Opinión

Cena de empresa separatista

Irte a cenar con tus jefes y compañeros por estas fiestas es un deporte de riesgo que no es recomendable para gentes sensibles. Puede pasar de todo

En su momento, la muy burguesa y negociante Convergencia decidió que la práctica de sentar a tu mesa un pobre podía serle de utilidad. Ni cortos ni perezosos, Artur Mas, David Madí, Quico Homs y demás dirigentes del momento llamaron a las CUP. “Són dels nostres”, se dijeron, y sí, aunque sudorosos, con los dedos de los pies impúdicamente exhibidos en chancletas de zoco árabe y luciendo camisetas con eslóganes peregrinos, eran de los suyos; más exactamente, eran sus hijos, sus sobrinos o los hijos y sobrinos de un amigo.

Con los pobres cupaires sentados a la mesa de la oligarquía catalana del tres por ciento, bien podían decir los neo convergentes que el proceso era algo transversal y acusar así a los socialistas de ser unos españolazos de mucho cuidado. Ya ven, esos mismos socialistas que, al final, han acabado por ponerles un piso con calefacción central, servicio y vistas al mar. De todos modos, y porque siempre es mejor pecar por carta de más que por carta de menos, Mas se inventó aquella cuchufleta de la Casa Gran del Catalanisme, con el ex concejal de cultura del PSC Ferràn Mascarell al frente. Con la suma de todo esto, una Esquerra que por entonces aún mariposeaba alrededor del pujolismo y los mediáticos de siempre, las cenas de empresa de la razón social Herederos del Pujolismo, Sociedad Ilimitada, cobraron una vitalidad jamás vista hasta aquel instante. La llegada del colectivo Súmate, integrado por castellano parlantes, fue la guinda final. Ara sí que som plurals, decían satisfechos los mandamases nacional separatistas.

Todo eso no gustaba ni poco ni mucho ni nada a la familia Pujol. Ya se sabe que Marta Ferrusola se entristecía cuando sus hijos, de pequeñines, se lamentaban delante de ella diciendo que no habían podido jugar con ningún otro niño en el parque porque todos eran castellanos. Tanta gente distinta alrededor de la misma mesa, incluyendo ¡oh, horror de los horrores! individuos que hablaban en español no era plato de gusto para la matriarca catalana de los misales. La escudella de Nadal y los canalons de Sant Esteve solo están destinados a paladares hechos a cantar El Virolai y a recitar de carrerilla Els sots ferèstecs. A ver si con tanto sentarlos a cenar con nosotros se van a coger confianzas que no les pertocan, debía pensar la buena señora.

Tanto CDR, tanto GAAR, tanta Bandera Negra, tanto Arran había colapsado la mesa navideña y, parafraseando a Celia Cruz, no había manteles para tanta gente

Y de aquellos polvos vinieron estos lodos, porque este año todo parece indicar que la cena de empresa del gremio de la estelada volverá a los antiguos cauces de orden, asientos reservados y plazas limitadas. Es lógico. Han proliferado tanto las siglas y organizaciones que uno tiene que andarse con mucho ojo a la hora de discernir a ver a quien sientas a tu lado en tan señaladas fechas.

Tanto CDR, tanto GAAR, tanta Bandera Negra, tanto Arran había colapsado la mesa navideña y, parafraseando a Celia Cruz, no había manteles para tanta gente. Torra ha tenido que tomar la drástica decisión de limitar el número de comensales en la cena de empresa separatista de este año. Los de Junts per Catalunya, los de Esquerra y, a lo mejor, algún podemita o sociata. Y pare usted de contar, porque para pagar la minuta se tendrá que acudir al Fondo de Liquidación Autonómica, que en la Generalitat están caninos y solo se sostiene porque el Estado, vulgo los contribuyentes, apoquinamos miles de millones para que el separatismo continúe feliz y contento colgando lacitos amarillos en dependencias oficiales sin que pase nada.

Muchos indepes ya no serán invitados, porque, una vez cumplida su misión de comeniños, de coco de cóctel Molotov y pedradas a la policía, están amortizados. Siempre he sostenido que el proceso era un movimiento dirigido por políticos y que la idea de que era un movimiento que iba de abajo arriba era más falsa que un duro sevillano. Se ha cumplido el pronóstico. Los de siempre, la casta nacionalista, ya no precisan los servicios de esa pléyade de criados, sirvientas, chóferes, jardineros y valets de chambre que hasta ahora les habían seguido como perritos paulovianos. Acaso les permitan sestear debajo de los manteles, con un ojo abierto a ver si cae algún muslo de ave a medio comer o un trozo de pan mordisqueado inapetentemente por un prócer, poco más. Se acabaron los abrazos entre Mas y el cupaire David Fernández. Ahora con quien toca darse palmaditas en la espalda es con el PSOE y con el Foment Nacional del Treball. Waterloo era, como no podía ser de otra forma, una barraca de feria hábilmente camuflada de gesta heroica.

Este año no habrá cena de empresa para los radicales. La nomenclatura neo convergente se los ha quitado de encima. Nadie del Govern estaba en las algaradas del viernes, ni dijeron una palabra sobre lo que pasó en la calle o criticaron a los Mossos como hizo Torra no hace demasiado. La policía autonómica carga contra los ex aliados del Govern y este no dice ni mú. Normal, los invitados a la cena ahora son otros.

 

Miquel Giménez

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