Opinión

Cómo frenar (y no acelerar) la desaceleración

A la incertidumbre geopolítica, ya situada por encima de su media histórica, se añade una desaceleración de la economía española que limita la corrección futura de nuestros principales desequilibrios

En el complicado escenario de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2019, el Gobierno insiste en llevar a cabo una política fiscal sin tener en cuenta la fase del ciclo y los desequilibrios estructurales de la economía española, ni la inestabilidad política y económica global.

A nivel mundial, la incertidumbre geopolítica se sitúa por encima de su media histórica. Los riesgos derivados de la política proteccionista de Trump, el posible agotamiento del ciclo económico de EEUU y la inestabilidad financiera de los países emergentes, entre otros, condicionan a la baja las perspectivas de crecimiento global del 3,9% en 2018 y 2019. En términos de comercio exterior, la moderación de las importaciones de los países avanzados (excepto EEUU) y de las exportaciones de los emergentes se añade a las constantes amenazas (algunas ya efectivas) de imposición de aranceles por parte de EEUU que afectan a bienes por valor de 800.000 millones de dólares. Además, el volumen de deuda mundial es preocupante. Diez años después de la caída de Lehman Brothers, ésta no ha parado de crecer hasta alcanzar los 237 billones de dólares (70 billones más), representando en la actualidad un 317% del PIB mundial.

Diez años después de la caída de ‘Lehman Brothers’, la deuda mundial sigue creciendo y ya representa el 317% del PIB mundial: 237 billones de dólares

La economía de la Eurozona, tras registrar en 2017 su mayor avance en una década, muestra los primeros signos de desaceleración, lo que ha llevado al BCE a revisar a la baja las previsiones de crecimiento (2% en 2018 y 1,8% en 2019). La inestabilidad política en Italia, la moderación de la producción industrial en Alemania (en parte por las tensiones comerciales) y la pérdida de tracción de la reducción del desempleo en España, entre otros factores, explican ese debilitamiento. Asimismo, a 190 días del Brexit y a pesar de que Michel Barnier (encargado de las negociaciones del Brexit) considera que el 80% del acuerdo de salida está cerrado, sigue sin haber un pacto total entre la UE y el Reino Unido.

A estos riesgos globales, junto al agotamiento de los vientos de cola, se une la desaceleración de la economía española que se refleja en la evolución del empleo, la llegada de turistas, el consumo y las exportaciones, que han llevado a un menor avance del PIB en el segundo trimestre (0,6% trimestral), limitando la corrección futura de nuestros principales desequilibrios estructurales: deuda, déficit, pensiones y paro.

Los anuncios del Gobierno español de un mayor esfuerzo fiscal impactan negativamente sobre las decisiones empresariales y familiares

Asimismo, en este contexto macroeconómico, los anuncios del Gobierno de un mayor esfuerzo fiscal impactan negativamente sobre las decisiones empresariales y familiares. En términos recaudatorios, es cierto que España presenta unos ingresos públicos inferiores a la media de la UE28 (38,1% frente al 44,4% del PIB), a pesar de tener tipos impositivos superiores o en la media de los países de nuestro entorno. Sin embargo, no se puede caer en el error de equipararnos a países como Suecia, Alemania o Dinamarca sin antes corregir nuestro elevado nivel de paro y de economía sumergida, fomentar el crecimiento de nuestras empresas y mejorar la eficiencia del gasto público.

Por tanto, es urgente consensuar reformas estructurales que corrijan estos desequilibrios en lugar de adoptar una política fiscal que generará efectos negativos sobre la inversión, el empleo, la competitividad y la productividad, y no mejorará la eficiencia del sistema tributario español. No es el momento de acelerar la desaceleración, sino de frenarla.

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