Hace unos años explicaba a mis alumnos el modelo de crecimiento por etapas de Lewis. Aunque es un modelo algo más complejo de lo que pudiera parecer, al menos en la parte técnica, es mucho más sencillo explicarlo sin pizarra que con ella. Sin embargo, no se preocupen que no les voy a molestar en estas líneas dándoles una clase que no han pedido. Lo que sí quiero es aprovechar su sencillez para trasladar una idea muy interesante que creo puede ayudarles a entender algunas “megatendencias” económicas de las últimas décadas y que puede estar detrás de algún cambio estructural relevante que afectará, con bastante probabilidad a la futura (hablo de largo plazo) evolución de la inflación.
En un artículo muy interesante compartido por las redes sociales hace unos pocos días y escrito por Michael Spence para Project Syndicate, se recordaba algunas de las posibles consecuencias previstas por el citado modelo. Este modelo, para entendernos, explicaba de forma endógena, es decir, mediante un proceso dinámico, autogenerado y sostenido, cómo se sucedían las distintas fases de crecimiento y desarrollo de una economía. Así, por ejemplo, la reciente historia de transformación económica española, siglo XIX y XX, se ajusta muy bien a las tesis del modelo, pues en este se explica cómo un país agrario con un ejército de trabajadores dispuestos a emigrar a la ciudad por un salario mayor que al que optan en el campo podía convertirse en una fuerza de cambio a partir del impulso del sector industrial y, más delante, del de los servicios. Lo único necesario para que la chispa del cambio prendiera y se iniciara esa transformación era la disponibilidad de recursos para invertir y crear un capital “industrial” que acomodara y complementara a esta fuerza laboral que llegaba a la ciudad en cantidades suficientes y, lo más importante, a coste bajo.
Este proceso, obviamente, genera un cambio estructural profundo. Eleva la productividad, termina por generar mejores y mayores salarios, y por otros mecanismos que no voy a mencionar, eleva los ingresos del conjunto de ese país. Así, dicho cambio termina por desarrollar al país y a su sociedad.
El proceso de maduración de una nueva economía industrial se basa, según este modelo, en la existencia de una fuente barata de trabajo, que es el trabajador agrario que emigra del campo a la ciudad"
Sin embargo, si el tamaño y las relaciones comerciales de ese país con el resto del mundo son lo suficientemente grandes, entonces las consecuencias de su desarrollo claramente trascienden al mismo. Como he comentado en los párrafos anteriores, el proceso de maduración de una nueva economía industrial se basa, según este modelo, en la existencia de una fuente barata de trabajo, que es el trabajador agrario que emigra del campo a la ciudad y que se mueve por la existencia de un diferencial positivo de los salarios entre ambos sectores. Que sea mayor en la industria no significa, sin embargo, que sean altos. Es más, en las primeras fases no lo serán. Esto es precisamente lo que termina por impulsar el crecimiento, pues los márgenes son elevados lo que facilita la reinversión, pero además, coloca al país en una posición de ventaja competitiva con el exterior, lo que le ayuda a crecer a través de las exportaciones.
Así, si este cambio sucede en un país grande, como lo es China, cuyas exportaciones han inundado el comercio internacional, sus consecuencias serán globales, no solo locales. De este modo, la oferta de productos industriales a precios bajos (por la existencia de salarios bajos) generará dos grandes respuestas que son las que hemos experimentado y observado en las últimas décadas.
Cualquier industria europea o norteamericana que entrara en clara competencia con China tendría que hacer dos cosas, o elevar su productividad o reducir sus salarios"
Durante estas últimas décadas, China ha exportado salarios bajos hacia sectores de bienes comercializables, principalmente en industrias maduras con poca diferenciación. Esto hay que entenderlo por las razones anteriores junto con la existencia de un crecimiento de las relaciones comerciales de este país con el resto. Exportar salarios bajos se entiende vía productos industriales exportados. Cualquier industria europea o norteamericana que entrara en clara competencia con China tendría que hacer dos cosas, o elevar su productividad o reducir sus salarios. En aquellas industrias maduras pasaba más lo segundo, dado el poco recorrido existente en lo primero.
Sin embargo, esta presión a la baja en ciertos salarios podría contaminar al resto de la economía si localmente en esa región o país no había alternativa económica a la industria que entra en colisión con las exportaciones chinas. Así, cuando muchas veces hablamos de precarización del empleo y los salarios debemos hablar también de comercio exterior y de la competencia que ha ejercido China durante décadas.
Una segunda reacción es que, si no se puede subir la productividad y bajar salarios no es suficiente, al final tendremos el cierre de la empresa o su deslocalización. Esto, como saben, ha sido muy habitual en estas décadas. Solo deben recordar que lo que hoy son parajes desiertos antaño estaban poblados por industrias. Lean a David Autor, Gordon Hanson y David Dorn sobre el cinturón del óxido americano.
Así pues, China ha ejercido una labor muy relevante en dotar al mundo de bienes industriales y a precios muy competitivos. Tanto es así que China ha ejercido un papel deflacionario en estas últimas décadas. Buena parte de las razones por las que hemos vivido años de baja inflación no solo se debe al aprendizaje en el pilotaje de la política monetaria sino, en buena parte, por el efecto que la industrialización de un país de millones y millones de habitantes ha tenido.
Ya no hay un reservorio de trabajadores baratos. Su modelo de crecimiento debe dar el salto hacia el de una economía más madura y consolidada"
Pero ¿y si ese proceso se acabara? El artículo citado arriba nos habla de que la etapa de crecimiento chino ha cambiado. Los salarios crecen y la clase media china es mayoritaria. Ya no hay un reservorio de trabajadores baratos. Su modelo de crecimiento debe dar el salto hacia el de una economía más madura y consolidada. Pero si esto es así, algo que no es necesariamente malo, lo que generará será una reversión de una presión deflacionaria sobre los precios. China dejará de enfriar los precios globales para, quién sabe, calentarlos en los siguientes.
En definitiva, la vinculación de los procesos de desarrollo de un país con la evolución estructural de sus precios es evidente. Si, además, este país tiene un enorme peso específico global, la onda expansiva de sus consecuencias será igualmente global. Si China fue deflacionaria mientras se convertía en un país industrializado, con el cambio de modelo macroeconómico hacia un modelo desarrollado pudiera transformarse en inflacionaria. Veremos.
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