Opinión

Cómo hacer de un hijo vago un delincuente

Una de las principales preocupaciones de los padres es que sus hijos tengan la formación suficiente como para que puedan ganarse la vida. Pero claro, los estudios no son baratos, el mercado laboral está como está a pesar

Una de las principales preocupaciones de los padres es que sus hijos tengan la formación suficiente como para que puedan ganarse la vida. Pero claro, los estudios no son baratos, el mercado laboral está como está a pesar de lo que diga el gobierno y, seamos sinceros, una parte del mundo juvenil y multicolor no está demasiado por eso de hincar el lomo porque se vive mejor en el sofá de casa de los papás no pegando sello y criticando al sistema.
Abandonen esas preocupaciones: la solución está en que su hijo se dedique a la delincuencia en alguno de sus muchos y variados aspectos. Con aprendizaje, cuidado, porque si algo se enseña hoy en España es a delinquir. Y gratis, que es lo mejor del asunto. Vayamos por partes. ¿Desea su hijo ser un vándalo al que le pagarán un jugoso estipendio cada vez que le interese a alguien que ardan las calles? Ahí tienen ustedes a Granollers, antaño conocida por sus tratantes de ganado y hogaño por sus tratantes de terroristas. Todo bestias, si vamos al fondo. Esta semana conocíamos que en las fiestas de dicha localidad, donde Josep Pla pasó tanto tiempo hospedado en la mítica Fonda Europa, se ha celebrado un taller que consistía en arrojar cócteles Molotov a un muñeco que representaba a un policía. Algazara, risas y bullanga en una ciudad gobernada por ese PSC que nos ha de llevar a una conciliación que defecará la minina pequinesa. La variante vasca ya la conocen: llevar a sus hijos a cualquier onguietorri y curtirlos en gritar consignas de odio para, después, pasar al cursillo de pintadas amenazantes. También gratis y en cualquier lugar de aquella parte del territorio nacional.

Ahí tienen ustedes a Granollers, antaño conocida por sus tratantes de ganado y hogaño por sus tratantes de terroristas. Todo bestias, si vamos al fondo

Ahora bien, podría ser que su hijo, de suyo místico y contemplativo, abomine de la gasolina, el algodón empapado, el condón y el ácido empleados como espoletas de tiempo y el tremendo efecto que produce dicho cóctel, amén del daño a personas y enseres que causa. Si es así, también tenemos una salida. En España había en 2023 más de ochenta mil casas, pisos o locales ocupados. En muchos de estos lugares de meditación y paz interior se dan cursos de todo tipo: como resistir a la policía si se presenta, como provocarlos, todo tipo de tácticas de guerrilla urbana y, los más buscados, que giran alrededor de la elaboración de cigarritos que producen una hilaridad colosal en quien los fuma. Además, patrocinados por administraciones como ha sucedido en mi Barcelona natal, donde el ayuntamiento llegó a pagar los gastos de luz y agua de uno de ellos o les montó un sindicato a los manteros. De ahí puede salir laureado en demagogia barata e izquierdismo/feminismo/me lo tiro tó, circunstancia que puede permitirle situarse en la vida pública. Porque ahí está la madre del cordero. Una vez pasados esos grados, dijéramos, de formación profesional – excluimos el butrón, la sirla, los tironeros y demás porque forman parte de una profesión más seria, la de ladrón – podrá presentarse bajo las siglas de cualquier barbaridad política incomprensiblemente legal a unas elecciones, salir elegido y no tener que preocuparse nunca más de nada porque en la poltrona no se delinque jamás, si acaso se cambia de parecer, se supera un marco legal fascista o se prioriza la democracia a la ley.
No me dirán que quien no tiene a los hijos bien colocados con este nuevo nicho de mercado será porque no quiere. Bueno, o porque es honrado, pero si vamos a empezar con remilgos mejor lo dejamos estar.

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