Opinión

El engaño del CIS y la decepción de un país narcotizado

Todo puede ocurrir en la España que se rebeló al grito de “¡vivan las caenas!”, pues como todo pueblo conformista, por aquí se es más proclive a cuestionar las evidencias

Todo puede ocurrir en la España que se rebeló al grito de “¡vivan las caenas!”, pues como todo pueblo conformista, por aquí se es más proclive a cuestionar las evidencias que a silenciar a los oportunistas. Pese a ser bien conocida la penosa actitud de este país sumiso y adormilado, no dejan de llamar la atención los resultados del barómetro que ha difundido este martes el Centro de Investigaciones Sociológicas. Entre otras cosas, porque la gran mayoría de los participantes asegura llevar “razonablemente bien” (63,1%) el confinamiento y estar dispuesta a sacrificar su libertad durante más tiempo (60,4%) si es que el Ejecutivo lo considera necesario.

Sobra decir que la encuesta no está exenta del sesgo del que ha impregnado al CIS el siniestro José Félix Tezanos, cosa que se nota, por ejemplo, en el tono de la siguiente pregunta: “En circunstancias como las actuales, ¿cree usted que los partidos y líderes de la oposición tienen que colaborar y apoyar al Gobierno, dejando sus críticas o discrepancias para otros momentos, o que deben continuar criticando y oponiéndose al actual Gobierno en todo lo que consideren?”.

Es decir, se deja entrever que cuestionar a Moncloa en este momento ("en circunstancias como las actuales") es casi un ejercicio de irresponsabilidad.

También se aprecia malicia en la forma de plantear la posibilidad de aprobar un ingreso mínimo vital. Se podría preguntar de una forma aséptica (“¿Está usted a favor de su implantación?”), pero claro, eso quizá hubiera generado un resultado diferente al esperado por el aprendiz de brujo que dirige este instituto. Por eso, lo ha formulado así: “Ante la crisis económica producida por el COVID-19, ¿está Ud. a favor de que el Gobierno conceda un ingreso mínimo vital a aquellas personas y sectores más necesitados, o está en contra de esta medida?”.

Las respuestas posibles estaban todavía más sesgadas: 1) “Está a favor de que el Gobierno conceda un ingreso mínimo vital a aquellas personas y sectores más necesitados”; 2) “Está en contra”; y 3) “Cree que hay que recurrir a otras medidas”. En lugar de encuestar de forma neutral, se hace cierta carga subjetiva, pues puede llegar a entenderse que rechazar esta medida es sinónimo de abandonar a su suerte a los más desfavorecidos.

España adormecida

El resultado, en cualquier caso, es muy significativo, pues el 83,4% de las respuestas son favorables y sólo el 12,4% contrarias. Por mucho que se manipulen los sondeos de opinión, es evidente que hay una buena parte de los españoles que considera una buena idea conceder un subsidio a los ciudadanos por el hecho de serlo. Quizá sin hacerse más preguntas que la relativa al día en que se le ingresarían la ayuda en el banco.

Es cierto que tras el golpe inesperado del coronavirus, quizá sea aconsejable establecer una renta temporal para quienes se han visto sorprendidos por el vendaval y han perdido su trabajo o su negocio. Sin embargo, perpetuar esta prestación en el tiempo sería el equivalente a atarse una pesada roca a los pies y tirarse al mar. No sólo porque empeoraría el gran problema de la economía sumergida -pida la paga y le completo el sueldo en B-, sino porque afectaría a la propia competitividad del mercado laboral y, evidentemente, porque haría todavía más insostenible el Estado, cuya deuda se disparará hasta casi el 125% del PIB en los próximos meses, según la Airef. Cuanto más se carguen las alforjas de lo público, más aumentará el déficit.

La medida ayudaría a travestir y a aplacar el malestar popular, pues en tiempos de crisis es menos probable que los ciudadanos adopten una actitud beligerante si tienen poco que si lo han perdido todo. Pero habría que ser franco: una renta básica serviría para mantenerles callados en el presente a costa de que sus hijos vivan peor que ellos y sus nietos tengan que levantar el país de entre sus escombros, sin poder aspirar a mucho más que a las migajas. Y no a la misma ración que ahora, sino a una menor.

Convendría no tomarse demasiado en serio una encuesta que incide en que el 46% de los ciudadanos considera que la situación económica de España es buena

Convendría no tomarse demasiado en serio una encuesta que incide en que el 46% de los ciudadanos considera que la situación económica de España es buena, pese a los millones de personas afectadas por expedientes de regulación temporal del empleo, el preocupante cuadro macroeconómico y las evidencias que se presentan a pie de calle, como esas largas colas para pedir comida. Esta gráfica publicada por un investigador y sociólogo del CSIC confirma la burda manipulación de Tezanos y la inverosimilitud del barómetro, que vuelve a dejar claro que el director de este instituto utiliza recursos públicos para carcajearse de los ciudadanos sin excesivo rubor.

Pese a todo, se percibe en las respuestas cierta resignación y conformismo ante la situación de los ciudadanos, que parecen considerar al Estado como la única aspirina contar sus dolores de cabeza. Enorme decepción les espera a quienes se crean esas consignas gubernamentales, pues prometen una red de salvamento que, en realidad, tarde o temprano se convertirá en una trampa peligrosa.

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