Opinión

¿Cifuentes a Cs? Contigo no, bicho

No es de Ciudadanos, creció en Alianza Popular y luego en el PP. Es de las pocas que no cambia su discurso según sople el viento

Es más que comprensible que Begoña Villacís se haya enfadado con Inés Arrimadas después de lo publicado. Este mosqueo es mucho más adulto que los dramas las Podemo's Girls y sus viajes de fin de curso. Tiene guasa que Arrimadas y otros compañeros de Ciudadanos ofrecieran a Cristina Cifuentes ser candidata a la Comunidad o al Ayuntamiento en 2023. Cristina, esta vez no ha necesitado "hacerse la rubia", que diría ella, para declinar la oferta.

Lo que tiene Cifuentes es que no se volvió una imbécil integral según asumía mayores responsabilidades. Repetía que la política es algo temporal y sabía que sus decisiones influían en la vida de más de seis millones de personas, como diputada regional, delegada del Gobierno y presidenta de la Comunidad de Madrid.

Los que estaban a su alrededor tomaban nota de la melodía que sonaba de fondo y que ahora parece desfasada: "Gobernar para todos, no sólo para quienes te han votado", algo más que un eslogan, una norma de actuación para alcanzar acuerdos y pactos, abierta a entender y asumir los planteamientos de quienes no piensan como ella. Escuchaba y prestaba atención a todo hijo de vecino y para eso utilizaba mucho las redes sociales. Respondía siempre todos los mensajes. Menos las amenazas, difamaciones y calumnias. Eso no. Eso lo mandó alguna vez al juzgado y le terminaron dando la razón. Fue la primera política de nuestro país en querellarse por estos asuntos digitales.

Eso lo mandó alguna vez al juzgado y le terminaron dando la razón. Fue la primera política de nuestro país en querellarse por estos asuntos digitales

En la soledad de la jaula de oro, que son esos altos despachos del poder, mientras trabajaba, alguna vez se la vio con hilo, aguja y dedal cosiendo un botón de su chaqueta que estaba suelto. Dormía poco y trabajaba mucho. Y hasta podía permitirse el lujo de ver de vez en cuando a la familia. Y hasta a los gatos.

El DIY, que es el "yo me lo guiso, yo me lo como", en parte se le terminó al llegar a la delegación del Gobierno en Madrid. Le llamaron la atención. Estaba descalza, subida en una silla, con la Black&Decker en mano para colgar unos cuadros que se trajo de la Asamblea de Madrid pintados por miembros de la familia. Igual que la mano de Dios y Maradona, segundos antes de entrar en faena, alguien le advirtió que tenía que llamar a unos técnicos porque había que preservar las paredes de la que fue sede de la embajada de Japón.

Entre los miles de problemas que llegaban a su mesa, Cifuentes no daba crédito a que el edificio de La Tabacalera, núcleo de delincuencia, perroflautismo y piojos, lo estuviera pagando el Ministerio de Educación por una inexplicable cesión administrativa. Tarde de excursión, vaqueros, playeras, su jefe de prensa y una colaboradora desplegados todas sobre el terreno. Visitar el lugar, merienda ligera para reponer fuerzas y redactar la misiva al ministro para contarle que aquello no podía ser. Todos eran del PP. Ahora está cerrado por reformas.

Pasó el tiempo y la rubia calculó mal. Tuvo la brillante idea de querer gobernar para todos los madrileños, levantar las alfombras de la Comunidad de Madrid tras el paso de compañeros de partido, eliminar gastos superfluos

La austeridad la traía puesta de casa, que es lo que ocurre cuando se tiene padre militar, una madre genial y unos cuantos hermanos. Odiaba la ostentación y las exhibiciones de outfit tan frecuentes ahora. Por ejemplo, iba a los actos con una carterita de mano con el DNI, el móvil y una barra de labios, sin bolsos de marca ni complementos ostentosos por la misma razón de que no se come por la calle. Tonterías las justas.

Pasó el tiempo y la rubia calculó mal. Tuvo la brillante idea de querer gobernar para todos los madrileños, levantar las alfombras de la Comunidad de Madrid tras el paso de compañeros de partido, eliminar gastos superfluos y dejar que Telemadrid fuera un medio al servicio de los ciudadanos y no al del Gobierno. Esas cosas pasan factura.

Orgullo y Semana Santa

En 2022, aparece Inés Arrimadas a ofrecerle el oro y el moro. El "no" era obvio. Cristina Cifuentes no es de Ciudadanos, creció en Alianza Popular y luego en el Partido Popular. Es fiel a sus ideas y no cambia su discurso según sople el viento. Nunca ha estado a favor del pensamiento único. Defendió el matrimonio entre personas del mismo sexo, junto a Pedro Zerolo y Alberto Ruiz-Gallardón, cuando todos ellos eran jóvenes, y lo siguió haciendo, luego ya con responsabilidades orgánicas aunque la echasen a los perros. Hacía compatible el no autorizar una manifestación agresiva contra el Jueves Santo con impulsar la sede mundial del Orgullo en Madrid.

Y, lo más divertido del fabuloso plan de Arrimadas es que Cs tuvo mucho que ver en su salida por la puerta de atrás. Todo gracias al espabilado que los naranja tenían al frente en Madrid, que necesitaba su minuto de gloria para decir: «mirad, familia, que salgo en la tele» y ponerse un pin. ¿Alguien se acuerda de su nombre? Sí, este iluminado que se quedó sin viaje de novios porque se constituía la Asamblea y que viajó a Turquía para que no le tomasen el pelo.

En fin, dos años después, Ciudadanos no tiene plaza en la Asamblea regional y, al parecer, ya todo el pescado vendido. Arrimadas debería hacer las paces con Villacís porque parece de UPyD, pero con el estigma de Toni Cantó en un gobierno del PP. Está claro que Cifuentes podría volver, sí. Y sacar muy buenas notas electorales. Pero ¿quién quiere regresar al lodo una vez que estás limpio?

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