La vuelta de vacaciones nos depara un panorama poco halagüeño para la economía española, cuyo crecimiento ya había aflojado claramente en la primavera tras varios trimestres de rebote postcovid. Rebote tardío e insuficiente, porque no ha ido más allá de una recuperación de la significativa caída de 2020, la mayor de los países de nuestro entorno, y aún seguimos en los puestos de cola de los 27 de la UE en crecimiento acumulado, aun siendo el país que más ha aumentado la deuda.
En el entorno, nos encontramos ahora con el petróleo subiendo y con problemas de crecimiento, sobre todo en China y la Unión Europea, esta última en franca desaceleración, que incluso podría acabar en recesión. Aparte de la debacle en la industria se aprecia ya un retroceso del sector servicios en los indicadores conocidos del tercer trimestre, y todo ello no ayuda nada a nuestro comercio exterior. Y, además, nos encontramos con un BCE que ya ha subido los tipos de interés en 425 puntos (desde hace poco más de un año) y también empuja la economía hacia la recesión. El problema es que la inflación, sobre todo en su componente subyacente, se resiste a bajar con la rapidez deseada. Lo que, aparte de propiciar quizás alguna subida adicional de otros 25 puntos, en este mes o más adelante, va a impedir que los tipos bajen durante varios trimestres. En realidad, sólo un fuerte retroceso en la economía alemana o un enfriamiento económico mundial propiciaría bajadas más rápidas.
Cabe recordar que la política económica de los últimos cinco años se ha caracterizado por un enorme nivel de gasto para mantener la actividad y “comprar” votos
En este complicado contexto, en España no se nos ha ocurrido otra cosa que votar en las elecciones de forma que el único gobierno posible sea uno absolutamente inestable y más preocupado por la organización territorial del Estado que por los problemas económicos. Aunque será sólo si Sánchez acepta condiciones que debilitarían al Estado y a nuestra democracia, inasumibles para una mayoría de electores. En un país que necesita ajustes estructurales en las finanzas públicas y reformas que dinamicen la economía y levanten barreras en los mercados, esto es lo peor que podríamos haber hecho.
Todo ello ocurre cuando la UE pone fin a la relajación de las reglas fiscales y vuelve a estar vigente en 2024 el pacto de estabilidad que limita el déficit al 3%. Cabe recordar que la política económica de los últimos cinco años se ha caracterizado por un enorme nivel de gasto -y déficit- (en buena medida, estructural) para mantener la actividad y “comprar” votos. Junto con una inusitada subida de la presión fiscal, donde han destacado la no deflactación de la tarifa progresiva del IRPF y la aprobación de impuestos extraordinarios. Pero, la UE va a asestar ahora un golpe a la táctica del gasto. Y además según el BCE, “se ha recaudado por encima de las posibilidades en algunas economías del euro”. Así que no parece fácil seguir ni con el gasto a mansalva ni con el expolio fiscal.
Cabe recordar, además, que el coste marginal de la nueva deuda pública que se emite ha subido ya, desde tipos negativos hace menos de dos años, a un nivel superior al 3,5% en julio. Y que el coste medio de todo el stock de deuda pública rebasa ya el 2% y seguirá subiendo de forma ininterrumpida durante años, copando así miles de millones más cada año en los presupuestos. Lo que implica que habrá que realizar ajustes adicionales e importantes en el mismo.
Así dejaríamos de estar en manos de alguien que no ha mostrado demasiado acierto en la gestión económica y sí bastante sumisión a los intereses de su jefe
Nada sencillo para un gobierno cogido con alfileres y cuyo punto fuerte es el gasto, endeudando al país. Al frente de la gobernanza económica hemos tenido hasta ahora a la señora Calviño. Que se presenta a presidenta del Banco Europeo de Inversiones. Ojalá salga elegida porque siempre es bueno que haya españoles en un organismo comunitario. Y también porque así dejaríamos de estar en manos de alguien que no ha mostrado demasiado acierto en la gestión económica y sí bastante sumisión a los intereses de su jefe y su partido. Sin embargo, un cambio en la dirección de la economía tampoco supondría ninguna garantía, porque no hay que olvidar aquello de “Otro vendrá que buena te hará”, como solía decir un compañero mío de trabajo respecto a los mandamases.
La primera edición del contubernio conocido como Frankenstein nos colocó entre los colistas de la UE en crecimiento económico
Así que la economía en problemas y aquí estamos distraídos, esperando las cesiones de Sánchez a las barbaridades que sus socios nacionalistas necesarios le exigen para dar su apoyo a la reelección. Limitándonos a los aspectos económicos y financieros, no sé si es peor la condonación de la deuda catalana, que supondría premiar la mala gestión, además de un robo manifiesto al resto de CCAA (salvo que se concretara en una rebaja proporcional para todas). O que nadie le recuerde a Urkullu que lo primero de lo que deberíamos hablar es de calcular bien el cupo y de acabar con las picarescas del IVA en el contexto del concierto. Porque la falta de aportación del País Vasco a la solidaridad con otras regiones es realmente clamorosa.
En fin, si la primera edición del contubernio conocido como Frankenstein nos colocó entre los colistas de la UE en crecimiento económico, qué quieren ustedes. que les diga sobre lo que nos podría deparar la segunda versión. Que, además, es todavía más débil y consta de una miríada de partidos y partidlllos, que exigirán insensateces no solo en la investidura sino en cada medida que haya que aprobar. Todo esto me recuerda a aquello de Witiza, al que se le presentaba un reinado oscuro e incierto. Pues eso es lo que parece haber en el horizonte inmediato.
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