Opinión

Ni Chávez vive ni la lucha sigue

Errejón ha hecho de la autoimpugnación (“En Venezuela [antes de Chávez] la gente no hacía tres comidas al día”), una forma de supervivencia

La peripecia moral de Íñigo Errejón invierte los términos de la de Ulrich Sanders, el hombre sin atributos de Musil. Mientras éste, idealista sin tacha, preserva sus cualidades en ‘stand by’ por temor a que un (solo) compromiso termine por cercenar su integridad (la barbarie del especialismo, en palabras de Ortega); el antiguo colíder de Podemos inaugura el mundo con cada amanecer, en la convicción de que su charlatanería es una mera herramienta adaptativa. Si el primero se retrae ante la posibilidad de erigirse en un hombre de acción, el segundo da rienda suelta a su instinto de poder sin embozo ninguno, escamoteando a discreción su trajín declarativo. ¿Está seguro de que desea borrar este tuit?, debió de preguntarle, un suponer, el algoritmo, a lo que Errejón pulsaría ‘sí’, afirmación que fue horadando su pasado, a menudo tan obscenamente inmediato que, parafraseando a Cayetana Álvarez de Toledo, no podía implicar sino el borrado de sí mismo. “En Venezuela [antes de Chávez] la gente no hacía tres comidas al día”. No sólo.

El antiguo colíder de Podemos inaugura el mundo con cada amanecer, en la convicción de que su charlatanería es una mera herramienta adaptativa

«Preocupado como español y demócrata. La espada ha pesado más que la balanza. Nefastas consecuencias. El indulto sirve para corregir errores» (2 de noviembre de 2017). «Como gritábamos en los 20N de antaño, nazi de día, de noche policía.) (18 de febrero de 2017); «13.12 #acab [sigla de ‘all cops are bastard’, ‘todos los policías son unos cabrones» (13 de diciembre de 2012). Sí, sí, sí. Y así, río arriba, a golpe de ‘delete’, ir descubriendo con Larra que lo que no se puede decir no se debe decir. Hasta hacer de la autoimpugnación ‘in progress’, aunque en un sentido contrario al de Sanders, matemático infructuoso de Kakania, una forma de supervivencia. Con el viento a favor de un siglo en que ni la vergüenza ni la verdad son lo que eran.

(Coda. Carlos Marx: “Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”.)

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