Esta noche se celebrará el único debate entre los candidatos a presidente del Gobierno de los cinco principales partidos políticos. Este será el debate número 11 de la democracia española, y como sabrá el lector no se corresponde con la cantidad de campañas electorales en España, porque hasta 1996 no tuvimos debates presidenciales y desde entonces no siempre se han celebrado pues esta decisión quedó a la elección del presidente de turno.
Los candidatos que aspiran a relevar en el cargo a un presidente siempre quieren y aceptan todo tipo de debates electorales, cuantos más mejor, porque suponen más oportunidades de batir, desgastar, contrastar con el adversario en la Moncloa. Las tornas cambian cuando aquel que reclamaba debatir se instala en el palacio presidencial; de repente, el criterio muda y el debate pasa a ser un obstáculo que hay que salvar. Algunos presidentes lo salvaron sin la mayor preocupación: no se celebró y punto. González, el primero que aceptó fue en el 96, en un intento de salvar la campaña, y Aznar, una vez llegó a la Moncloa no volvió a pronunciar la palabra debate.
Desde que Rodríguez Zapatero aceptase de nuevo un debate como presidente, ninguno ha vuelto a tener la tentación de pasar por la campaña sin un debate presidencial, la presión en términos de cobardía y acusaciones por parte de los adversarios en la era de twitter se hace insostenible. Así, que el debate se salva con uno, dos si se negocia mal, algo que no suele pasar en otras democracias consolidadas. Así que esta noche, máxima expectación, volvemos a ver a los candidatos de los 5 primeros partidos debatir en la Academia de la televisión. Veamos las claves que podemos esperar.
El objetivo de Pedro Sánchez es no perder el debate, no cometer errores, reafirmar su posición presidencial y rentabilizar su obra de gobierno. No entrará a rebatir cada una de las acusaciones o trampas que sus adversarios han preparado, porque en un debate con cinco candidatos es relativamente fácil dejar en el aire preguntas y apelaciones directas. Lanzará un mensaje centrado en la necesaria estabilidad que necesita el país, y cómo, el único candidato que, según las encuestas, puede ganar la campaña puede garantizar que se produzca un gobierno si tiene el apoyo necesario: voto útil y concentración de voto.
Sin embargo, Pablo Casado necesita algo más que no perder el debate, su objetivo será posicionarse como la alternativa a Sánchez, el mejor situado para encabezar un gobierno de derechas, dejando atrás la estrategia de los naranjas de sorpasarlo. Centrará su discurso en la supuesta capacidad de la derecha para afrontar la crisis económica, que lleva tiempo anunciando el PP, y para afrontar la crisis catalana con la firmeza y determinación que el gobierno no ha demostrado, acusando a Sánchez de connivente con el nacionalismo, al tiempo que le recuerda sus pactos con las fuerzas prohibidas: nacionalistas e independentistas. Uno de sus mayores ataques será invitarle a que se comprometa a no pactar con ellos para ser investido presidente. Casado obviará de igual modo que Sánchez, las acusaciones de sus adversarios, Cs y Vox, midiéndose directamente con el único objetivo que le interesa batir: el candidato del PSOE.
Albert Rivera es consciente de que en los últimos dos debates salió de forma desigual, hubo unanimidad a la hora de proclamarlo ganador en el primer debate, la misma que lo tachó de sobreactuado en el segundo. Por lo tanto, medirá al máximo su actuación para no traspasar la fina línea que separa la actuación de la parodia. Los objetivos de Albert Rivera son volver a convertirse en el ganador del debate y convencer a sus votantes de abril de que vuelvan a confiar en él cambiando de estrategia, ya no es la garantía de desalojo de Sánchez, sino la garantía de no repetir terceras elecciones. Se centrará en el papel de los naranjas en la cuestión catalana, en que son el único partido que evitará que ERC, JxC o Bildu pinten algo en la conformación de gobierno. Como Casado, acusará al gobierno de llegar a pactos con ellos, fruto de los cuales se deriva la inacción en los altercados de Cataluña, responsabilizando a Sánchez de permitirlos.
Santiago Abascal asiste a un debate con las encuestas a favor, por lo tanto, moderará su discurso para no cometer errores que lo descabalguen de la tercera posición
El candidato de Unidas Podemos necesita volver a repetir la actuación de los dos últimos debates, humildad, moderación y tono tranquilo para seguir consolidando la idea de la última campaña: un nuevo Pablo Iglesias muy distinto del de la cal viva. Su objetivo es consolidar la idea de que los socialistas nunca quisieron un pacto con UP y que la repetición electoral es culpa de Sánchez, no suya. Pondrá en valor el paso atrás que el mismo dio cuando Sánchez afirmó que la única cuestión que obstaculizaba el gobierno de coalición era el propio Iglesias. Su discurso estará basado en el eje social y lanzará todas las medidas que sin la participación de UP asegurará que no formarán parte de la agenda socialista. Sus objetivos serán, Sánchez a quien le preguntará si está dispuesto a pactar con el PP y Abascal, con quien confrontará sobre feminismo y franquismo para evidenciar de los peligros del ascenso de esta fuerza.
El candidato de Vox se estrena en los debates presidenciales consciente de la necesidad de hacer un buen papel. La escasa oferta programática de su partido centrada en la unidad de España y la revolución conservadora de tintes franquistas no son suficientes para gobernar el país. Abascal asiste a un debate con las encuestas a favor, por lo tanto, moderará su discurso para no cometer errores que lo descabalguen de la tercera posición y se erigirá como garantía de cambio, referenciándose en el gobierno de Andalucía. Intentará ofrecer la visión más amable de la formación de extrema derecha, como ya ha hecho en las entrevistas que lleva realizando, evitando los argumentos más carpetovetónicos que ofrecen en mítines y canales de redes sociales, centrándose en un discurso de orden, recursos para los españoles y la unidad de la nación frente a la amenaza independentista.
Si lo hacen bien, si no cometen errores todos pueden ganar el debate. Esta afirmación que parece un imposible, en comunicación política no lo es. Si cada uno consolida las argumentaciones entre su electorado, fija el posicionamiento respecto a sus adversarios y coloca los puntos débiles de sus rivales en horario de máxima audiencia, habrá conseguido su objetivo. En los debates el fin no siempre es ganar, en ocasiones es salir vivo, conseguir lanzar una propuesta concreta o colocarle una acusación al contrario. Cada uno de ellos será el ganador para los suyos, porque los sesgos cognitivos de cada espectador hacen que vean a su favorito con mejores ojos que al resto, predisposición se llama. El objetivo de cada uno es diferente y no siempre colisiona con los objetivos del resto, así que, en cierta medida, todos pueden resultar ganadores. Esta noche saldremos de dudas, pero, quienes hemos ganado ya, somos los electores quienes podremos disfrutar de nuestro derecho de verlos debatir.
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