Opinión

Claves para comprender la conferencia de Torra

En el marco del Teatre Nacional de Catalunya, el President de la Generalitat desglosaba este martes en cinco bloques los ejes de su inmediata acción política. Resumen: independencia o nada.

En el marco del Teatre Nacional de Catalunya, el President de la Generalitat desglosaba este martes en cinco bloques los ejes de su inmediata acción política. Resumen: independencia o nada.

¿Por qué no comparece Torra en el Parlament para explicar sus propósitos?

Ese es el primer elemento a considerar. Con la cámara cerrada, Torra ha pronunciado un discurso dirigido, fundamentalmente, a los suyos. Es más, diríamos que habló para los más radicales, los que se preguntan las razones por las cuales no se lleva hasta sus últimas consecuencias la independencia, el sector más disconforme del separatismo que, como las CUP, le recriminan no ser todo lo contundente que debería. El hecho de recuperar el Proceso Constituyente, una de las peticiones más insistentes de los abertzales catalanes, ha sido uno de los muchos guiño cómplices que el President ha hecho al ala radicalinski del separatismo.

Evidentemente, el TNC era un marco idóneo para que Torra se encontrase en casa, sin nadie que pudiera discutir sus argumentos. Un teatro repleto de entusiastas, muchos de ellos cargos públicos de la Generalitat, alcaldes, políticos separatistas y miembros de organizaciones del movimiento separatista es más cómodo que el debate parlamentario con la oposición. No es la primera vez que se hurta a la cámara catalana la posibilidad de discutir acerca de este asunto ni será, nos tememos, la última. De hecho, ni Ciudadanos, En Comú Podem y PP han acudido al acto, siendo solamente el PSC el único de todos los partidos no separatistas quien ha enviado un representante, la diputada autonómica Granados. Su incomodidad era más que manifiesta, como se ha visto en las declaraciones que ha hecho a la salida, visiblemente nerviosa, azorada, y sin saber muy bien qué decir puesto que Torra ha cargado contra el PSOE y Pedro Sánchez de manera insistente.

Los cinco apartados del discurso eran “Donde estamos”, “Como hemos llegado hasta aquí”, “¿Ahora qué?”, “Oportunidades” y “Como ganaremos”. Era superfluo dividir el discurso, no obstante, porque todo se basaba en el mismo argumento de siempre, repetido ad nauseam por el separatismo: el ochenta por ciento de los catalanes desea un referéndum sobre la independencia, los presos están encarcelados injustamente, no se aceptará ningún otro veredicto que no sea su libertad, se reivindica el 1-O, la proclamación de la república, la autodeterminación y la voluntad inequívoca de separarse de España y se convoca a la gente para que se sume a este proyecto.

Torra, que dice con palabras y tono extremadamente suave cosas terribles, no se mueve ni un milímetro: o se pacta un referéndum con el gobierno acerca de la independencia, o piensa caminar hacia ese objetivo al precio que sea. Después de haber declarado que se encargaría de poner el libertad a los presos si lo jueces los condenasen, en su discurso se ha reiterado, eso sí, de manera más sibilina. “Si la sentencia no es absolutoria, me pondré a disposición del pueblo de Cataluña a través de sus legítimos representantes en el Parlament para hacer lo que debamos hacer”.

Es, pues, línea dura, consolidación de las acciones de los CDR, manifiesta intención de desobedecer leyes, jueces, parlamentos y gobierno de España. No ha disimulado ni un ápice. El separatismo que representa Torra, el más duro, el más de derechas, supremacista e intelectual, no olvidemos esto, está enrocado, no pareciendo haber surtido efecto ninguno los cantos de sirena que Sánchez ha ido emitiendo en estas últimas semanas. Alguien debería decirle al presidente que se trata de seducirlos, porque lo que quieren es hacer su voluntad y punto.

La marcha

Un elemento destacable de todo lo dicho por Torra ha sido la convocatoria de una marcha por los derechos sociales y nacionales de Cataluña. Sin entrar en detalles – estaba entre el público Elisenda Paluzie, dirigente de la ANC, que se encargaría de todo el operativo -, Torra ha verbalizado el mambo que se avecina en los próximos días. Es ese paro de país al que aludían los CDR, disimulado con la pátina, según el President, de las marchas por los derechos civiles que protagonizó Martin Luther King en los EEUU la década de los años sesenta.

No son pocos los dirigentes separatistas que opinan que dicha marcha debería partir de la frontera con Francia – hacerlo desde Perpiñán, considerada por ellos como la capital de la Cataluña Norte, es imposible debido a que las autoridades francesas contemporizan poco con el separatismo – para culminar en Barcelona tras un periplo por toda Cataluña. Es, pues, una versión moderna de aquella marcha sobre Roma que protagonizaran Mussolini y sus camisas negras. Porque todo el argumentario desgranado ha sido, evidentemente, de corte fascista, autoritario, de desprecio a la ley, al sistema democrático.

Torra ha actuado de manera inteligentísima, con medias sonrisas, tono de profesor indulgente, mirada amable y contención gestual. Les propongo un ejercicio sumamente ilustrativo: si ustedes quitan el sonido a las imágenes de Torra les parecerá estar ante alguien que podría ser, perfectamente, un intelectual hablando de literatura contemporánea, un médico que comunica su último descubrimiento o incluso un señor que describe las actuaciones de la ONG que preside en el tercer mundo. Ahora, eliminen la imagen y dejen solo el audio. Verán como se disipa ese efecto placebo de la imagen bonachona de Torra y, aunque con voz almibarada, oirán ustedes un discurso basado en la mentira, el supremacismo y el desprecio hacia más de la mitad de catalanes que no se sienten separatistas. Terrible e imposible de creer que en cualquier país europeo alguien se pronuncie en tales términos sin ser acusado de pertenecer a la extrema derecha.

Torra ha actuado de manera inteligentísima, con medias sonrisas, tono de profesor indulgente, mirada amable y contención gestual

Ese es el gran mérito de este hombre, aparecer con una piel de cordero amable y simpática para ocultar bajo ella el propósito de crear un estado totalitario en el que, te guste o no te guste, deberás ser feliz. Ahí radica otra clave fundamental del discurso y el personaje, su capacidad para formular intelectualmente, con habilidad semántica, los groseros epítomes que vomitan los CDR por las calles. Envueltos en su prosa elegante – Torra no es un cualquiera en cuestiones literarias – las consignas separatistas parecen más digeribles a los convergentes que se asustarían con los exabruptos de las tropas de choque lazis.

Que la ministra Celaá haya salido al ruedo a dar una larga cambiada como respuesta oficial del gobierno a Torra es, junto con lo expuesto por el President, lo más notable de esta jornada. Porque si estamos al borde de una crisis más que seria, que hará parecer una trivialidad lo vivido hasta ahora, es, no en menor medida, gracias al tancredismo de Mariano Rajoy primero y al descomunal error de Pedro Sánchez ahora. El popular creyó que las cosas se arreglarían solas y el socialista cree que ofreciendo nuevos estatutos contentará a la fiera, pero ambos sufren el mismo error de enfoque: no entienden lo que pasa en Cataluña, y se imaginan aún en las épocas del pujolismo pactista. Ahora es distinto. Han soltado a la jauría y no piensan hacer otra cosa que lo que le es propio: perseguir, morder, apresar. Con verbo florido y adjetivación angélica, si ustedes quieren, pero ese y no otro es su propósito.

No deja de ser curioso que algunos analistas mediáticos sostengan que aquí no pasa nada, ni existe fractura social o violencia en la calle. Será interesante escuchar sus valoraciones acerca del discurso y, por descontado, de lo que suceda desde la Diada hasta el juicio por el 1-O.

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