El miércoles 25 de abril pasará a los anales de la pequeña historia como un día triste para la democracia española. A primera hora supimos de la publicación de un vídeo del año 2011 donde Cristina Cifuentes aparecía sisando unas cremas en un supermercado Eroski de Vallecas, la ignominia con la vulgaridad, el escarnio con la humillación, episodio que le obligaba a comunicar su renuncia a mediodía, no sin que antes mediara llamada de Mariano a Cospedal: “Vete a ver a ésta y dile que se vaya de una vez”. Durante 30 días había aguantado carros y carretas, se había resistido a dimitir tras el episodio de su máster en la Rey Juan Carlos, pero quienes estaban decididos a sacarla de la carrera a gorrazos le tenían reservada una sorpresa: el vídeo de Marnie, la ladrona. El empujoncito final. La puntilla. No fue lo más importante de lo ocurrido este miércoles, porque a la misma hora en que la Cifu aún galleaba en los estertores de su agonía, los españoles tuvimos noticia de la rendición del Gobierno Rajoy ante el PNV, solo para que los nacionalistas vascos le aprueben los PGE 2018. Mariano dispuesto a vender a su madre con tal de seguir dos días más en el machito. España en su punto más bajo.
Como casi toda peripecia humana, grande o pequeña, ésta también empezó siendo una historia de amor, quizá solo sexo, de ese roce diario que hace el cariño y termina entre las sábanas de una cama, tórridos momentos de piel contra piel en alcoba de alquiler, lejos de miradas indiscretas, pero misterio bufo al fin, porque en la oficina del amor prohibido todo termina saliendo a la venta, que hay secretarias, hay chóferes, hay escoltas, mucha gente del entorno del poder madrileño que termina sabiéndolo, y al final el jarrón se rompe en mil pedazos cuando a la legítima le llega un anónimo advirtiéndole de que el señor vicepresidente de la Comunidad se lo está montando con la señora vicepresidenta de la Asamblea. Y él rompe muy asustado, rompe a las bravas, y ella queda herida, con la sutura de un despecho que no llegaría a superar jamás.
En junio de 2016, ya como presidenta de la Comunidad de Madrid en sustitución precisamente de Ignacio Nacho González, Cifuentes toma una decisión que se iba a revelar decisiva en su carrera al denunciar ante la Fiscalía Anticorrupción las irregularidades detectadas en la compra con dinero público de la empresa brasileña Emissao por el Canal de Isabel II -presupuesto de 1.050 millones y más de 2.000 empleados-. La “operación Lezo” lleva a la Guardia Civil a imputar a González, capo del Canal, por un presunto pelotazo, y a su antiguo testaferro en el mismo, Edmundo Rodríguez Sobrino, a la sazón consejero delegado de La Razón, considerado el “planificador y ejecutor” de la operación. Sobrino termina con sus huesos en la cárcel, lo mismo que la responsable financiera del Canal, María F. Richmond, y, por encima de todos, caza mayor, el propio Nacho González. Cifuentes había encendido una mecha que con el tiempo terminaría por explotarle en las manos.
En abril de 2017, El juez de la AN Eloy Velasco cita a declarar como imputados al presidente de la sociedad editora de La Razón, Mauricio Casals, y al director del diario, Francisco Marhuenda, por presuntas coacciones a la presidenta madrileña. Según la UCO (Guardia Civil), ambos habrían presionado a Cifuentes para evitar que remitiera a la Fiscalía el informe y las auditorías con las irregularidades cometidas en el Canal. La UCO disponía de grabaciones en las que el dúo, dispuesto a rescatar a su amigo a toda costa, se mostraba dispuesto a utilizar el medio para acollonar a Cifuentes incluso con la publicación de noticias falsas. En una de esas grabaciones, Casals trata de confortar a Sobrino con una frase propia de don Vito que ha resultado toda una premonición: “Esta señora las va a pasar putas”.
Pero cuando es llamada a capítulo por el juez para que se ratifique en las amenazas y presiones, la señora echa el freno de mano, da marcha atrás y dice que no, que de lo dicho no hay nada. Casals, el por algunos llamado “Príncipe de las Tinieblas”, factótum de La Razón y hombre fuerte del grupo Atresmedia como adjunto al presidente, José Creuheras, había marinado adecuadamente a Marisa González, la jefa de gabinete de Cifuentes, el cerebro detrás de la presidenta, para que convenciera a su jefa de que era mejor dejarlo estar. Aquí es donde la aguerrida amazona que iba a acabar ella sola con la corrupción del PP, muestra el vertiginoso techo de cristal que protegía su pasado. A la vista de tal retractación, el juez ordena el sobreseimiento de la causa contra Casals y Marhuenda. La denuncia quedó en gatillazo, y aquí se condenó la doña, que se traicionó para imaginarse a sotavento de las amenazas. Porque Mauricio se había salvado por la campana, cierto, pero su oficio, que se basa en el más escrupuloso anonimato, había quedado seriamente dañado frente a los poderosos clientes a quienes factura grandes sumas por trabajos varios ante el Gobierno –el propio Rajoy y sobre todo la vicepresidenta Soraya-. Hay constancia de que la Vice le ha vetado el acceso a Moncloa a cal y canto, y ha sido su jefa de gabinete, María González Pico, quien se ha encargado de la tarea con un par de ovarios, porque El Príncipe no es un tipo fácil.
Los negocios del "consultor privado"
Mauricio siempre se ha definido como un “consultor privado” entre cuyos clientes, además de grandes empresas del Ibex como Repsol o Indra, figura el grupo Atresmedia. Colaborador y amigo es el comisario Pepe Villarejo, actualmente en prisión, muy cercano también al ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, sobre quien algún día habrá que escribir una historia con la nariz bien tapada. Villarejo, que siempre ha defendido su condición de ciudadano virtuoso, supuestamente tiene –tenía, hasta que el CNI cayó sobre él- entre sus activos más importantes un sótano en el que guardaba abundante material sobre gente de toda laya cogida in fraganti en situaciones comprometidas, además de un equipo de abogados a su servicio, muchas amistades peligrosas en la judicatura y, mucho más importante aún, el control de una serie de periodistas “de investigación” a los que desde hace años viene surtiendo de noticias salidas de las cloacas policiales con las que presionar a tirios y troyanos. Un entramado con un único objetivo: información traducible en dinero. ¿El método? Buscar empresarios adinerados en apuros para salvarlos, y si no están en apuros, nosotros nos ocuparemos pronto de que lo estén, para que, una vez librados, abonen con gusto la factura.
La venganza contra Cifu iba a tomar una curiosa deriva universitaria, porque en la Rey Juan Carlos (URJC) enseña como profesor interino Paco Marhuenda, impartiendo clases sobre Historia Jurídica de la UE a distintos grados en el campus de Vicálvaro. Profesor también de la URJC y colega de Marhuenda es Salvador Perelló, que cuenta con un surtido currículo como denunciante de tropelías varias cometidas en ese desastre universitario que es la URJC. Perelló ya había surtido a Eldiario.es con exclusivas como la denuncia, finales de 2016, contra el entonces rector Fernando Suárez, supuesto plagiador contumaz de las obras de otros colegas. Firmaba esas noticias la periodista Raquel Ejerique, la misma que semanas atrás estampó el máster de Cifuentes contra la obra muerta del PP. Perelló, un hombre dominado por un evidente afán de notoriedad, ha alardeado de haber sido el filtrador del regalo que la URJC había hecho a la presidenta madrileña: un máster que apenas valía para colocarlo entre el papel del wáter, pero que iba a servir para matarla.
La URJC, Marhuenda, Perelló y García Ferreras, el hombre fuerte de La Sexta. La información sobre el máster fake de Cristina apareció en el Eldiario.es el 21 de marzo (“Cristina Cifuentes obtuvo su título de máster en una universidad pública con notas falsificadas”). El director de ese medio, Ignacio Escolar, es tertuliano de La Sexta y comparte plató a diario con Marhuenda y con Eduardo Inda, director de OKdiario. El triángulo de las Bermudas del periodismo cañí: La Sexta, Eldiario y OKdiario, izquierda radical y extrema derecha unidas por el cordón umbilical de Mauricio Casals, con Florentino Pérez, el gran mantenedor de Inda y Ferreras, como cabeza visible de la trama civil de este nuevo tipo de periodismo de filtración. Un rombo perfecto. De hecho, Casals y La Razón ya no publican ninguna “exclusiva”, aunque podrían hacerlo casi a diario. Las bombas las reparte Ferreras con criterio, de modo que cuando llegó la hora de dar la puntilla a una Cifu que, como los toros bravos, se negaba a doblar, es OKdiario, que hasta entonces la había defendido con cierta tibieza, quien publica el vídeo donde la doña aparece sisando dos botes de crema en un Eroski. Parece que la tarde anterior, Moncloa fue informada de la palada de barro que iba a enfangar el rostro de la buena señora.
Publica Eldiario, publica OKdiario –no sin que ambos presuman, en el colmo de la fantasía, de “semanas de dura investigación”- y la poderosa maquinaria de Atresmedia, con La Sexta cual mascarón de proa, se lanza de inmediato a pregonar la exclusiva en un reparto de papeles perfectamente delimitado. Clicks para los medios, visibilidad en plató y audiencia para las televisiones del grupo. Ventajas por doquier y dinero para todos, que de eso se trata, más la “profecía autocumplida” (en feliz expresión de Miguel Ángel Uriondo en El Español) del gran Mauricio: la señora, en efecto, ha terminado pasándolas putas. La Sexta, el instrumento de Mariano & Soraya para cepillarse al PSOE con la creación de Podemos, ha crecido hasta convertirse en un monstruo con autonomía propia, contra el que nada puede el poder crepuscular del marianismo. Estamos ante la consolidación de un emporio mediático (Casals & Ferreras y sus voluntariosos tertulianos) más potente del que en su día llegó a ser el Grupo Prisa (Polanco & Cebrián) e igualmente tenebroso, que, haciendo almoneda de toda clase de códigos deontológicos, cuenta con capacidad de tiro suficiente para arruinar a quien se le ponga por delante y para terminar convirtiéndose en un serio peligro para las libertades informativas, amén de la propia democracia. A estas alturas, es una evidencia que la corrupción periodística es quizá la más grave amenaza que se yergue frente a la regeneración de nuestras instituciones.
La voladura incontrolada del PP
La carrera política de Cifuentes pasó a mejor vida. Se lo ha ganado a pulso. La progre de derechas que llegó a la presidencia de Madrid dispuesta a abanderar la lucha contra la corrupción resultó estar prisionera de las mismas redes clientelares que aquellos a quienes pretendía denunciar. Ambiciosa y mentirosa compulsiva a partes iguales, solo la amnesia que la droga del poder provoca en la mente de quienes tocan moqueta puede explicar que, sabiendo como sabía de la existencia del vídeo de su hurto en el Eroski –y al parecer otros de tono más subido junto a Nacho González-, continuara en la poltrona de la Puerta del Sol como si tal cosa. ¿En qué condiciones de libertad podía operar una mujer sometida a potencial chantaje diario? Su regañina de despedida es todo un monumento a la indignidad: se va no solo sin denunciar a quienes la han “matado”, sino, y esto es la prueba final de su talante, sin pedir disculpas a los votantes del PP que la auparon al cargo y que evidentemente le importan una higa. Le espera un periplo judicial que puede acabar en calvario. A ella y a nuevas figuras del repertorio de la corrupción “popular” cuya estrella más reciente es Ruiz-Gallardón. Mucha gente se ha dejado mucho pelo en esta gatera, tal que María Dolores de Cospedal. Es el final del PP. La voladura incontrolada de un partido que durante la Transición fue garantía de estabilidad y gobernabilidad.
Voladura a los mandos del gran pirómano Mariano Rajoy Brey. Porque lo de Cifuentes, con ser escandaloso, podría resultar en el largo plazo una anécdota incluso pintoresca comparado con el destrozo provocado por la entrevista secreta que el martes noche mantuvieron en Moncloa Andoni Ortuzar, presidente del PNV, y el propio presidente. Sublime ocasión en la que Mariano se bajó los pantalones hasta los tobillos con concesiones inasumibles solo para conseguir el apoyo de los 5 votos peneuvistas a los PGE. Ni Montoro ni Fátima Báñez tenían idea de la tropelía. Jugando con los intereses de la nación, Mariano toma decisiones personales con el fin único de asegurarse año y pico más en el machito, concretamente hasta el otoño de 2019. Compra tiempo al precio que sea, y para ello hace almoneda de Cataluña, donde se ha comprometido a no obstaculizar el nombramiento de un nuevo Govern golpista, y se carga su propia reforma de las Pensiones de 2013. Abre la Caja dispuesto a tirar del dinero público con fines privados. Y con el Tesoro obligado a salir este año a los mercados para endeudarse en otros 30.000 millones. Lo ocurrido es tan grave que habrá que volver con detalle sobre ello. Una sensación de vergüenza embarga hoy a millones de españoles preocupados por el futuro sus hijos y nietos. “Yo me estoy yendo; me encuentro enfrascado en tres procesos de selección al tiempo”, aseguraba el viernes un alto cargo, “porque me empieza a dar vergüenza personal decir que formo parte de este equipo. No hay nada que hacer; todo está podrido”.
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