Opinión

Ciudadanos: refundación o disolución

Su hueco electoral no está en la derecha liberal sino en la izquierda progresista, nacional y antinacionalista, justo el espacio electoral donde nació Ciudadanos

En Andalucía ha ocurrido lo que ya había pasado en Madrid y en Castilla y León y lo que es posible que siga ocurriendo allí donde Ciudadanos mantiene representación: el PP ha absorbido la práctica totalidad de los votos de la formación naranja, lo cual podía ocurrir y algunos vimos venir desde que Albert Rivera tomó la decisión de ocupar el espacio electoral del PP para primero disputarle los votos del centro derecha y, después, sustituirlo.

A lo largo de la campaña electoral de las elecciones andaluzas, Ciudadanos insistió en su trabajo bien hecho y en la necesidad de mantener su espacio electoral y su participación en el gobierno; sin embargo, la gente no vota para agradecer los servicios prestados sino para seguir disfrutándolos y, cuando ve que ya no se tiene capacidad de seguir ofreciéndolos o que otros pueden hacerlo en su lugar, optará por cambiar su voto a favor del partido más fuerte, especialmente cuando su gobierno está en peligro. Ahí está el voto útil que se ha llevado el PP.

Ciudadanos insiste en distinguirse del PP contraponiendo su liberalismo del que han hecho bandera al conservadurismo del PP, explicando que ellos abogan por la defensa de las libertades individuales (aborto, eutanasia, prostitución) y que el PP todo eso lo rechaza; sin embargo, o bien la gente no ha percibido esta diferencia o, en caso de haberla percibido, no le ha dado tanta relevancia. O quizás pesan más el resto de cuestiones que comparten. A todo ello se ha sumado la utilidad del voto del que se ha beneficiado el PP, tanto para frenar a la izquierda como para frenar a Vox. Además, en política no solo cuentan los errores propios sino también los aciertos de los adversarios.

Si Sánchez hubiese aceptado (y tengo para mí que habría aceptado porque era capaz de cualquier cosa para ser presidente), hoy España no estaría gobernada por quienes quieren romperla;

Pero los problemas de Ciudadanos vienen de atrás, como he explicado en unos cuantos artículos de opinión a lo largo de los últimos años. Comenzó a tentar a la suerte y a su propio futuro cuando decidió, en su IV Asamblea General celebrada en 2017, abandonar el socialismo democrático, el laicismo identitario y el centro izquierda para abrazar el liberalismo progresista, ocupar el centro derecha y tratar de sustituir al PP con la baza de la lucha contra la corrupción, el apoyo de los medios y los aires favorables de la nueva política. Además, Ciudadanos optó por rechazar la moción de censura a Rajoy, votar en contra y defender al PP, en lugar de mantenerse al margen y abstenerse. La sensación de que Ciudadanos ocupaba el mismo espacio ideológico que el PP se fortalecía.

Además, tras las primeras elecciones de 2019, decidió no negociar siquiera con el PSOE de Sánchez en lugar de intentar condicionarlo y alejarlo del populismo y del independentismo. Si hubiera intentado negociar con credibilidad para entrar en el gobierno, hoy las cosas serían distintas: si Sánchez hubiese aceptado (y tengo para mí que habría aceptado porque era capaz de cualquier cosa para ser presidente), hoy España no estaría gobernada por quienes quieren romperla; si lo hubiese rechazado, Ciudadanos habría ocupado la centralidad del tablero político. Su error le costó pasar de 57 a 10 diputados y la dimisión de Rivera. Además, Ciudadanos decidió presentarse en coalición con el PP en el País Vasco y en Navarra en lugar de mantener su independencia y su autonomía, lo cual no hizo sino fortalecer la imagen de que eran lo mismo o parecido aunque teóricamente no lo fueran.  

Tras la marcha de Albert Rivera, Inés Arrimadas ha tratado de enmendar algunos de los errores cometidos... pero ya era ciertamente difícil salvar al partido de su desaparición y salir viva del envite. Hay veces que cuando se puede no se quiere y cuando se quiere ya no se puede: así ocurre en la política y en la vida. Cuando un partido político se personifica tanto en un líder, suele tener serias dificultades para sobrevivirlo cuando su líder desaparece; que nos lo pregunten a los de la UPyD… de Rosa Díez.

Su imagen está lastrada, su influencia política es muy reducida, el apoyo mediático es mínimo y carece de mentalidad ganadora

Ahora Ciudadanos debe optar: o integración en el PP o disolución o refundación. Pero su situación es precaria: a lo largo de los últimos tres años han ido abandonando el barco personas muy relevantes y de indudable valía y su representación parlamentaria ha menguado fuertemente, por lo que su capacidad económica es limitada. Además, su imagen está lastrada, su influencia política es muy reducida, el apoyo mediático es mínimo y carece de mentalidad ganadora; es decir, ahora solo le votarían los que se mantienen dentro y los muy convencidos, y no hay tantos ni de los primeros ni de los segundos, cosa que llevamos viendo en unas cuantas elecciones.

Su integración en el PP es la que en parte ya se ha producido: por un lado, a través de los votos que han pasado de un partido a otro; por otro lado, a través de los afiliados y los cargos que han cambiado de barco. Su disolución es la que lleva produciéndose durante los últimos tiempos por la vía de los resultados electorales y de los hechos: si la fortaleza de un partido se mide por su capacidad de condicionar las políticas y de entusiasmar al electorado, hoy Ciudadanos está francamente débil.

Así que para sobrevivir, recuperar su autonomía y rehacerse le queda la refundación, pero esto no es nada sencillo sino todo lo contrario, porque debe decidir cómo y en qué se refunda. Y hacerlo con la credibilidad suficiente para encontrar su espacio electoral. Y que todos sus responsables compartan la decisión sin nuevos abandonos o posibles escisiones. Todo un encaje de bolillos.

Ellos se reivindican como liberales y reformistas frente al conservadurismo del PP y es sin duda una opción, pero de momento tal distinción no ha surtido efecto, quizás porque la ciudadanía española no la valore tanto como los dirigentes de Ciudadanos creen que debe valorarse. En mi opinión, el hueco electoral no está en la derecha liberal sino en la izquierda progresista, nacional y antinacionalista, justo el espacio electoral donde nació Ciudadanos y que decidió abandonar Albert Rivera. Y de aquellos polvos, estos lodos. A estas alturas, tratar de recuperar aquel espacio es una quimera.

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