Mucho se habla estos días del ‘Mastergate’. El foco de casi toda la opinión pública española se fija en el Gobierno de la Puerta del Sol. Asistimos con estupefacción a la versión española de la vieja película ‘Entre pillos anda el juego’. A algunos les sorprende el eco que ha tenido todo este asunto. A mí no. España ha cambiado mucho en estos años. A muchos nos molestan profundamente la corrupción, pero también el abuso y la trampa: la picaresca española, en suma. Hemos combatido con fuerza y éxito la corrupción, ahora toca acabar con los abusos y las trampas.
En el barullo que estamos viviendo se olvida que Cristina Cifuentes es también la presidenta del Partido Popular de Madrid, y de que en las primarias que tuvieron lugar hace algo más de un año también se cometieron irregularidades, incluso me atrevería a decir que trampas. Entre otras muchas irregularidades, no hubo igualdad de oportunidades, se negó el voto a muchos afiliados y el día de la votación fue un auténtico aquelarre con presidentes de sede influyendo de forma muy abusiva en el voto de los militantes. Las irregularidades están denunciadas en el PP de Madrid y sigue sin haber respuesta después de un año. Se hicieron trampas antes, durante y después de las elecciones primarias.
A algunos les sorprende lo ocurrido con el máster. A mí no. En las primarias de hace algo más de un año también se cometieron irregularidades; se hicieron trampas
Si las primarias de los partidos estuvieran sometidas a la Ley Orgánica Electoral, muchos de la plana mayor del actual PP de Madrid estarían siendo investigados. Una de las incoherencias de nuestro sistema político es precisamente ésta: que los partidos políticos -órganos que reciben dinero público y que tienen una regulación constitucional explícita- se rijan en sus procedimientos internos por la ley de la selva.
Me presenté a las primarias porque creía que era una gran oportunidad, una necesaria oportunidad para consolidar la democracia interna en el PP. Era una cuestión de coherencia personal, pues llevaba muchos años pidiendo más democracia interna; al igual que Cifuentes, por cierto. De ahí la decepción personal al sufrir en mis carnes, como se suele decir, su comportamiento.
Como militante del Partido Popular coincido en que el balance de gestión de la Comunidad de Madrid es positivo. La Presidenta nos muestra continuamente indicadores de la buena marcha de la comunidad, pero sin embargo no explica por qué entonces el voto al Partido Popular no deja de decrecer y Ciudadanos ya nos ha hecho un sorpasso en las encuestas, no ya por la mínima si no de forma abrumadora. Esto puede ser debido, entre otras causas, a la gestión del partido en Madrid. El partido está abandonado y sus militantes olvidados, incómodos e incluso en muchas ocasiones avergonzados. Vamos camino de convertirnos en la tercera fuerza política de la región tal y como nos muestran las encuestas. Un triste final para un partido que fue hegemónico con Esperanza Aguirre y Pío García Escudero.
El partido está abandonado y sus militantes olvidados; en demasiadas ocasiones avergonzados. Y vamos camino de convertirnos en la tercera fuerza política de la región
Ya advertí en su día que no se estaba siguiendo la estrategia adecuada. Apoyé la bicefalia hace un año y no me equivoqué. El tiempo me ha dado la razón y a los resultados me remito. Hoy, el PP de Madrid está ligado fatalmente a su presidenta.
No puse en duda la capacidad de Cristina Cifuentes para presidir la Comunidad de Madrid, pero no me mostré tan confiado de su aptitud para dirigir la Comunidad y el partido al mismo tiempo. Y efectivamente: ni tenía capacidad, ni era conveniente. Lo mismo ocurre cuando se intenta hacer un máster y ser delegada del gobierno en Madrid al mismo tiempo.
Necesitamos una bicefalia. Alguien que gobierne en la Comunidad de Madrid y alguien que dirija el partido. Espero que quien tiene que tomar decisiones de forma inmediata no vuelva a caer de nuevo en el mismo error.
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