Temporal fuerza 10 en la escala Beaufort en Prisa, el mayor difusor de ideología política de la Transición española. Desde mediados de 2015, buena parte del accionariado viene mostrando su preocupación por el deterioro de los resultados de un grupo que, desde hace tiempo, más o menos desde la muerte del fundador, se ha convertido en la finca de Juan Luis Cebrián Echarri, un predio que el susodicho maneja a su albedrío, sin el rigor exigible a un gestor profesional, y con el respaldo de un consejero delegado débil y plegado a sus deseos. En la estructura pétrea que antaño fue el imperio manejado con autoridad por Jesús Polanco, las grietas de una deuda impagable han ido configurando en los últimos tiempos dos bloques enfrentados, uno muy crítico con Cebrián, el formado por los accionistas que no se sientan en el Consejo de Administración y que encabeza el fondo Amber Capital, Telefónica, y los bancos HSBC, Santander y CaixaBank.
Cebrián, por su parte, cuenta con el respaldo del grupo mexicano IAMSA, dedicado al transporte de viajeros, propiedad de Roberto Alcántara, un hombre muy ligado al presidente Peña Nieto, que le fue presentado en su día por Antonio Navalón, desde hace tiempo residente en México, que posee el 8,9% de Prisa. Y desde luego la familia Polanco, a la que Cebrián ha hecho perder mucho dinero pero que, por algún extraño síndrome, tal vez el de Estocolmo, le sigue confiando el 17,5% del capital de su propiedad. En la misma línea se encuentra el inversor catarí Khalid bin Abdullah Al Thani con su 8,1%. En total, el grupo suma el 34,5% de Prisa, frente al 40% que controla el bloque “rebelde” liderado por Joseph Oughourlian, consejero en representación del fondo Amber Capital, primer accionista de la editora con un 19,5% del capital, y en el que se integran Telefónica y los bancos españoles que, respondiendo a la llamada de socorro de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, en 2014 acudieron al rescate de Prisa salvándole de la quiebra mediante la conversión en capital de la deuda bancaria.
En diciembre pasado, cuando ya los resultados del ejercicio 2016 amenazaban catástrofe, el grupo que lidera el armenio Oughourlian se citó con Cebrián para leerle la cartilla. Le acompañaban César Alierta (Telefónica) e Isidro Fainé (CaixaBank). Reunión tormentosa. En la descripción que los críticos del amo de Prisa hacen de la situación salen a relucir expresiones tales como “desastre sin paliativos”, “pérdida de valor patrimonial”, “gestión temeraria”, “riesgo de quiebra”, “incompetencia”… y necesidad ineludible de que, para detener el deterioro del grupo, el famoso periodista elevado a los altares de la RAE debe ceder su poder ejecutivo a un nuevo consejero delegado que los dueños del capital quieren nombrar y que será el encargado de poner orden alterando el rumbo de colisión de la nave. El elegido es Luis Velo, antiguo alto cargo de Telefónica en la etapa de Villalonga y más recientemente responsable de contenidos en Movistar TV.
Cuando ya los resultados del ejercicio 2016 amenazaban catástrofe, el grupo que lidera el armenio Oughourlian se citó con Cebrián para leerle la cartilla. Le acompañaban César Alierta e Isidro Fainé
Pero Cebrián se defiende como gato panza arriba y dice que verdes las han segado, que no piensa ceder un ápice de su poder y mucho menos aceptar el nombramiento de un nuevo CEO. Sintiéndose vejado por la sola posibilidad de que alguien, ni más ni menos que los dueños del capital, le discutan su derecho de pernada perpetuo sobre Prisa, Juan Luis pierde los nervios y asegura que el grupo jamás podrá prescindir de quien es su gran baluarte, el garante de su futuro, incluso la salvaguardia de la continuidad de la democracia en este país. La clave del arco de ese edificio llamado España. “Me apoya el PSOE y me apoya la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría”. Y ante el gesto perplejo de los reunidos, se encara con ellos y les lanza con desdén sobre la mesa un ejemplar de sus recientes memorias: “A ver si os enteráis de con quién estáis hablando”.
Obligados a trabajar contra reloj
Pero semejante ataque de arrogancia no consigue alterar la marcha de los negocios de Prisa y sus resultados, muy negativamente afectados este año por el decreto sobre el impuesto de sociedades que Montoro dio a luz el pasado diciembre, pero sobre todo por la imposibilidad de vender su principal activo, la editorial Santillana, el único salvavidas que le queda al grupo para reducir deuda, por el que Cebrián reclama 2.000 millones pero por el que aparentemente nadie ha ofrecido más allá de los 1.200 millones, lo que ha hecho que de momento todas las ofertas hayan sido rechazadas. Venta encallada que deteriora la situación financiera de un grupo cuya situación es apremiante, porque la banca acreedora ha vendido a fondos buitre los créditos bancarios más recientes que le han sido concedidos, lo que quiere decir que no podrá esperar su renovación a vencimiento, con el peligro añadido de que los tenedores de los mismos quieran recuperar su dinero en la fecha estipulada (parece que 2018) vía ejecución de los mismos. Una situación que obliga a trabajar contra reloj.
En este escenario, el primer choque se produjo el miércoles 15 de febrero en el marco de la reunión del Comité de Remuneraciones que debía concretar el bonus a percibir por los ejecutivos a cuenta del ejercicio 2016. Y para sorpresa de todos, Cebrián se presenta en la reunión dispuesto a defender a capa y espada la pasta que cobra del que fue primer grupo mediático español y que él mismo ha convertido apenas en la sombra de lo que fue. No está dispuesto a renunciar a ese dinero a pesar de no haber alcanzado los objetivos propuestos para el ejercicio, ello entre voces que le piden abandone una reunión en la que estatutariamente no puede estar presente. El incidente es ya una declaración de guerra entre las partes. Por primera vez en la historia de Prisa, Cebrián se da cuenta del peligro que corre teniendo en frente a un grupo dispuesto a exigirle cuentas y, si pueden, cortar su cabeza. Y entonces acelera una operación destinada a apuntalarle, una especie de golpe de mano que piensa protagonizar en la reunión del Consejo a celebrar el viernes 24 de febrero. Se trata de utilizar al mexicano Alcántara como ariete capaz de reforzar la posición accionarial del bloque que le apoya. ¿Cómo? Mediante la compra por el grupo IAMSA de la deuda junior de Prisa, en una operación de un montante aproximado de 500 millones, diseñada por JP Morgan.
La banca acreedora ha vendido a fondos buitre los créditos bancarios más recientes que le han sido concedidos, lo que quiere decir que no podrá esperar su renovación a vencimiento
Operación que no llega a presentar en el Consejo. Demasiado verde aún. La víspera del mismo, Madrid se pobló de rumores según los cuales en Prisa se disponían a cortar la cabeza del famoso Cebrián, el jetudo rey del mambo patrio, y también la de su consejero delegado, José Luis Sainz. Porque de eso iba el Consejo, de cepillarse definitivamente a Juan Luis, un rumor que a última hora de la noche se desvaneció. “Este cínico ha conseguido convencer de nuevo a buena parte del Consejo de que él no es el culpable de nada, que el responsable del naufragio del grupo es el CEO, su íntimo amigo Sainz, que no sabe, que no se dedica, que le gustan los tragos… de modo que mañana se someterá a votación el cese del consejero delegado”, farfullaba perplejo aquella noche uno de los accionistas.
Ni siquiera eso. Ni siquiera Sainz resultó sacrificado. El Consejo, tras escuchar que Prisa perdió 68 millones en el ejercicio 2016 (frente a un beneficio de 5,3 millones el año anterior), con ingresos de 1.358 millones (1,2% menos que en 2015), y que la deuda a 1 de enero era de 1.486 millones (recorte de 173 frente a los 1.659 millones de enero de 2015), se tuvo que conformar con dar la batalla de la remuneración de los ejecutivos asestando una buena rebanada al bonus de Cebrián, que quedó recortado en un 30%, como el de Manuel Polanco, vicepresidente, y el propio Sainz. En la documentación remitida por Prisa a la CNMV el propio aludido explica así el lance: “Sin embargo, y puesto que el Sr. Cebrián ha acordado voluntariamente con la Compañía que la retribución variable anual correspondiente al ejercicio 2016 sea reducida en un 30%, la retribución devengada por el mencionado concepto es de 691.472 euros”, cifra que, sumada al millón de sueldo fijo y otros devengos, hace un total de 1.762.000 euros cobrados por el prenda (2.061.000 en 2015). Y por primera vez en la historia del grupo cuando se trata de la remuneración de los ejecutivos, cuatro consejeros se abstienen y uno vota en contra.
Hasta los mismísimos de Cebrián
El Ebitda de Onda Cero es equivalente al de la cadena SER, y el de El Diario Montañés, El Correo y El Diario Vasco (los tres del grupo Vocento), es superior al de todo el grupo Prisa. Pero Cebrián no se va ni con agua hirviendo. Es la costilla de Adán. La columna vertebral del sistema. Yo soy el garante de la democracia española. Yo, las instituciones. “Me apoyan el PSOE y la vicepresidenta del Gobierno”, sostiene sin atisbo de rubor. Le apoya mayormente Alfredo (Pérez Rubalcaba) y Soraya. Ni siquiera Felipe se atreve ya a sacar la cara por él. Pero sabe que su hora se acerca. La pelea se traslada a la Junta General, aunque lo más probable es que bancos y banqueros intenten un arreglo previo para acudir a la misma con los deberes hechos. Todos están hasta los mismísimos de Cebrián, empezando por Amber, pero el primer accionista no debería confiar mucho en esos poderosos socios españoles suyos, muy capaces de hacérselo en los pantalones en cuanto el de Prisa, a su conocida usanza, empiece a repartir estera desde las páginas de El País.
Va a ser divertido ver a Cebrián poniendo de chupa de dómine a quienes en 2014 salvaron la vida al grupo con el apoyo del Gobierno Rajoy. El académico no conoce otra forma de comportarse que la utilización a lo Corleone de aquel “Cañón Bertha” que tan buenos servicios prestó en su día a don Jesús. Gracioso será ver también a Soraya ayudando de nuevo a Cebrián, que no se entere Mariano, a alcanzar con vida la playa del cierre del ejercicio 2017. Dispuesto a seguir forrándose mientras el cuerpo aguante. Mientras Prisa y la familia Polanco, con sus acciones pignoradas, lo sigan consintiendo. Cebrián ha terminado por convertirse en metáfora fétida de esa Transición que corrió entre la soberbia de una beautiful people dispuesta a dictar norma moral y el hedonismo de una izquierda caviar que ahora se apalanca a sotavento de un bar de madrugada ahíta de whisky de malta. Una izquierda progre que ha perdido la vergüenza y el sentido de la realidad. Copia en sepia del triste final de la Transición. “Aprended flores de mi/ lo que va de ayer a hoy/ que ayer maravilla fui/ y hoy sombra de mí no soy”, que dijo el vate cordobés.
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