
Entendí lo que el presidente no quiso decirme, porque noté su orgullo de antifascista, este sí, de verdad. Al comparar a personajes como él, con quien se podrá o no estar de acuerdo pero que carecen de doblez, con algunos supuestos antifascistas de aquí la decepción es total. Si el padre de Iglesias hubiese dado un paso al frente diciendo “sí, yo fui un terrorista” nos habríamos ahorrado este sainete en el que la cosa va de que Cayetana le abone 18.000 euros, creo, y de hacerla quedar mal. Tampoco se hundiría el mundo si lo hubiese reconocido, porque a diario vemos asesinos etarras pavoneándose de no albergar el más mínimo remordimiento ante lo que eufemísticamente llaman “ejecuciones”.
Es el terraplanismo comunista, empecinado en negar que detrás de algunas ideologías no existe más que el crimen, la venganza, el odio y, posiblemente, un reduccionismo intelectual aberrante. Pero la tierra es redonda, gracias a Dios. Cayetana nos lo recuerda a diario con su inteligencia privilegiada, su maneras exquisitamente corteses, casi diría que británicas, su abrumadora erudición y esa sonrisa dulce de niña ilusionada con la que a veces regala a su interlocutor. ¿Marquesa? No, emperatriz.
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