Opinión

China se pone en Ucrania la máscara azul

Un país libre tiene el derecho inalienable de optar por las alianzas que estime convenientes frente a cualquier agresor totalitario, y la Rusia de Putin lo es

La desigual y sanguinaria “guerra de agresión” iniciada por Rusia al invadir Ucrania es la acción bélica más grave en el territorio europeo desde el final de la Guerra Mundial. Utilizo el concepto “guerra de agresión” conforme a la terminología acordada por las Naciones Unidas en su resolución 3.314 de la Asamblea General, de diciembre de 1974. La invasión rusa de Ucrania, al constituir una guerra de agresión, está a su vez catalogada por las Naciones Unidas como un “crimen contra la paz internacional”, y de ella no se puede obtener ninguna adquisición territorial o ventaja especial, pero, por el contrario, sí origina responsabilidad internacional para el país agresor.

La tragedia ucraniana forma parte de un erróneo cálculo ruso –que intentaré explicar más adelante-- del proceso iniciado hace ya una década por parte de Rusia y China para readaptar el actual orden internacional, desplazando el papel predominante de los Estados Unidos de América, para debilitar la influencia occidental en el mundo. Con ese reajuste, China quiere asegurarse su creciente influencia en el mundo, especialmente, en Asia central y en el Pacífico. Lo que Rusia pretende, por su parte, es recuperar su deteriorado estatus de superpotencia, que, pese a su potencial económico y militar, por causa de su deficiente estructura política y económica se ha debilitado sensiblemente; si bien creo conveniente recordar que sigue manteniendo una gran influencia geoestratégica debida a la fortaleza de su armamento nuclear, de su industria armamentística y aeronáutica, y a la posesión de una gran riqueza en hidrocarburos y minerales. Resulta pertinente añadir que, a pesar de esa opulencia, a su extensión territorial y a su elevada población, el Producto Interior Bruto de Rusia actual es similar al español.

Llegados a este punto, es preciso indicar que pese a la concomitancia de los objetivos de Rusia y de China de cambiar el actual orden internacional, la estrategia elegida por ambos es muy diferente.

China se ha inclinado, grosso modo, por ampliar sus zonas de influencia mediante la firma de acuerdos económicos con terceros países que coadyuven a su desarrollo o modernicen las infraestructuras, asegurándose a cambio materias primas o acuerdos militares que refuercen la seguridad de los países de su cada vez más creciente zona de influencia.

La estrategia rusa pasa, por tanto, por demostrar fortaleza frente a la Unión Europea, aun a costa de incrementar su desequilibrio en las relaciones con China

Rusia ha optado por una estrategia basada principalmente en ofertar seguridad. Su prioridad consiste esencialmente en consolidar su poder en la zona euroasiática y en recuperar presencia en los países de su antigua zona de influencia en la frontera occidental europea, basándose en un modelo tipo acordeón geoestratégico en el que Rusia fundamentó históricamente su defensa. La estrategia rusa pasa, por tanto, por demostrar fortaleza frente a la Unión Europea, aun a costa de incrementar su desequilibrio en las relaciones con China.

El principal error de Putin en su intento de ganar peso geopolítico posiblemente haya sido la impaciencia irreflexiva con la que permanentemente ha actuado para debilitar la conexión transatlántica y para agudizar las discrepancias y desavenencias económicas entre los miembros de la Unión Europea; una conducta resultante de la política antieuropea fomentada por Trump. China, por el contrario, aunque quiere reajustar el orden internacional surgido de la guerra fría, ha preferido aumentar paulatinamente su influencia económica, comercial y militar internacional, al tiempo que desarrolla e incrementa sus sectores productivos, para lo cual sigue asegurándose las materias primas en terceros países, incluyendo las que compra a Rusia.

Los resultados hasta el momento muestran que la agresión rusa ha fortalecido los vínculos trasatlánticos, reforzado la coherencia y unidad de la Unión Europea

Putin debe ser ya consciente de que su cálculo ha sido erróneo. El resultado ha sido que, al menos hasta el momento, la Unión Europea ha reaccionado con más cohesión de la esperada, sobre todo en la aplicación de las sanciones económicas a Rusia. Se podría afirmar, incluso, que ha asumido un mayor protagonismo que los Estados Unidos, sin que ello quiera decir que Biden no haya actuado también con la contundencia que requiere la invasión de Ucrania. Los resultados hasta el momento muestran que la agresión rusa ha fortalecido los vínculos trasatlánticos, reforzado la coherencia y unidad de la Unión Europea, al tiempo que la actuación de Putin ha generado un contundente rechazo internacional, como se puso de manifiesto en la votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Además, es de suponer que Putin debe de ser también consciente de la gran ventaja que le ha concedido a su vecino y contrincante económico, a China. El fuerte deterioro de la economía rusa, como consecuencia de las sanciones económicas adoptadas internacionalmente y de la consiguiente devaluación del rublo, permitirá que China pueda seguir adquiriendo a Rusia materias primas, en especial, los hidrocarburos, pero a precios mucho más favorables, pues, pese a la retórica de los dirigentes chinos sobre la buenas relaciones que mantienen ambos países, no cabe duda que el gigante asiático no desaprovechará las ventajas económicas que le proporciona la actual situación.
En este conflicto, los dirigentes chinos han optado por ponerse la “máscara azul”. Me explico: en la cultura china las máscaras tienen una gran tradición y, según de qué color sean, un significado. La azul simboliza las ambiciones astutas y la firmeza, que representan, en mi opinión, la postura adoptada por China hasta este momento. China buscará el momento idóneo que le permita desempeñar un papel de intermediación exitoso en la gravísima crisis ocasionada por Rusia fundamentalmente en Europa; de conseguirlo, se reforzará como  gran potencia, ya que su gestión trascendería por primera vez su ámbito estratégico natural, que hasta ahora ha sido Asia central.

El sátrapa ruso puede actuar arrastrado por esa furia que Dostoievski calificaba de nihilista y que se plasma en la máxima “Ahora lo soy todo, y el mundo muere conmigo”

La intermediación de China ofrece una de las pocas salidas a la delicada crisis internacional en la que estamos inmersos y cuyas consecuencias pueden ser gravísimas para la humanidad. Aunque las amenazas de Putin de la utilización del botón nuclear puedan revestir el objetivo de extender un pánico psicológico, no podemos olvidar que un “sátrapa” que no ha dudado en llevar a cabo la invasión de Ucrania, con total desprecio a las normas internacionales e incluso al ius in bello (derecho internacional humanitario), puede actuar arrastrado por esa furia que Dostoievski calificaba de nihilista y que se plasma en la máxima “Ahora lo soy todo, y el mundo muere conmigo”.

Putin ha creado una crisis aterradora sin precedentes. La Unión Europea, a pesar del riesgo cierto que lleva consigo, ha actuado correctamente, muy acertadamente. Cuando se desprecia la paz invadiendo un país soberano, por lo demás, democrático, como es Ucrania, la respuesta no puede ser otra que la de la firmeza, por encima de los riesgos que pueda acarrear y pese a los sacrificios que suponga a corto y medio plazo para todos los europeos, sin olvidar los sufrimientos y riesgos que implicarán también para los ciudadanos rusos. Un país libre tiene el derecho inalienable de optar por las alianzas políticas y defensivas que estime convenientes para preservar su independencia y su libertad frente a cualquier agresor totalitario, y la Rusia de Putin los es.

Sin la firme decisión mostrada por la Unión Europea, ratificada abrumadoramente en la ONU, el problema sería aún mayor, porque a la guerra de agresión contra Ucrania se sucederían otras. Un dictador ególatra no pone fin a sus desvaríos. En todo caso, es imprescindible buscar y favorecer todas las vías de negociación posibles para detener la invasión de Ucrania y restablecer la paz. Rusia ganará la guerra, su potencial así lo indica, pero el mundo debe dar una señal clara de que la victoria en una guerra injusta tiene un alto coste, inclusive para los países con armamento nuclear.

Pedro Bofill. Exparlamentario europeo

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