Evidentemente debería ser de clase alta, a ser posible rentista para no sentir pánico a esa crisis económica que ya podemos casi tocar; debería vivir en un entorno privilegiado, como, no se, el barrio de Salamanca de Madrid; debería por supuesto ser madrileño o en su defecto catalán (me complace comunicarles que los vascos desde el final de ETA volvemos a ser nobles y campechanos en el imaginario colectivo español); debería vestir chaleco acolchado de caza sin que haya traza alguna de ciervos o jabalíes en los alrededores; y sobre todo debería decir en voz muy alta barbaridades incomprensibles (socialcomunista, feminazi, venezuelización, dictadura progre) cuando alguna tele te pregunta. Y debería hacer todo esto con el acento y la brillante vocalización que tenía Tamara Falcó antes de pasar por el logopeda.
Banderas rojigualdas
Si a lo que sale de esa interesada descripción le ponen ustedes en las manos una bandera de España y un Iphone 11 en el que suene a tope de volumen el desagradable “clan-clan-clan” de una cacerola (por si no lo sabían, les informo que las caceroladas de 2020 se hacen dándole al play en el móvil en lugar de teniendo que bajar desde casa elemento alguno de menaje), ya tiene ustedes a uno de los personajes más detestados por ese español medio, que aunque a algunos les parezca sorprendente e incluso exótico, ni vive en Madrid, ni tiene bandera rojigualda en casa, ni piensa en el gobierno a diario, y que en cambio tiene pánico a que el abuelo se contagie, el padre pierda el trabajo y la niña, que acaba de comenzar a trabajar, tenga que pasar por un ERTE.
Ese españolito o españolita media se considera de centro-izquierda, trabaja como asalariado por cuenta ajena, le gustan los reality shows de telecinco, añora la Liga de fútbol, juega a la bonoloto para “tapar agujeros”, tiene una hipoteca y siente una profunda mezcla de odio, de desprecio y de miedo cuando ve a esos tipos de los chalecos y a esas nancys rubias que indiscutiblemente viven mejor que él saltándose las normas sanitarias que él cumple escrupulosamente cada día y que además ponen en peligro la salud de los suyos.
Un Gobierno en el que cada uno de sus socios comenzaba a hacer la guerra por su cuenta en una carrera que dejaba sus vergüenzas políticas al aire
Ni el sueño más húmedo del asesor más enloquecido de Moncloa hubiera sido capaz de parir un guión más propicio para Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus intereses que encontrarse frente a ellos y gritando en las televisiones a un compendio más completo de lo que más detestan los españoles. Y además gratis.
Miren, hace solo dos semanas teníamos un Gobierno desfondado, desarbolado y superado por la gestión política de la crisis. Un Gobierno en el que cada uno de sus socios comenzaba a hacer la guerra por su cuenta en una carrera que dejaba sus vergüenzas políticas al aire, mientras trataban de apuntarse tantos por debajo del tapete y culpaban al otro de sus errores a través de filtraciones muy poco discretas.
Un gobierno que Continuaba en caída libre en las encuestas y del que comenzaban a desconectarse incluso las antenas mediáticas más adictas a ese suero de la eterna juventud que son el Boletín Oficial del Estado y las campañas institucionales.
El apoyo de Ciudadanos
Un Gobierno con dificultades tan serias para conseguir aprobar un nuevo estado de alarma que tuvo que inventarse una nueva geometría de apoyos que incluyera a una Inés Arrimadas cada día más ávida de diferenciarse del viejo y depuesto rey Rivera.
Esta semana en cambio, gracias a las manifestaciones chalequiles y al gusto de Ayuso por el calor de los focos la cosa ha cambiado radicalmente.
No hay nada más cómodo para un Gobierno como el que tenemos que disponer de un espantajo tan grosero y odioso como el que se produce a diario en la calle Núñez de Balboa para poner sobre ellos todas las cámaras y despertar en el resto de los españoles, que somos abrumadora mayoría, todos nuestros miedos atávicos a que las ideas que animan esa procesión de neandertales lleguen de nuevo al gobierno.
Dejar que la mano invisible de los telediarios actúe contraponiendo a un Gobierno que se preocupa por nuestra salud con unos tipos a los que solo les importa abrir su tienda de fascios redentores
Nada más sencillo para un Gobierno como el que tenemos que confrontar con esa colección de freaks gritones en lugar de tener que explicarse en el Parlamento ante una oposición que le pelee de verdad las credenciales democráticas y de Estado.
Nada más descansado para un Gobierno como el que tenemos que dejar que la mano invisible de los telediarios actúe contraponiendo a un Gobierno que se preocupa por nuestra salud con unos tipos a los que solo les importa abrir su tienda de fascios redentores, espadas toledanas y bruñidos yelmos cuanto antes.
En las pasadas elecciones ya vimos lo útil que era para el Gobierno disponer de un fantasma como Vox para dividir el voto del centro-derecha y llegar al poder. Ahora, además, podemos ver en las calles lo que significaría socialmente tenerles en el poder, y miren, da miedo.
Y el miedo, queridos amigos, es una de las principales razones por las que la gente acude a las urnas.
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