Estaba yo paseando con mi perra por el parque cuando, de manera accidental, le he dado una patada a una piedra. Inmediatamente han salido media docena de humoristas de debajo. Para colmo, algunos insistían en que les llamara “monologuistas”.
Yo estaba atónita, pero una mujer que se autoproclamaba “feminista monologuista”, me empezó a dar una charla infumable y en cada frase metía un “olé mi coño” o un “por mi coño moreno”. La verdad es que la pobre no tenía ninguna gracia, me daba incluso un poco de miedito. Doña, que así se llama mi perra, no paraba de gruñirla. Y es que el instinto de los animales es muy sabio.
Empecé a dirigir mis pasos hacia casa, pero los humoristas habían cerrado todas las salidas del parque. Uno de ellos, a grito pelado, como si fuera un sindicalista cuando gobierna la derecha, contó una historia ridículamente absurda en la que no ligaba una noche en un bar. Acto seguido y sin apenas pausa, soltó lo que se suponía era un chiste con Franco, la bandera de España y la presidenta de Madrid. Yo no entendía nada. Ninguna de las dos historias tenía gracia, pero el recurso de “como me ridiculizo contando que no follo, puedo insultar a cualquiera” me pareció de alguien que no está muy en sus cabales. Así que empecé a retroceder lentamente, sin apartar la mirada, como indican que hagas con un perro rabioso.
Pero entonces otro de los humoristas me cortó el paso. En una mano sujetaba un móvil y pude ver cómo me grababa con descaro, mientras en la otra portaba una tarta hecha de hormigón armado. Apuntando con la tarta mortal a mi cabeza, me dijo muy exaltado:
- ¡Es para mis followers! ¡Verás qué risa!
- ¡Pero qué followers ni qué, trastornado! ¡Que me quieres abrir la cabeza! ¡Aparta, hijo de Lucifer, que llamo a la policía por intento de homicidio y te cancelan la cuenta en YouTube!
Le empujé para abrirme camino, con mi perra en brazos, pero los monologuistas me perseguían por todo el parque como verdaderos walking dead. Repetían como un mantra: “Caca, culo, pedo, pis… caca, culo, pedo , pis…” Ahí sí que sentí peligrar mi vida. Estaba en manos de gente que no había superado la fase en la que los pedos y la caca te hacen gracia, esa que se pasa a los 5 o 6 años. Qué iba a ser de mí. Quién cuidaría de Doña.
Señalar y reírse de un compañero de clase cuando eres un niño está mal, pero hacerlo en tus redes sociales o incluso en un programa de televisión es muy divertido
Así que no me quedaba otra que ejecutar un plan de huida desolador. Ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas. No sé quién dijo esto, algunos dicen que Hipócrates, otros que el economista norteamericano Nouriel Roubini. Sin duda fue alguien que, como yo, prefería esconderse, pero tuvo que echar a correr alguna vez en su vida.
Y ahí estaba yo, corriendo como si huyera de los recobradores de Cofidis, cuando los walking dead del humor se percataron de que no me reía. Lo huelen. Huelen el aburrimiento. Por eso todo el mundo les ríe las gracias en los espectáculos: nadie quiere convertirse en su objetivo. Pero ya era tarde. Habían olido mi desidia. Así que empezaron todos a gritar: “¡Una censuradora! ¡A la hoguera con ella! ¡El humor no tiene límites!”.
No sé cómo lo logré, pero finalmente conseguí escapar y llegar a casa. Doña aún temblaba por el miedo y el estrés que habíamos pasado. Así que decidí que lo mejor para relajarme era entrar un rato en Twitter, porque de todos es sabido que es un lugar seguro, donde somos todos muy respetuosos gracias a lo concienciados que estamos con el bullying y el acoso escolar. No paramos de repetir a los niños que no está bien reírse todos a una de un compañero, ridiculizarle en público y exagerar sus defectos para carcajearnos. Lo bueno es que ven que cuando eres mayor eso del bullying ya no existe, que sacas el comodín del humor y todo vale, porque señalar y reírse de un compañero de clase cuando eres un niño está mal, pero hacerlo en tus redes sociales o incluso en un programa de televisión es muy divertido. Los niños lo deben tener clarísimo con lo bien que se lo estamos ejemplificando todo.
Un comunicado de Frank exponía, de manera muy elegante, su malestar por un vídeo de cierto programa de televisión, en el que no solo se sentía ridiculizado a nivel personal, sino también menospreciado profesionalmente
Y en esas estaba yo, en mi sitio seguro, mi remanso de paz, alimento sin igual tanto espiritual como intelectual, cuando me topé con unos comentarios dirigidos a Frank Cuesta: que si no tienes sentido del humor, que si no sabes reírte de ti mismo…
Por si alguien ha estado fuera del planeta los últimos 40 años y no sabe quién es Frank, puedo tratar de explicarlo diciendo que es el Félix Rodríguez de la Fuente moderno, que ha cambiado el look montañero y el chaleco de camuflaje por un look de guiri total que podemos encontrar en cualquier playa de Benidorm, con crocs y calcetines incluidos, solo que tiene las narices de lucirlo en los lugares más insospechados, como la sabana africana y delante de un rinoceronte, si se tercia.
Después vi un comunicado de Frank en el que exponía, de manera muy elegante, su malestar por un vídeo de cierto programa de televisión, en el que no solo se sentía ridiculizado a nivel personal, sino también menospreciado profesionalmente. La respuesta de los responsables: “En ningún momento pretendíamos ridiculizarte. Somos un programa de humor y no queríamos ofenderte”.
Puede que en realidad sea como mi sueño de ser saxofonista: que cuando toco el saxo parece que estoy torturando a un ganso
Ahí lo llevas, Frank, ya te han sacado el comodín del humor y ya no puedes hacer nada. Como ellos no querían ofenderte ni ridiculizarte, la culpa es tuya por ofenderte y sentirte ridiculizado. Solo les ha faltado jugarte también la carta del respeto… Uy, no, si también la han jugado después… Estás perdido.
Me pregunto quién dice lo que es el humor. Porque yo entiendo que a lo mejor tu sueño es ser humorista, que tal vez tú crees que estás haciendo humor y puede que en realidad sea como mi sueño de ser saxofonista: que cuando toco el saxo parece que estoy torturando a un ganso. Pero como seguramente alguien te ha dicho que luches por tu sueño, pues vamos a tener que estar escuchando agonizar al ganso un tiempo.
En fin, que tengo que ir terminado ya, que si no me regañan. Me centro, que yo solo quería hacerme la moderna y decirle a Frank que ole su coño moreno o algo así y, si le meto al final una palabrota tipo “cabronazo” o “hijoputa”, os tenéis que reír todos, que me lo ha dicho un monologuista en el parque. Así funciona ahora esto del humor.
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