Opinión

Con la CIA, a otra parte

Conceder honores de “primera” a un informe de la CIA desclasificado hace nueve años que
nada revela es síntoma del complejo de inferioridad en el que estamos

Esos papeles de la CIA, entre ellos el informe “España: Terrorismo vasco y respuesta
gubernamental” fechado en 1984, desclasificados por la Agencia en 2011 y mencionados el
pasado 14 de junio en el diario La razón no pasan de ser el resultado de la lectura perezosa de
la prensa española de la época, en particular el semanario Cambio 16. Se trata de una
transcripción bastante primaria de fuentes abiertas, como se denominan las de acceso público
en la jerga de los servicios de inteligencia, que a estas alturas nada aporta. Lo que si tiene
interés es la reacción en este momento de los grupos políticos tras la aparición en primera
página de esas referencias y la forma en que se han alineado -a favor, en contra o en riguroso
silencio- respecto a la solicitud de “esclarecer las responsabilidades y vínculos con los GAL de
los Gobiernos de Felipe González”.

Se observa que los grupos que forman parte del bloque, tan férreo como quebradizo la
investidura, que sostiene la mayoría parlamentaria de Pedro Sánchez -ERC, JpC, PNV, EG
Bildu y BNG- más la CUP fueron muy diligentes al registrar la petición de investigar, enseguida
convalidada por los letrados de la Cámara. Pero más significativo aún está siendo el
estruendoso silencio del presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE. Una actitud
que se interpreta como fría venganza a la humorada de Felipe caricaturizando el Gobierno de
Sánchez como el camarote de los hermanos Marx. Porque en política se perdona todo menos
los chistes.

Conceder honores de “primera” a un informe de la CIA desclasificado hace nueve años que
nada revela es síntoma del complejo de inferioridad en el que estamos. ¿Sería imaginable la
situación inversa de modo que un informe de nuestro CNI sobre los arreglos del presidente
Donald Trump con su colega ucranio contando lo que ya ha publicado hasta la saciedad la
prensa norteamericana mereciera su aparición en primera página y de rebote una escandalera
en la Cámara de Representantes o en el Senado? Cuestión distinta es cómo surgió el GAL y
sus versiones anteriores como el Batallón Vasco Español o la triple A cuando los terroristas de
ETA podían atentar por la mañana en San Sebastián y cenar cocochas por la noche en San
Juan de Luz, porque Francia les servía de santuario y refugio seguro.

Conceder honores de “primera” a un informe de la CIA desclasificado hace nueve años que nada revela es síntoma del complejo de inferioridad en el que estamos

Eran tiempos del presidente Valery Giscard d’Estaing que pensaba amplificar la grandeur de la
France sobre la debilidad española y rehuía la cooperación en materia tan delicada y con tanta
capacidad de desestabilizar como el terrorismo. Sus embajadores en Madrid, recordemos
incluso a Pierre Guidoni, permanecían cerrados en banda, sosteniendo que ETA era un
problema por completo ajeno a su país. De ahí resultaba que un amplio sector de la prensa
pidiera la ruptura de relaciones con una Francia que otorgaba el estatus de refugiados a los
asesinos. Sólo después con el presidente François Mitterrand empezó a cambiar el aire. El
ministro de exteriores Fernando Morán hizo un gran trabajo con su homólogo Claude Cheysson
para que se tejiera una alianza franco-española que de paso nos abriera las puertas para la
adhesión a la que entonces no pasaba de ser Comunidad Económica Europea.

Recuerdo aquella primera conversación de Felipe González, ya presidente del Gobierno, con
quien había accedido apenas dieciocho meses antes a la presidencia de la Republica. Los dos
habían tenido trato durante años en la Internacional Socialista y en otros foros porque Felipe
poseía un francés eficaz y una pasión insaciable por la política internacional que le hacía
frecuentar a los líderes europeos y americanos. Conversaban en París sobre la relación de los
Gobiernos con las fuerzas y cuerpos de seguridad de sus países respectivos. Mitterrand
estimaba que como mucho su primer ministro controlaría el 80% de la policía y reconocía a su
interlocutor que si en Francia estuvieran siendo asesinados policías y gendarmes en proporción
parecida a la de España, a él le habría sido imposible impedir que se tomaran la revancha por
su mano.

La memoria de aquellos tiempos sería incompleta sin un repaso a las actitudes de los medios
de comunicación y de los periodistas. Fue muy de ver, por ejemplo, como algunos colegas que
reprochaban al presidente Adolfo Suárez su cobardía por no articulara una OAS, que al modo
francés respondiera con sus mismas armas a los etarras, que propugnaban en sus editoriales
el empleo de matarratas contra la banda terrorista, apenas unas semanas después pasaran sin romperlo ni mancharlo a figurar como denunciadores del GAL que venían preconizando.

Recuerdo que en uno de los peores momentos, cuando los asesinatos de militares arreciaban y
algunos uniformados clamaban venganza, la alocución del Rey Juan Carlos en la fiesta de la
Pascua Militar de 1979 hablando a sus compañeros como mando supremo de las Fuerzas
Armadas les decía que “el espectáculo de una indisciplina, de una actitud irrespetuosa
originada por exaltaciones momentáneas, en que los nervios se desatan, con olvido de la
serenidad necesaria en todo militar, es francamente bochornoso”. Porque dice el artículo 65 de
las Reales Ordenanzas que del cabo, como jefe más inmediato del soldado, en adelante, nunca
deben disimularse las faltas de subordinación.

En todo caso, que estos de la CIA, que tienen codificada la tortura en campos como los de
Guantánmo, que se eximen de responder ante el Tribunal Penal Internacional de la Haya, que
desde la Escuela de las Américas en Panamá adiestraron a los golpistas de toda América
Latina, vengan a dar lecciones como si ellos o su país fueran modelo de algo, resulta
inaceptable.

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