Opinión

Coche eléctrico: Europa se pega un tiro en el pie

Sí, debemos echar al coche de combustión de las ciudades, pero el calendario trazado por las autoridades es un tiro de gracia contra los fabricantes europeos

¡Toc, toc! ¿Hay alguien aquí? Nada, el silencio más absoluto como respuesta. Esa es la eterna sensación que últimamente trasmite Europa. Un mero convidado de piedra ante la que se avecina. Estamos inmersos en un conflicto geopolítico y geoestratégico donde en el tablero global mueven fichas básicamente las dos superpotencias económicas, Estados Unidos y China. Y Rusia, como potencia militar, en la órbita de China. Cada una con su peculiar forma de gobierno. Totalitarismo Invertido versus Totalitarismo de Estado.

El Neoliberalismo, como forma de gobernanza al servicio de unos pocos, pervirtió el gobierno del pueblo y para el pueblo, y ahora está inclinando las otrora democracias liberales desde el Totalitarismo Invertido hacia el fascismo. Y es durante ese período de vigencia del Neoliberalismo en el que China ha aprovechado de una manera excepcional el hueco que el factor capital de Estados Unidos y Europa le dejó en su momento, como un lugar de producción barato, bajo una ingenuidad supremacista yanqui y europea asombrosa.

De la mano e inspiración de Deng Xiaoping se trazó lo que es ahora China, una mezcla sui géneris de nacionalismo, comunismo y capitalismo exacerbado que realmente ha llevado a cabo aquello que tanto se manosea por estos lares, un auténtico cambio de modelo productivo, generando un valor añadido donde ya compiten por el liderazgo mundial. Y Europa, mientras tanto, está siendo arrastrada al abismo, bajo la mirada incrédula de unas élites políticas y económicas miopes.

Automoción, enésima anécdota sobre la deriva de Europa

Pongamos un ejemplo, lo que está sucediendo con el sector de la automoción a nivel global, y muy especialmente en Europa. Llevo varios años trabajando con una parte relevante del sector de la automoción de nuestro país, y de su mano he aprendido mucho. En una conferencia reciente, donde participé, quedó claro que estamos inmersos en un cambio de paradigma, nos movemos hacia el coche eléctrico, autónomo y compartido. Sin duda, el escenario del transporte mundial de las próximas décadas no se va a parecer al actual. Y las autoridades políticas europeas de manera entusiasta se están uniendo a este discurso que va más allá de la realidad de cambio que hoy por hoy puede ofrecer la industria europea del automóvil.

Europa debe plantar cara a los gigantes estadounidenses (Google, Facebook, Amazon, Uber, Airbnb…) que no pagan un mísero euro de impuestos aquí

El coche de combustión debe tender a desaparecer, sin duda, por todos los problemas medioambientales que genera. Digámoslo claramente: debemos echar al coche de combustión de las ciudades. Pero el calendario de transición trazado por las autoridades europeas es un tiro de gracia contra los fabricantes de coches europeos, que no están preparados para el calendario tan ajustado que le están marcando desde Bruselas. Lo novedoso es que el otrora influyente y lobista sector de la automóvil no puede hacer nada ante las directrices marcadas por los políticos. Y ello es muy raro, ya que éstos benefician siempre a las élites económicas.

Como me suele recalcar una buena amiga, “Juan ve a la raíz de las cosas, ¿quién gana con todo ello?, ¿qué poder económico se beneficia de ese cambio de paradigma?” No me refiero a la ciudadanía, que jamás será el eje determinante de ningún cambio de paradigma bajo esa forma de gobernanza llamada Neoliberalismo. Y menos en la actual Unión Europea, donde Bruselas simplemente es un nido de lobbies de todo tipo de pelaje. Pues manos a la obra, esa fue mi pregunta a los expertos del sector. Pero para poder entender la respuesta, permítanme antes abordar una anécdota que desde mi punto de vista es vital.

El timo de la revolución tecnológica (3.0 y 4.0)

Si ustedes tienen acceso a informes o presentaciones sobre el mundo del mañana, siempre suelo distinguir dos tipos de aproximaciones. Aquellas que presentan una metodología detrás, bien sean de anticipación política o de previsión económica. Y frente a éstas, muy escasas, la mayoría, la que pueblan las consultoras de medio mundo, especialmente las grandes, donde predominan palabras y teorías grandilocuentes, huecas, eso sí apoyadas en gráficos elegantes. Una de esas teorías tiene que ver con las revoluciones tecnológicas. Y según la interpretación de estas consultoras, muy de la mano de ciertos ejecutivos estrella, nos encontraríamos inmersos en la revolución industrial 4.0, de la mano de la inteligencia artificial y del big data.

Las primeras revoluciones industriales buscaban mejorar la capacidad de producción industrial; las nuevas innovaciones tienen que ver más con el entretenimiento y el consumo

Pero las palabras son muy atrevidas. Toda revolución industrial para que se denomine como tal debe tener una serie de ingredientes. Primero, incrementar la tasa de crecimiento económico. Segundo, aumentar la productividad del trabajo, del capital, de los multifactores. Tercero, elevar el crecimiento potencial y el nivel de vida de la ciudadanía. Pues bien, como explica perfectamente Robert Gordon, profesor de la Norwestern University, en su libro “The rise and fall of american growth”, la revolución tecnológica no ha dado lugar a un aumento apreciable de la productividad. Como solía decir el premio Nobel Robert Solow, “la era de los ordenadores se ve en todas partes menos en las estadísticas de productividad”. La explicación de Robert Gordon es que mientras que las dos primeras revoluciones industriales iban directamente a mejorar la capacidad de producción industrial, las nuevas innovaciones tienen que ver más con el entretenimiento y el consumo, y no implican una mayor capacidad de producción. Yo diría algo más, las revoluciones 3.0 y 4.0, aún por llegar, solo han generado y generarán burbujas financieras y acumulación de renta y riqueza en unas pocas manos. Cuando además todas esas empresas utilizan suelo y espacio radioeléctrico de propiedad pública. Es hora de que esas rentas mil millonarias de las que se apropian unos pocos se devuelva a la ciudadanía vía tributaria.

Europa debe elegir, o cohesión social o fin de la democracia

Esta anécdota sirve para la respuesta que los partícipes del sector de la automoción dieron a mi pregunta. Ganan algo las empresas generadoras de electricidad, obviamente europeas; pero sobretodo ganan todas aquellas empresas que tienen la tecnología necesaria para el coche autónomo y eléctrico, en el momento actual exclusivamente estadounidenses y chinas; y aquellas plataformas que canalizan y dirigen el consumo e información de datos para el mismo, de nuevo estadounidenses en su mayoría y alguna china.

Mientras China práctica una economía dirigida por el Estado, con control de capitales, que impide que competidores globales puedan afectar negativamente a sus grandes jugadores; y Estados Unidos de manera recurrente impide la compra de sus empresas por parte de capital chino, aduciendo interés nacional, aquí en Europa, las élites políticas y económicas han sido los adalides del libre comercio, sin entender aún como suele acabar una economía capitalista donde el libre comercio es su guía. Simplemente recordarles que las 5 leyes generales inherentes a la dinámica capitalista que Marx describió en El Capital se acaban verificando.

Las élites europeas participaron animadamente en el destrozo de nuestro estado del bienestar, pero sin bienestar y cohesión social la democracia liberal no funciona. Frente al comportamiento de ciertos gigantes empresariales estadounidenses (Google, Facebook, Amazon, Uber, Airbnb…), que no pagan un mísero euro de impuestos aquí mientras extraen rentas mil-millonarias, Europa debe reaccionar y plantar cara. Es hora de que nuestros políticos europeos se quiten la venda, y reaccionen frente a una apuesta clara de las actuales élites estadounidenses por debilitar a los otrora aliados, es decir, a Europa. Para ello deben reconstruir lo que siempre ha caracterizado a Europa, un estado de derecho y de bienestar, de manera que aquellos que no cumplan estándares laborales, medioambientales e impositivos, no juegan. Punto. No se preocupen, tristemente no pasará.

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