Evergrande tiene peso específico por sí misma, más allá de la ironía aplicable a su nombre de pila, pero su crisis no es más que un accidente importante. Temas más profundos podían quedar ocultos por este episodio que no tendrá más solución, por el momento, que el tradicional de más de lo mismo.
La política del presidente Xi Jinping de “prosperidad común” enfocada a la priorización del crecimiento doméstico ha chocado con el sector de la tecnología, con episodios de dictados prohibitivos de productos para jóvenes, vetos a empresas o inversión extranjera, seguidos de la presente crisis inmobiliaria y pronto financiera y después de deuda.
Es un hecho que desde 2020 el regulador chino, prudente, ha marcado límites al sector inmobiliario, 70% de deuda/activo, apalancamiento máximo al 100% y liquidez del 100% de la deuda a corto. También límites para los Bancos sobre exposición al sector inmobiliario y a las hipotecas. Quizás demasiado tarde, pese a lo acertado de las medidas, para impedir la crisis Evergrande.
Ya sabemos lo doloroso que fue para nosotros recuperarlo y a su compañero de viaje,el sector financiero que, todavía hoy tiene apoyos pendientes de reembolsar al Tesoro Público
He leído algunos análisis sobre la similitud en cuanto al sobrepeso del sector inmobiliario chino con el español en los años previos a la gran crisis del 2008, ambos con récord mundial del 30% PIB. Ya sabemos lo doloroso que fue para nosotros recuperarlo y a su compañero de viaje, el sector financiero que, todavía hoy tiene apoyos pendientes de reembolsar al Tesoro Público de aproximadamente 40.000 millones.
No he leído en cambio la similitud con la secuencia más internacional (EEUU, Europa) que desembocó en la crisis de 2008: crisis de “Gobierno” (Enron) y posterior ley Sarbanes-Oxley para mejor proteger a los inversores, pese a todo…crisis inmobiliaria (hipotecas basura) e inevitable crisis financiera con la subsiguiente destrucción de capital solo solucionada parcialmente con medidas estructurales, lo que hicieron algunos más que otros, con España incluida haciendo los deberes en los años medios de la crisis.
Pero sobre todo atajando el problema, mediante una gestión extrema global de liquidez para todos, que por un proceso alquímico (está por ver si algo más) ha transformado, gracias al quantitative easing y la gestión de reducción de tipos de interés a cero o negativos, acompañada de la subsiguiente montaña de deuda, sobre todo soberana, las pérdidas incurridas en un restablecimiento aparente de solvencia. Cierto es que con un bonus extra en forma de ganancia de “tiempo” que ha permitido restablecer ahora sí, de verdad, parte del capital dañado cuando también ha habido medidas estructurales y buena gestión privada.
Crecimiento al diez por ciento
Volvamos a China porque va por caminos parecidos. Al día de hoy no es previsible un crecimiento del orden del 10% de las rentas disponibles familiares, ni espacio para un aumento del nivel de endeudamiento de las familias que serían necesarias para cubrir los niveles de precios inmobiliarios actuales.
Si no crecen a este ritmo y no lo harán porque no creo que quepa más endeudamiento privado en el sector, los precios caerán, la deuda no se sostendrá y el sistema bancario chino público o privado, peor lo primero, tendrá que encapsular las pérdidas mediante más deuda, ahora sí, pública o admitiendo una fuerte destrucción de capital, es decir con una reestructuración de verdad.
Evergrande no es más que el reflejo, “grande” por supuesto, de un problema estructural ya experimentado por nosotros, que supondrá un proceso de reestructuración duro o una fuga hacia adelante ¡más alquimia!, mediante el uso de política monetaria extrema y deuda pública, también llamada soberana aunque de esta cualidad tenga poco en el momento de la verdad, en el que es todo menos soberana porque pasan a mandar los acreedores. Pública sí, soberana a ratos. Además con la amenaza de una guerra de divisas entre bastidores, típico en situaciones de stress importantes.
Además China parece haber llegado a un punto de inflexión, en cuanto a normas de gobierno de empresas y regulación, en el que el detonante es, como sucede a menudo, el inmobiliario y la deuda que alcanzan un punto de no retorno. Todo ello nos indica que el suceso Evergrande tiene más recorrido y trascendencia que el hecho mismo de sus problemas concretos. El tema de fondo, insisto, es el nivel de deuda, la sostenibilidad del crecimiento basado en ella y la prioridad de las políticas de demanda sobre las de oferta y sus repercusiones internacionales. Procastinar en esta política será malo para todos.
Me apunto a un escenario para mí más central: el de un sobrecalentamiento por inflación estructural y un crecimiento pobre
Además, si el ritmo de crecimiento chino se reduce y pasa a ser más sostenible, exigencias del medio ambiente incluidas, la repercusión directa en forma de menor crecimiento en las economías vecinas del Este será importante, no igual pero casi. No así en Occidente. Se calcula que una reducción del 2,5% del PIB durante los próximos cinco años puede repercutir en un 0,5/1 % en nuestro sistema económico y político europeo. Manejable.
¿Pero cómo se traslada este impacto sobrevenido? En cuanto a nuestra economía, después de unos meses de estanflación débil, y aceptando que el “parón” ha sido por la variable Delta de la covid y, por tanto, considerando la inflación desatada como coyuntural, opinión sobre la que sigo discrepando, el escenario optimista pide volver a la escena ya conocida: se controlará la inflación y el crecimiento reparará los daños, iremos a la gran estabilidad soñada. Sin embargo me apunto a un escenario para mí más central: el de un sobrecalentamiento por inflación estructural y un crecimiento pobre.
Un 'rebote' agraciado
Y aquí es donde entra Evergrande y su impacto positivo a medio plazo sobrevenido para nosotros. Si la máquina productiva china baja el crecimiento, el efecto será deflacionario, lo que debería ayudarnos, por un “rebote” agraciado, a controlar la inflación que empieza a mostrarse tozuda, como siempre lo fue. Sin embargo y a corto plazo sucederá lo contrario y los mercados globales notarán la reducción de la oferta de materias primas y manufacturadas simultáneamente con la subida de precios de las mismas por el disparo del coste de la energía en China, lo que tendrá un efecto inflacionario añadido.
Por el contrario, recuperaremos una parte de la cadena productiva perdida y se ganará tiempo para el único gran reto definitivo: medio ambiente. Menor crecimiento pero más sostenible. Bueno para todos. Finalmente, la derivada política es en forma de consideración de poder internacional. La Administración americana, Demócrata y Republicana, ha sido muy consciente del reto ideológico y de poder que supone el modelo chino, un nuevo soft power que ha avanzado imparable para retar nuestro modelo democrático occidental, liberal, y que además se ha hecho acompañar del argumento adicional del éxito económico en estos últimos años.
Enron marcó una época que acabó en una gran crisis internacional. Evergrande marcará, de otra manera, cambios en la carrera por el liderazgo. También en esto nos viene bien. El avance del poder chino tiene una grieta y el presidente Xi Jinping tendrá que afrontar este problema el próximo 2022 en el Congreso decenal del Partido Comunista si quiere renovar su mandato. Esto nos da tiempo para contrarrestar su modelo conservador que en tiempos de crisis propone un sistema de liderazgo fuerte que mediante control y regulación extrema garantice seguridad frente a riesgo por el que muchos empiezan a suspirar, de derechas e izquierdas.
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