Opinión

De cena con Milei

El insaciable apetito de la libertad

El presidente de Argentina, Javier Milei, llega a una cena de la asociación Juan de Mariana
El presidente de Argentina, Javier Milei, llega a una cena de la asociación Juan de Mariana. Gustavo Valiente / Europa Press

De los numerosos liderazgos que han ido surgiendo en todas las latitudes de lo que antaño conocimos como la civilización del occidente cristiano, sólo el de Javier Milei ha alcanzado la condición de auténtico fenómeno social de alcance internacional. Ciertamente, pocos podían confiar a estas alturas en que la gran nación argentina, sumida en el socialismo peronista desde hace siete décadas, podría quitarse la losa y siquiera atisbar la idea de levantar vuelo.

En nuestro país, la Madre Patria, o sea, la Matria a la que apelaba en una de sus innumerables pavadas Yolanda Díaz, las palabras del presidente Milei han tenido un eco amplificado —no ya por la radicalidad de la que hace gala Milei— sino por un interés electoralista en un momento de especial debilidad en el propio partido socialista. 

De ahí que la segunda visita a nuestro país de quien es considerada por el gobierno del Master Puppeter como persona non grata, estaba llamada a ser todo un acontecimiento desde que se anunció.

La tarde era espléndida para sacar a relucir el flâneur que uno lleva dentro y caminar sin prisa, Alcalá arriba rumbo al Casino de Madrid, a unos cientos de metros de donde el mandatario argentino estaba siendo condecorado por el olfato de Isabel Díaz Ayuso —siempre un paso por delante de los suyos— en la Real Casa de Correos. Una autentica  tocapelotas, que dirían los porteños. 

A medida que te acercabas al coso de la Puerta del Sol, y al igual que en los prolegómenos de las grandes tardes de la Monumental, la animación del personal era palpable y costaba abrirse paso ante lo que parecía una aglomeración propia de La Tienta o de Casa Leandro (un brindis al cielo por el gran galerista que se nos fue un día antes). 

La curiosidad por la curiosidad ajena, placer confesable donde los haya, se vio súbitamente alterada por un «¡Fascista de Mierda!» por el que, de entrada, no me sentí identificado, como es natural, pensando que estaba dirigido a algún conciudadano con la bandera de España en la corbata o así, hasta que caí en la cuenta de que —efectivamente— en la España de hoy, fascistas somos todos los del ‘otro lado del muro’ que construyen con inusitada laboriosidad los miembros del gabinete presidencial.  

Lo que confieso que no me esperaba era el nuevo advenimiento de las chicas Femen, que deben ser algo así como el batallón de las torpes del feminismo, en el que nunca se integraron las que aspiraban a sumarse a la casta (la única, ya ven, la pobre de la capilla de la Complutense, a la que enseñar el cruzado mágico sólo ha llevado a ser concejal del antaño poblachón manchego, hoy motor económico de la península antaño conocida como España).  Las Femen de ayer, ahora eran otras, claro, (las del 15-M se las llevaron las mareas) pero las domingas anti lujuria siguen siendo marca de la casa. Como los mensajes de “Caviar y Fascismo” que adornaban unos frontispicios necesitados urgentemente de lonas y andamiaje. En conjunto los sans-culottes ni eran muchos ni muy fieros, y fueron apartados por las fuerzas del orden de muy buenas maneras.

Al otro lado de la calle, a ambos lados de la Puerta de Cuadrillas formaban los incondicionales del diestro que iba a hacer el paseíllo, mientras los invitados por el Instituto Juan de Mariana íbamos esperando turno para acceder al coso. Allí nos esperaba Manuel Llamas, su flamante director, junto a un eficaz equipo que funcionó como un reloj pese a la evidente dificultad de recibir a los 500 invitados, que serían distribuidos en dos salas llenas hasta la bandera, cada uno en una mesa con nombres de grandes referentes del pensamiento liberal, la de Milei, Rothbard, como no podía ser de otra forma). 

Maestros en una gran velada

El cóctel fue un ir y venir de saludos y abrazos, en el que abundaron los selfies con los maestros españoles: Pedro Schwartz bromeaba con el peso del galardón (la cabeza de Juan de Mariana que él ya recibió hace años) junto a su discípulo amado Carlos Rodríguez-Braun, autor de un recomendable libro sobre el pensamiento de Milei. En otra esquina departían los dos mayores exponentes del liberalismo mediático, Daniel Lacalle —cuya incesante actividad tanto en redes como conferencias y televisiones internacionales es digna del mayor elogio— y Juan Ramón Rallo (quien se acerca al millón de suscriptores en YouTube). Rubén Manso, nuevo presidente del Centro Diego de Covarrubias, con Vicente Boceta, su antecesor, departían con un servidor, fundador del Covarrubias y muy en sintonía con sus postulados. Inquieto como siempre, Diego de la Cruz, iba repasando lo que estaba por llegar de cara a su papel de MC, Maestro de Cremonias, en el que brilló con luz propia.

Álvaro Vargas Llosa me confirmaba que su padre lleva resignadamente la frustración de no poder escribir, aunque se consuela con poder leer, que no es poco. Al fin y al cabo, Borges nos dijo que uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que lee.

Las conversiones al liberalismo son muy diversas. La mía venía abonada porque, antes de la democracia, mi tío Ignacio Camuñas, a sus treinta y pocos años, ya era  vicepresidente de la Internacional Liberal, pero fue en mis primeros años en EEUU, gracias a Ronald Reagan y sus mentores intelectuales más activos e inmediatos, Bill Buckley (National Review) e Irving Kristol (The Public Interest y The American Interest) a través de los que me empapé del liberalismo conservador: Más tarde sería Lorenzo Bernaldo de Quirós —cuya voluntaria ausencia ayer fue sentida—quien me introdujo en el grupo Tomás de Mercado de tan grato como lejano recuerdo. 

La de Bryan, un santanderino que venía del taoísmo, la lectura de ‘Socialismo, cálculo económico y función empresarial’ del profesor Huerta de Soto supuso una auténtica Epifanía. Bryan, también conocido como el Dandy de Cantabria viste ropas del siglo XIX, con casaca, calzón y corbatín propios de Lord Byron, en homenaje a David Ricardo o a cualquiera de los liberales clásicos. 

Su discurso se escucha en todo el mundo y preocupan al Mainstream más de lo que parece (Le Monde titulaba en su portada del día anterior el “inquietante éxito del presidente argentino ‘antisistema’)”

Si el fluir de los conversos del estatismo hacia la economía libre no ha dejado de crecer con cuentagotas, las conversiones que ha propiciado el Fenómeno Milei han sido masivas y han ido mucho más allá de la tierra de Gardel. Su discurso se escucha en todo el mundo y preocupan al Mainstream más de lo que parece (Le Monde titulaba en su portada del día anterior el “inquietante éxito del presidente argentino ‘antisistema’”)

Jesús Huerta de Soto, ‘el profesor’ de Milei, dominaba la escena desde los escalones superiores como el gran triunfador de la noche que era y estaba dispuesto a demostrar más tarde, mientras firmaba libros y se hacía fotografías con los muchos jóvenes que poblaban el recinto. También con los veteranos del gremio, que esa noche aparcaron las enconadas disputas de la gran familia liberal para celebrar su primer éxito colectivo en muchos años.

Hablando de libros, no podía faltar Roger Domingo, editor de las obras de la nueva hornada de liberales españoles y el del propio Milei (del que me regaló un ejemplar), y del libro Retorno al Patrón Oro, de Juan Manuel López-Zafra, que entregó al presidente a la entrada y del que estuvo hablando en otro momento de la cena. Otro autor superventas, Federico Jiménez Losantos saludaba de especial buen humor a la variada concurrencia, entre las que estaban el gran Gerardo Bongiovani, abogados y columnistas destacados como Guadalupe de la Vallina, profesionales del periodismo y los public affairs como la inquieta Irune Ariño, economistas José Luis Moreno Casas, gamers


Una hora más tarde, y representando a las diferentes Think Tanks, fuimos enchiquerados en dos salas más pequeñas con la maestría propia de Florito, función que corrió a cargo de una Ana Martín con mucho oficio a sus espaldas, ya que incluso logró poner los rebeldes liberales en fila y calladitos, o casi, porque hubo carcajadas cuando se vio que Javier Fernández-Lasquetty y Juan Bravo estaban en la sala contigua y alguien soltó “¡Allí han puesto a los socialdemócratas!” sin reparar en que en la nuestra (concretamente a mi derecha y a mi izquierda) estaban Santiago Abascal y Hermann Tertsch. De hecho, la inmaculada White Jacket del eurodiputado de Vox fue blanco de reiterados llamamientos para el regreso de su formación política a la senda de la libertad, que ambos aseguraban no haber abandonado.

La espera del nuevo astro argentino, se hizo larga; muy larga. Tanto que alguien evocó ‘El ángel exterminador’ de Buñuel, donde los invitados a no se atreven a salir de la casa donde se suponía iba a tener lugar una cena que nunca llegó a celebrarse. Empezamos a pensar que el resto de los invitados ya habrían empezado a dar cuenta del completo menú elaborado para la ocasión por Paco Roncero, pero estábamos equivocados: unos y otros estábamos en ayunas. Más de una hora después,  el presidente hacía su aparición en carne mortal, con los ojos chispeantes y un llamativo desaliño indumentario (la camisa se le había salido del pantalón tras los incontables abrazos y el frenesí popular a la entrada del Casino en medio de gritos de “¡Libertad!”. Bien calzado, con camisa violeta, corbata negra y sus inseparables papeles a modo de Capote de Paseo, fue saludándonos uno a uno mientras nos presentábamos, con una especial parada para abrazarse con Abascal y, sobre todo, con Jesús Huerta de Soto, quien parecía querer calmarle a la espera de ulteriores efusiones.

Su entrada en el Salón Real fue recibida igualmente con sonoras llamadas a la libertad que evocaban a otros tiempos.

Sin concesiones a su versión más radical

Pero la cena de anoche no era para hablar de gastronomía. Ni siquiera de política, sino de economía, de reformas estructurales, de resultados concretos. Y de eso versó el discurso: Profesoral y detallista, con apenas concesiones a su línea más radical, salvo inevitables invectivas al zurderio y alguna confesión sobre lo hablado con Elon Musk, ambos en completa sintonía con la ardorosa defensa de la vida de los no nacidos, a quien el magnate, padre de familia numerosa, recordó la importancia de la procreación y que sus cinco hijitos de cuatro patas no valían para la multiplicación a la que nos exhortan desde lo Alto.

El momento álgido de la noche se produjo tras el encendido discurso de Huerta de Soto en defensa de la Escuela Austriaca, que en puridad debería llamarse Escuela Española, en honor a Juan de Mariana, y el descubrimiento de un gran cuadro con la efigie de su alumno, que emocionó e hizo llorar de ilusión al pupilo como si de un niño se tratara (“Los hombres que no lloran de emoción, lloran de miedo” decía Rene Lavand, otro célebre bonaerense, manipulador de naipes a una sola mano).

La velada fue larga, aunque no tanto como el proceso que parece adivinarse sobre la imprescindible reformulación de un orden mundial manifiestamente agotado y caduco, en el que los partidos clásicos han ido desapareciendo de la escena, mientras crecen los nubarrones de una tormenta que amenaza con desguazar cualquier atisbo de libertad.

Frente a ellos, hay quienes apuntan bastante más allá de una mejor gestión económica y las prometidas bajadas de impuestos, proponiendo una doctrina filosófica y moral basada en la libertad del individuo por encima de su concepción como Homo Economicus y evitar que sea incapacitado para alcanzar su plenitud como ser humano. 

Con una dinámica de solidaridad recíproca que dote de sentido a nuestra existencia como civilización portadora de unos valores trascendentes

Las sociedades occidentales necesitan revitalizarse a través de ideales y aspiraciones que las cohesionen más allá del lenguaje del éxito y la gratificación instantánea. De empeños colectivos ilusionantes y esperanzadores que animen a comprometerse valiente y generosamente con una dinámica de solidaridad recíproca que dote de sentido a nuestra existencia como civilización portadora de unos valores trascendentes. 

De todo ello habla Javier Milei, y por eso se le escucha con atención allá donde va: Porque aumenta el profundo anhelo de libertad que anida en la conciencia del ser humano y nos recuerda los peligros de dejar en manos de terceros nuestro porvenir. Porque nos recuerda que estamos vivos y tenemos una vida que vivir de acuerdo a nuestra dignidad y nuestras convicciones. Porque el Estado no se creó para otorgarnos derechos sino para proteger los que ya tenemos desde que fuimos concebidos. Porque el futuro es tan incierto como grandioso para entregarlo a quienes no lo merecen. Porque, en palabras de Julio Cortazar, “Nada está perdido  si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”.

¿Quieres participar en la conversación?

  • C
    chavalucodelnorte

    Ese Bryan creo que sé quién es. Siempre viste así por la calle y a veces lo veo cuando voy al trabajo. No sabía que se movía por esos círculos

  • K
    Karl

    La libertad, cuando enraiza, crece deprisa.
    __
    "Liberty, when it begins to take root, is a plant of rapid growth."
    ~George Washington

    • K
      Karl

      La libertad se puede extinguir en una generación. Al igual que el dominio del fuego, no se transmite por vía genética. Por ello cada generación tiene que luchar por ella, protegerla y transmitir su valor, o llegará el día en el que sólo recordarán entre lamentos cómo era antes, cuando eran libres.
      ___
      "Freedom is never more than one generation away from extinction. We don't pass it to our children in the bloodstream. It must be fought for, protected, and handed on for them to do the same, or one day we will spend our sunset years telling our children and our children's children what it was once like in the United States where men were free."
      ~Ronald Reagan

  • K
    kunst

    Y ¿qué hay de "Manolo el del bombo" ? Creo que en su apabullante ristra de aplausos y elogios varios, se le ha olvidado.