Opinión

Cinco años difamando a Ayuso

La izquierda, envidiosa de los logros de Ayuso, acuñó entonces el bulo de los 7.291 que ahora adquiere su paroxismo

  • Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid -

Casi con la visión del profeta el Padre Jesuita y filósofo Baltasar Gracián escribió “Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena”. Es lo que hace Sánchez, singularmente cuando se trata de la presidenta Ayuso. Con Sánchez viviendo encerrado en esa burbuja artificial que le sufragamos todos los españoles, no pudiendo salir a la calle sin verse insultado por la gente, prefiere cuidarse de infamar sin cesar a quién fue la dirigente política con mayor visión durante la pandemia.

Porque hoy se cumplen cinco años desde que el gobierno tuvo a bien reconocer que esto no iban a ser uno o dos casos aislados, que permitir las manifestaciones del ocho de marzo había sido una barbaridad y que si se hubiesen tomado medidas desde el momento en el que Sánchez y su gabinete supieron lo que había se podrían haber ahorrado muchas vidas. “No se podía saber” y “Capitán a posteriori” fueron su cínica respuesta.

Como celebración del cúmulo de engaños, medias verdades, corruptelas, discursos televisivos de Sánchez al estilo de Castro, acciones anticonstitucionales como cerrar el Parlamento y todas las barbaridades que imaginarse puedan, el sanchismo, que sabe que cada vez está más de capa caída, rememora aquellos luctuosos días para España y el resto del mundo como suele hacer: con propaganda. Un especial informativo presentado y dirigido por el inefable Xabier Fortes -Quen ten cu, ten medo, filiño- que hablará con guión dictado por la nula inteligencia artificial y natural que emana de Moncloa con todos. Con todos, menos con Ayuso, claro.

No será el único aquelarre contra la presidenta madrileña. Ahí está el documental “7.291”, la cifra de muertos en residencias de ancianos que se atribuye a los malos protocolos del gobierno de Madrid. Se emitirá por la televisión de todos y viene precedido por un éxito sin parangón en salas de cine: cuatro mil espectadores en un año. Y es que los zurdos llevan mal lo de Ayuso. Se han pasado un lustro con esa cifra de la que, por otra parte, nadie da razón porque si se sabe con exactitud los que murieron en Madrid ¿por qué no sabemos todavía el total de fallecidos en España?

RTVE es el Pravda español, sin vergüenza alguna ni el mínimo reparo ético

Porque, que nosotros recordemos, la primera en decir que había que cerrar Barajas por miedo al contagio fue Ayuso; la primera que dijo que había que cerrar los colegios fue Ayuso; confinada por estar ella misma afectada por el virus coordinó la sanidad madrileña, creó de la nada el Hospital Isabel Zendal, reconvirtió pistas de hielo en morgues para almacenar los cuerpos de los fallecidos, se buscó la vida -como el resto de las autonomías por esa vileza llamada cogobernanza, a saber, quitarse las pulgas de encima- para intentar traer material sanitario; en fin, se puso al mando e impartió órdenes claras, útiles, necesarias, sin necesidad de comités científicos que jamás fueron reales, sacar en televisión a uniformados -menudo papelón, señores-, tener un oráculo que hoy decía blanco y mañana negro como Simón, entretener a la población con chuminadas como salir a aplaudir como focas al balcón o financiar una mini serie de presunto humor con los graciosillos in numero servorum de siempre. Y no, no asumió el control de las residencias de ancianos.

Eso lo hizo el por entonces miembro del gobierno Pablo Iglesias Turrón que en rueda de prensa dijo textualmente “Vamos a construir un escudo social”, habida cuenta que el entonces ministro de sanidad Salvador Illa había puesto al mando de todos los servicios sociales en España al tal Iglesias, añadiendo que disponían de 600 millones de euros. Todo lo controlaría quien después, de manera indigna e infame, se lavó las manos como Poncio Pilatos. La izquierda, envidiosa de los logros de Ayuso, acuñó entonces el bulo de los 7.291 que ahora adquiere su paroxismo. Porque esta gente no respeta ni a los muertos. Bien se ha visto con la malhadada Ley de la Memoria Histórica. Van a la desesperada. Ojo, que ahora son más peligrosos que nunca.

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