El jesuita Louis Bourdaloue fue conocido por ser el rey de los predicadores y el predicador de los reyes. Amigo de Madame de Sévigné o el filósofo Bossuet, dedicó su existencia a los hospitales, las cárceles y las instituciones de caridad. Predicador ante el rey Luis XIV, jamás dejó de tener presente la diferencia abismal entre aquella monarquía dilapidadora de las crujías que soportaba el pueblo. Fue este religioso a quien debemos la frase “En el origen de todas las fortunas hay cosas que harían temblar en caso de conocerlas”. Se anticipó a Rothschild cuando indicó que para ganar millones hay que esperar a que las calles estén bañadas en sangre. A propósito de esto, recomiendo vivamente el libro de David De Jong “Dinero y poder en el Tercer Reich”, para que comprueben como Daimler-Benz, Allianz, Porsche, Volkswagen, BMW o Dr. Oetker ganaron enormes fortunas antes, con y después de los nazis. Pecunia non olet. Igual que la Ford o IBM. De hecho, la maquina electrónica de tarjetas perforadas con la que la Gestapo tenía fichada a la población, única en su época, era obra de dicha empresa informática.
Entiéndanme, no soy partidario de las tesis fabricadas con fuegos artificiales que proclaman que hay que suprimir a los ricos. Suelen acabar en Galapagar. Cuando se ha querido proceder en base a ese funesto experimento, una de dos, o se ha provocado la ruina del país sumiéndolo en un conflicto armado, o se ha provocado la ruina del país en el terreno económico porque el capital lo ha abandonado con presteza de avutarda asustadiza. A lo que voy es a señalar por qué en las encuestas nadie se declara como clase obrera. O casi nadie. Todos somos clase media. Bien, precisemos, porque la BBC ha realizado un estudio que clasifica la vieja y tradicional Mittelstand nada menos que en siete categorías: élite, media Establecida, media Técnica, nuevos trabajadores afluentes, clase Trabajadora Tradicional, clase Trabajadora de Servicios Emergentes y, finalmente, el Precariado. Añadan las nuevas Clases Medias Urbanas y ya serán ocho.
¿Nadie recuerda que la auténtica división social es la que nos separa por volumen de ingresos, capital y patrimonio? ¿Nadie tiene presente que, una vez desprovistos de ahorros y propiedades, lo único que nos queda a quienes no somos ricos es nuestra fuerza de trabajo?
Ahora en serio, ¿nadie recuerda que la auténtica división social es la que nos separa por volumen de ingresos, capital y patrimonio? ¿Nadie tiene presente que, una vez desprovistos de ahorros y propiedades, lo único que nos queda a quienes no somos ricos es nuestra fuerza de trabajo? ¿Tanto nos han engañado con la zanahoria de la identidad sexual, la identidad nacional, los derechos de los animales o la Pachamama como para no darnos cuenta de que la mayoría de nosotros, sin trabajo, acabaríamos siendo pobres?¿Ignoran que en los comedores sociales hay una pléyade de arquitectos, abogados y gente de profesiones liberales que se han visto en la ruina por las crisis, pandemias y demás? ¿Ningún partido se atreve a decir que el mundo está gobernado por una élite?
Conclusión: si hay quien se reclama de género fluido, servidor piensa reclamarse millonario, aristócrata y exigir una silla en el Bilderberg, Davos, el Bohemian Club, el Skull and Bones y el consejo de administración de la Disney. Porque el hijo del señor Miguel puede ser currante, pero trabajador afluente, emergente establecido o medio urbano, nanay que se ha muerto Pichi. Uno tiene su dignidad y a mí que no me vengan con sutilezas de sociólogo aprobado por recomendación. Es muy simple: hay gente que curra y gente a la que no le hace puñetera falta currar. Punto. Aunque aquí me detengo, porque entre estos últimos habría que incluir a la cofradía de la paguita y el subsidio, y eso lo dejo para otro día.
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