Gabriel García Márquez siempre se definió como periodista y decía que el periodismo es la profesión que más se parece al boxeo pero con la desventaja de que no se puede tirar la toalla. En esta pandemia que aún nos amenaza mientras "desescalamos" con gran celeridad nos pasa lo mismo que al informador que cada día tiene que dar el callo sin que importe medio comino qué pasó en los días precedentes. Es un largo combate a ene asaltos. No puedes descuidarte ni un segundo para que no te envíen a besar la lona.
A muchos nos gustaría saber qué habría opinado sobre lo que estamos viviendo el añorado David Gistau, un noqueador en ambos deportes, boxeo y periodismo. Pero la muerte se lo llevó demasiado pronto el pasado febrero aunque parezca que haya pasado una eternidad. Recurro al símil boxístico en su recuerdo, porque sigue sin gustarme el tono belicista del Gobierno -no estamos en una guerra, por mucho que se repita- y porque, bien mirado, tenemos en frente a un peso pesado que nos ganó con suma facilidad los primeros rounds. Incluso podría decirse que a punto estuvo de acabar con nosotros.
Como es evidente que hemos remontado golpe a golpe y esquivando sus acometidas a base de muchos sudores, damos por hecho que la victoria es segura porque lo tumbaremos o, en el peor de los casos, ganaremos a los puntos. Nos hemos confiado. Para comprobarlo solo hay que ver las terrazas de cualquier barrio o las zonas peatonales de los cascos históricos de nuestras ciudades. En estas estamos cuando nos llega una prueba decisiva de esta pelea: el calor.
¿Miedo? Es posible, pero hay unos cuantos motivos, yo diría que al menos 28.000, para ser precavidos y no bajar la guardia precisamente ahora
En estos días calurosos la gente está como loca por irse a las playas. Viendo las imágenes de las jornadas previas, concretamente las fotos de este jueves, está claro que no solo los madrileños son playeros inconscientes y toca temerse un desastre en la arena este fin de semana que provocaría el peor de los rebrotes. ¿Miedo? Es posible, pero hay unos cuantos motivos, yo diría que al menos 28.000, para ser precavidos y no bajar la guardia precisamente ahora, cuando rozamos el triunfo con los guantes y parece que va a sonar la campana.
Paradójicamente yo siento predilección por esos boxeadores arriesgados, un tanto anárquicos, que sacan de quicio a sus entrenadores de la esquina porque son capaces de bajar los brazos para desafiar o vacilar al rival incluso cuando tienen el combate en el bolsillo. Son explosivos, pura dinamita, prefieren el espectáculo para el público antes que la victoria o la derrota. Los adoro cuando lo veo en la tele, por supuesto, porque si fuera yo quien combatiese en el cuadrilátero seguramente optaría por ser conservador y no correr riesgos superfluos.
La verdad, siempre menos épica que la ficción, es que la técnica y la disciplina son básicas para lo boxeadores. ¿Pero cómo vamos a disciplinar a millones de personas que han pasado dos meses encerradas y ahora quieren darse un chapuzón en su amador mar?
La historia de este deporte nos enseña que películas como Rocky o incluso la deliciosa Toro salvaje son, desde el punto de vista de la verosimilitud, creaciones cinematográficas que están muy lejos de lo que pasa en un ring. La verdad, siempre menos épica que la ficción, es que la técnica y la disciplina son básicas para lo boxeadores. ¿Pero cómo vamos a disciplinar a millones de personas que han pasado dos meses encerradas y ahora quieren darse un chapuzón en su amador mar?
Decía el propio Gistau que le gustaba este deporte precisamente porque se enfrentaban dos personas y no dos equipos. Ahora somos un equipo demasiado grande como para meterlo en vereda. Habrá errores y recibiremos contundentes puñetazos del bicho, que tampoco va a tirar la toalla. Tiene una enorme pegada y va a seguir intentando noquearnos. Norman Mailer nos enseñó en su inolvidable relato acerca del combate entre Ali y Foreman que para ganar en el boxeo o en este cínico oficio, es clave, aunque no lo parezca, ser inteligente. No lo olviden en la terraza o en la playa.
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