Tengo encima de mi mesa una preciosa edición facsímil del libro de Manuel Chaves Nogales A Sangre y fuego. Me hice con ella en 2004, cuando la publicó la Asociación de libreros de lance de Madrid, y fue la edición conmemorativa de la XXVIII Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid. Han pasado casi 20 años, pero recuerdo que cuando lo compré me senté a leer de nuevo el prólogo de la gran obra del periodista sevillano. Es difícil superar ese prefacio. Chaves Nogales le puso a su libro un subtitulo, acaso más definitivo que el título: Héroes, bestias y mártires de España. Fue un visionario desde el punto de vista de la historia. Y un periodista infinito en su manera de dar forma a hechos bestiales, pero, aunque parezca mentira, no exentos de humanidad y dignidad. Cada vez que leo esas palabras pienso en la excelencia de la que un hombre puede hacer gala cuando se trata de defender su libertad e independencia aun a costa de la propia vida.
Si hoy un joven, pongamos que japonés, llegara a España y quisiera saber qué fue lo que sucedió entre españoles de 1936 a 1939, le diría que leyera este libro, estas nueve historias o novelas cortas en las que la mirada desapasionada de un periodista pone delante de sus ojos una gran verdad: que la crueldad no tiene bando. Y tampoco la grandeza de espíritu. Y que la compasión es tan profundamente humana que no entendió jamás de ideologías, frentes y catecismos. También le diría que, si no tiene tiempo, leyera muy atentamente el prólogo. Apenas ocho páginas en las que el periodista sevillano cuenta su peripecia personal y su decisión de irse de España cuando constata en plena contienda que "había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros". Los hunos y los hotros, que diría Unamuno.
Dos directores de cine de gran solvencia se disponen a utilizar el manuscrito del periodista sevillano como fuente para un guion cinematográfico
Chaves Nogales dirigía el rotativo Ahora cuando estalló la Guerra Civil y siguió dirigiendo el periódico convertido a su pesar en “el camarada director”. Hacía ya algunos meses que "había visto convertirse en comunistas a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo". Ya digo, es muy difícil igualar la calidad de estas pocas páginas, desde luego más certeras y honestas que centenares de libros sobre aquel tiempo, aunque solo sea porque "cuento lo que y he vivido más fielmente de lo que yo quisiera".
Ochenta y seis años después de la publicación de A sangre y fuego, y a falta todavía de la película definitiva que nos cuente lo que sucedió en aquellos tres años, tan presentes todavía entre nosotros, dos directores de cine de gran solvencia se disponen a utilizar el manuscrito del periodista sevillano como fuente para un guion cinematográfico. Son Rodrigo Sorogoyen (As bestas) y Juan Antonio Bayona (El Orfanato), en el caso de este último con la colaboración de Agustín Díaz Yanes. Los dos cineastas de fuste y oficio tienen la responsabilidad de respetar un texto que para los españoles debería ser sagrado a medida que vamos acercándonos al siglo de los hechos que se relatan. Los dos tienen la oportunidad de darle a este país lo que ya tiene otras naciones, una obra cinematográfica que abra las miradas con inteligencia y destierre los relatos familiares -los demonios, en realidad-, que nos siguen acompañando.
Alguien escribirá sorprendido cómo fue posible que un propio que copió su tesis doctoral siguiera gobernando un país pese a que España entera conocía que era un fraude andante
Toda memoria es selectiva, y por lo tanto falsa. La de la Guerra Civil aún más. Y sin embargo, ahí está entre nosotros, presente por la fuerza de políticos aprovechados que sacan réditos de unos hechos que, espoleados por esa memoria, nos dividen y parten nuevamente en dos. Pobrecillo Pedro Sánchez, ¿sabía lo que decía cuando contaba que pasará a la historia por desenterrar un cadáver? ¿Ese es su mérito? No, no pasará a los libros por eso, por esa "huevada posturera a moro muerto", en palabras de Félix Ovejero. Antes que eso, alguien hablará de él para explicar el destrozo institucional, la fractura social y la enorme polarización que sometió a los españoles con tal de mantenerse en el poder. Y antes que eso, alguien escribirá sorprendido cómo fue posible que un propio que copió su tesis doctoral siguiera gobernando un país a sabiendas de que España entera ya conocía que era un fraude andante sentado en la presidencia del Consejo de ministros. Sólo un pueblo anestesiado y distraído puede soportar semejante infamia elaborada con arte, y sigo citando a Ovejero, a base de narcisismo, psicopatía y maquiavelismo.
La mejor manera de no caer en la trampa de quienes quieren que sigamos viviendo sucesos de hace noventa años porque a ellos les interesa, y porque así creen que olvidaremos sus pactos repugnantes con nacionalistas que han hecho desiguales e imperfectos a este país, es leer A Sangre y Fuego. Les aseguro que transitará de la confusión a la claridad, y también que, una vez leído, no volverá a ser el mismo.
Tiene gracia que haya sido un diputado socialista, hijo de guardia civil, el que haya traído recientemente a Tejero al Congreso. En realidad, tiene algo más que gracia
Pensar que el libro del gran periodista, epítome de la silenciada "tercera España" que no quiso a las dos extremas, lo han leído los que se sientan en el Congreso es mucho pensar. Y si así fuera, no se han enterado aquellos que hoy crispan y polarizan la vida política con los fétidos aromas del 36. Tiene gracia que haya sido un diputado socialista, hijo de guardia civil, el que haya traído recientemente a Tejero al Congreso. En realidad, tiene algo más que gracia, pero para qué malgastar las palabras.
Polarizan porque saben que así excitan conciencias y memorias. Y recuerdos con sabor a naftalina. Y porque saben también que, con ese siniestro bagaje, todavía hay quien se acerca a una urna, a un colegio electoral. La última encuesta que ayer dio a conocer El Mundo anuncia el hundimiento del partido de Sánchez, que muchos altos cargos y militantes llaman PSOE, y tantos votantes ya no reconocen con ese nombre.
Una vez más hay que recordar que las encuestas no votan. Este año que comienza será el año de la gran crispación - ¿aún más? -, que ahora llaman polarización. Uno espera cabeza y memoria de lo ocurrido aquí desde que el fraude en forma de tesis doctoral, pero no solo, gobierna España. No caiga en la trampa. No permita que lo machaquen con sucesos que ni ellos conocen, ni vivieron ni, a lo que se ve, han estudiado. La independencia de criterio es uno de los grandes logros de una sociedad libre. Deje que le regalen en la noche del día 5 el libro de Manuel Chaves Nogales. Sin duda el ejercicio más certero para sentir los efectos balsámicos que conlleva el criterio propio e independiente. El mejor antídoto contra aquellos que falseando la historia quieren mantenerse en el poder.
Como suele suceder, lo que no fue es quizá lo que más ajustadamente define lo ocurrido. Bienvenido sea 2023, y bienvenidas las dos películas que prometen Sorogoyen y Bayona.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación