Todos queremos que nuestras ciudades y pueblos sean sitios agradables donde vivir. Queremos que sean sitios prácticos, acogedores, en los que todo el mundo tenga acceso rápido y cómodo a servicios esenciales.
Hace unos años, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, puso de moda el concepto de la ciudad de 15 minutos. La idea esencial en este modelo es que nuestros barrios, nuestras ciudades, estén planificadas y organizadas de modo que cualquier ciudadano tenga todos los servicios comercios y amenidades necesarias en un radio de 15 minutos a pie. La idea es que podamos vivir en comunidades donde no sea necesario hacer grandes desplazamientos en coche para hacer ninguna gestión o compra, donde todo lo tengamos a mano. Además, dado que favorecemos la actividad peatonal tendremos calles y barrios llenos de vida, con gente en las aceras, parques y comercios.
De forma un tanto incomprensible, ha surgido una especie de teoría de la conspiración que insiste que esto de la ciudad de los 15 minutos es una trama que busca confinarnos en guetos o barrios segregados. Tengo que reconocer que, dentro de las habituales tonterías del pelotón de gente con sombreritos de papel de plata esta parece especialmente creativa, dentro de su absurdo. Lo más divertido es escuchar a comentaristas españoles repitiendo estas bobadas, ya que si hay un lugar en Europa donde la idea de los 15 minutos es un sinsentido, es en nuestro país.
Más que nada porque nuestros pueblos y ciudades ya son ciudades de 15 minutos.
Llegas al otro lado y el pueblo termina de repente; es cruzar dos calles y estás otra vez en medio del campo. Esto, por supuesto, es inaudito en Estados Unidos, y resulta ser muy inusual en Europa
Hace un par de meses, un grupo de académicos (Eduardo Gutiérrez, Enrique Moral-Benito, Daniel Oto-Peralías y Roberto Ramos) presentó un estudio muy curioso sobre lo que ellos llaman la anomalía española, la peculiar e inusual distribución geográfica de la población en nuestro país. Si miramos los datos de densidad de población por países, España es uno de los países menos densos de la Unión Europea. Si dividimos la superficie del país en celdas de 1 km2, España tiene el porcentaje menor de celdas que acogen población, sólo un 13%. Como comparación un 68% de las celdas francesas tienen algún habitante, 57% en Italia, o 60% en Alemania. Somos un país de grandes espacios vacíos, o eso es lo que parece a primera vista.
Si miramos los datos con más detalle, sin embargo, los autores señalan que en las celdas donde reside gente en España vive mucha más población que en sus equivalentes europeos. Cada una de nuestras celdas pobladas acoge de media 737 habitantes, el segundo valor más alto de la Unión Europea y muy por encima de los países mencionados anteriormente, todos ellos por debajo de 400. Nuestras ciudades y pueblos son inusualmente densos.
La primera vez que hice un viaje por España con mi mujer, que es americana, me comentó sorprendida cómo los pueblos en España empezaban y terminaban de repente. Tienes campos, bosques y más campos, y de golpe tienes casas, edificios apiñados, bloques de apartamentos, calles y semáforos. Llegas al otro lado y el pueblo termina de repente; es cruzar dos calles y estás otra vez en medio del campo. Esto, por supuesto, es inaudito en Estados Unidos, y resulta ser muy inusual en Europa. Nuestro urbanismo favorece la concentración, los barrios compactos, y con gradientes de densidad muy marcados.
Es muy habitual en nuestros municipios poder hacer prácticamente todo a pie, incluso en capitales de provincia. Nuestra densidad residencial hace factible la existencia de supermercados y comercios de proximidad
Hay mucho que discutir sobre el origen de esta diferencia urbanística (los autores señalan una variedad de causas históricas) pero desde el punto de vista de cómo organizamos nuestras ciudades, esta concentración explica en gran medida el carácter de nuestros barrios, y la singular calidad de vida que tiene España. Es muy habitual en nuestros municipios poder hacer prácticamente todo a pie, incluso en capitales de provincia. Nuestra densidad residencial hace factible la existencia de supermercados y comercios de proximidad. Cosas como bibliotecas, centros de atención primaria, escuelas y parques tienen siempre mucha población cerca que pueden acceder a ellos a pie.
Cuando los franceses o americanos hablan de implementar la ciudad de 15 minutos lo que están diciendo es que quieren implementar un modelo que nosotros ya tenemos. Nuestra tradición urbanística, lo que nosotros pensamos qué es la forma urbana por defecto, resulta ser extraordinariamente atractiva y eficiente. Incluso con todas las variedades urbanísticas que hemos hecho en las últimas décadas, esta manera de organizar calles y viviendas ha persistido.
En España criticamos muy a menudo nuestras costumbres, nuestra manera de hacer las cosas. Al hablar de urbanismo, de barrios agradables, de modelos de ciudad ecológicos y eficientes, sin embargo, realmente no tenemos que cambiar las cosas. nuestro modelo, nuestro urbanismo tradicional, lo que hemos hecho siempre, resulta que genera ciudades ecológicas y eficientes.
La ciudad de 15 minutos ya existe y la inventamos nosotros.
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