Los resultados de las recientes elecciones han situado a Ciudadanos ante la difícil perspectiva de su reinvención o redefinición. Colocado, a pocos años de su nacimiento, en la encrucijada de los diferentes caminos de la política española, el partido fundado un día por unas gentes notables en Cataluña, y engrosado años más tarde por muchas más del resto de España, debe adoptar una primera decisión: qué partido quiere ser.
Para dar respuesta a esta cuestión no sería malo recuperar la idea original, la posición de la que este partido traía su causa (más allá de su reclamación de la unidad de España, frente al supremacismo en Cataluña, que nadie pone en duda; o del debate entre la ideología socialdemócrata o liberal-progresista, que ya está superado). Me refiero a su condición de partido de centro y, en este espacio político, de partido útil.
Yo soy de los que, en el debate producido en Cs con anterioridad a las elecciones, han creído que la disyuntiva entre aspirar a ser un partido mayoritario o un partido bisagra era simplemente falsa, tramposa incluso: todos los partidos tienen la ambición de gobernar en solitario y con mayoría absoluta, además; pero una vez que se cierran las urnas y se cuentan los votos, lo responsable es conocer en qué lugar le han dejado los electores y cómo actuar en beneficio del país, mucho antes que hacerlo en favor del partido o -aún más- de su líder.
Por eso, un partido útil, situado en el centro político es un partido que activa todas las posibilidades de pacto con las formaciones limítrofes, moderando sus programas, dotando de estabilidad y de horizonte al ámbito político en el que se desenvuelve.
La importancia de los diez diputados
La debilidad de Ciudadanos se encuentra ahora en el ámbito nacional, en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, a pesar de la escasa relevancia de este partido en ese nivel, el hecho de disponer de grupo parlamentario y la general dificultad de gestionar las mayorías en un parlamento cada vez más atomizado, convierten a sus 10 diputados en un instrumento que en muchas apretadas votaciones que se desarrollen a lo largo de la legislatura contará con alguna importancia.
Pero la fortaleza más evidente de Cs se encuentra en su gestión autonómica y local. Su presencia en una buena parte de los equipos de Gobierno en los ayuntamientos y CCAA, la proximidad que estas instituciones tienen respecto de las gentes (la sanidad, las políticas sociales, la educación...), supondrá una verdadera palanca para la recuperación de su voto nacional.
Corruptelas y vergüenzas
No en vano, el retroceso comparativo del voto de Ciudadanos entre las elecciones de abril y las de mayo se debió de modo muy principal a la todavía insuficiente implantación local y regional de este partido. Gobernar las instituciones consiste no sólo en administrar adecuadamente en beneficio de la comunidad, también en estar atento a cualquier corruptela -propia o ajena- y actuar en consecuencia: gestionar no consiste en tapar las vergüenzas de otros, por muy socios que éstos sean.
Ciudadanos puede volver a ser un partido útil, porque una España cada vez más fragmentada políticamente precisa de un centro con idea de Estado, moderador y moderado y que dirija su mirada hacia el futuro
Y, sin perjuicio de a quién elija el partido para dirigirlo, no sería malo que su liderazgo fuera integrador y sumatorio; que recuperara a cuantos tengan algo que decir; que atienda a quienes, desde dentro o desde fuera, quieran aportar su reflexión y su experiencia; que abra la organización a los afiliados y les haga más partícipes de la tarea común...
Ciudadanos puede volver a ser un partido útil, porque una España cada vez más fragmentada políticamente precisa de un centro con idea de Estado, moderador y moderado y que dirija su mirada hacia el futuro. Al pasado sólo hay que atender para evitar cometer los viejos errores.
Fernando Maura es ex-diputado de Ciudadanos.
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