Estoy harta, estoy cansada y sobre todo profundamente aburrida del 8-M, del feminismo, y de su ola de locura y fealdad que gira entorno de lo mujeril. Ya ni de la mujer, desde que la biología es un estado emocional. Supongo que invocar el hastío es insuficiente para describir mi estado de hartazgo de esa ideología invasiva, llena de quejidos, estupidez y tampones públicos por doquier. Me declaro en guerra contra el feminismo como acto desesperado de autodefensa, de subversión y decencia. Como anhelo personal de recuperar mi poder legítimo social frente a unas desequilibradas sedientas de hacer el negocio de su mediocre vida.
Estoy cansada de la crítica absurda e insuficiente que se ha hecho del feminismo ministerial. Se ha limitado a la equidad legal y el feminismo liberal, de brechas salariales y conciliación con el que se lucran hombres en observatorios de igualdad. Como si el machismo fuese un mito inexistente. Estoy harta de la estafa que supone limitar la crítica del feminismo trans a la injusticia deportiva en una demostración de cobardía y limitación intelectual. Estoy furiosa con las que repiten que el aborto es un derecho de la mujer y no una liberación del hombre que la utiliza y abandona. Estoy aburrida de que se espere que las mujeres sólo tengamos que hablar de "lo nuestro", que yo aún no sé qué es eso, como habrán comprobado los asiduos a esta columna.
El feminismo que le ha tocado vivir a mi generación parece ideado por el mayor miserable de los misóginos. Me siento insegura en las calles viendo cómo se prioriza la paridad en la policía a mi seguridad personal como mujer. Un feminismo que con su victimización ha conseguido que la desconfianza y la incredulidad sean lo que envuelva a toda denuncia de violación, acoso y maltrato fuera de un tribunal. Que las verdaderas víctimas de esos deleznables delitos sientan la desprotección social de ser creídas y comprendidas en su entorno. Callar para que no te confundan con las miserables que utilizan la nueva legislación en venganza o negocio. Un sistema en el que un hombre no debe hacerse responsable de dejar embarazada a una mujer y el matrimonio es considerado opresor. Mujeres reivindicando el aborto como derecho liberador de la vida de sus propios hijos. Sólo un sádico misógino podría haber ideado un sistema así bajo el nombre de feminismo, donde la indefensión física de las mujeres es considerada un avance en la igualdad, donde el aborto es el mayor derecho de la mujer y donde en el ecosistema hombres y mujeres vivimos apartados culturalmente.
Un sistema en el que un hombre no debe hacerse responsable de dejar embarazada a una mujer y el matrimonio es considerado opresor
No puedo perdonar ni tolerar el papel fundamental que ha jugado el feminismo en la proliferación de la misoginia. El evidente acoso legal a los hombres ha permitido que muchos de ellos empiecen a sentirse libres de humillar a mujeres, considerando a todas una caricatura de sus complejos masculinos bajo la excusa de los delirios del mujerismo. Vivo atrapada entre un sistema de furia estúpida feminista que quiere "barrer" al patriarcado, como el cartel del PCE; y otro donde una mujer no puede ser admirada, ni recibir un elogio de un hombre por el miedo de su débil masculinidad a ser señalado por otros en la manada por hacerlo. No hay mayor tonto que el vigila el simpeo, ni mayor cobarde que el que lo teme. Si el feminismo parece ideado por un misógino, este comportamiento carente de virilidad parece diseñado por la más desquiciada y consumida de odio al hombre.
El evidente acoso legal a los hombres ha permitido que muchos de ellos empiecen a sentirse libres de humillar a mujeres
Han destruido todo puente, cerrado toda puerta y tapiado cualquier ventana en la conversación y convivencia entre hombres y mujeres. Nos han condenado a vivir de espaldas, en guardia y en una intensa desconfianza. Al menos ellos se libran de coloquios terapéuticos sobre la desgracia de ser mujer organizados por las que copan el poder y succionan el presupuesto. La injusticia más horrenda que ocultan todas ellas es que el mundo sigue privilegiando a la que es limitada en ideas y escrúpulos.
Rechazo un sistema donde los hombres son tratados con injusticia en nombre de la defensa de la mujer. No quiero un mundo en el que la voz de un hombre sea más respetada por encasillarnos en cuotas y el feminismo. No participo de una sociedad en la que no pueda decir que cuidar y amar a un hombre es una bendición, como lo es para ellos con nosotras. Escribo desde el respeto y el amor a los hombres valiosos que estén perdidos en la soledad de la posmodernidad.
Porque el feminismo es por encima de todo el odio a la mujer puramente heterosexual, a la ostentación de la feminidad.
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