Siento desde hace años el mayor respeto y afecto por Xavier Rius. Incluso fue mi director durante algún tiempo. Y siempre lo he considerado una persona humanista, culta y honesta. Tres cosas que no abundan en el gremio periodístico catalán, de natural inmoral, envidioso, fácilmente sobornable y de una mediocridad abrumadora. Rius es, además, una persona aristotélica que se rige por la vieja norma "Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad". Independentista, no ha dudado en convertirse en un ariete demoledor contra ese edificio totalitario, corrupto y racista que hemos denominado procés.
Azote de las diferentes medianías que se han ocupado en comparecer ante los medios de comunicación en calidad de portavoces de la nada, los lazis le han retirado su acreditación. Rius les molesta porque pregunta lo que no quieren responder ni escuchar. A Rius no pueden decirle ni que trabaja para un medio de Madrid, uy, señor, qué pecado, ni que no sea independentista, ni que su carrera como profesional de los que están a pie de obra no sea evidente y sólida. Y como son unos cobardes, lo eliminan de un plumazo mediante una llamada y una carta que nos retrotrae a los tiempos del franquismo, en los que se cesaba, multaba o incluso encarcelaba al periodista molesto. A Xavier no pueden cesarlo porque trabaja en un medio privado, e-notícies. Tampoco puede encarcelarlo, aunque les gustaría. Multarlo menos, porque habría que ir a los tribunales y estos no van ni cuando son citados por el juez, teniendo que acudir la fuerza pública a buscarlos.
Sin sindicatos, partidos, patronales y medios cobardes hasta la médula, retirar la acreditación a un periodista se habría convertido en escándalo mayúsculo que habría hecho caer al gobierno de turno
Por eso le niegan la entrada a las ruedas de prensa como si aquello fuera la salita de su casa y no un lugar en el que deben responder a los medios. Es lógico cuando no se trata de demócratas. Son totalitarios en todo y con todos. Su concepción de la vida gira alrededor de lo suyo, de su ombliguismo y de su rechazo virulento hacia todo lo que se encuentre fuera de ese lugar. Esa cobardía, que es la de todos los regímenes dictatoriales, es compartida por los periodistas que ejercen en Cataluña. En el momento de escribir este billete no he visto que el Colegio de Periodistas, una chacha separatista desde siempre, haya dicho nada en favor de un compañero al que se priva de su derecho a preguntar e informar. No he visto tampoco a los habituales "abajo firmantes" exigir en un manifiesto que se le devuelva la acreditación. No he leído a ninguna pluma del mundo catalán ni he escuchado a ningún locutor ni he presenciado que ningún presentador en mi tierra se haya solidarizado con él. A excepción del siempre brillante Víctor Amela, nadie. ¿Dónde estáis, Évole, Buenafuente, Juliana, Marc-Álvaro, Rahola, Basté, Pellicer? ¿De verdad podéis miraros al espejo sin que se os caiga la cara de vergüenza por vuestra cobardía, vuestro sectarismo y vuestra infinita capacidad de bajar la cabeza a cambio de vivir como reyes? ¿Dónde están esos adalides de la libertad como el PSC o Ada Colau? ¿Dónde los Comuns, las CUP, dónde los intelectuales y escritores a los que parece interesarles más defender els pronoms febles que el derecho a una prensa libre?
Yo se lo diré: están todos en el mismo abrevadero, comiendo el pienso que les dan los totalitarios, los neofascistas que no toleran ni una sola voz discrepante. Esta es la tremenda cobardía que ha permitido a un puñado de delincuentes gobernar a Cataluña, porque sin cobardes esto no habría sucedido jamás. Sin sindicatos, partidos, patronales y medios cobardes hasta la médula, retirar la acreditación a un periodista se habría convertido en escándalo mayúsculo que habría hecho caer al gobierno de turno. Mientras eso le pasa a Xavier Rius, al que desde aquí le ofrezco públicamente todo mi apoyo y amistad, a Mas le dan un programita en una televisión privada ignota, pero bien surtida de dinero del bolsillo de todos, en el que, según anuncian, hablará distendidamente con diferentes personalidades para ver como consiguen rehabilitar a la política. Hace falta cinismo.
Y nadie ha dicho nada tampoco. Como en el caso de Xavier. Cobardes. Más que cobardes, colaboradores con un fascismo que se permite ejercer la censura a cara descubierta porque sabe que nada ha de sucederles.
Qué lástima de Cataluña.