Opinión

La complacencia económica de la izquierda

La complacencia económica de la izquierda
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. Europa Press

Últimamente, el presidente del Gobierno viene celebrando reiteradamente y con sorprendente júbilo la marcha de la economía española. Digo sorprendente, no sólo por la disonancia entre la visión del Gobierno y la realidad de la economía, que luego analizaré brevemente, sino también porque con sus declaraciones comete un error que la potente y tentacular maquinaria electoral de la izquierda solía evitar. Sabían que no era políticamente conveniente jalear las cifras de crecimiento económico cuando coexisten, como es el caso, con elevadas tasas de paro y de pobreza a fin de no irritar a los que sienten que las cosas no les van mejor o no tan bien como sugiere el discurso triunfalista del gobierno.

El error puede haber sido provocado por las tensiones que el presidente está viviendo en las otras esferas de su acción política. También pudiera suceder que el presidente temiera que las acciones e inacciones económicas de su Gobierno acarrearan un desempeño económico peor que el que arrojan los datos. Si este fuera el caso, su alegría estaría espoleada por el alivio y sería comprensible, aunque no por ello dejaría de ser un error manifestarla públicamente.

En cuanto a la realidad económica de España, es innegable que las cifras de crecimiento del PIB en 2023 y las esperadas para 2024 son mayores que las del promedio de países de la UE. Es igualmente innegable, empero, que nuestra tasa de paro sigue siendo mucho más elevada que la de la mayoría de países europeos, casi el doble de la media, y la tasa de pobreza y exclusión social está aumentando en España y bajando en la mayoría de los otros países. Esto obedece a las disfunciones de nuestro mercado de trabajo, acentuadas por las medidas adoptadas por este gobierno en el ámbito de la política laboral y las cotizaciones empresariales a la seguridad social. Así sucede que el aumento de los trabajadores empleados es muy superior al del total de horas trabajadas, que apenas ha variado. Esto implica una reducción de las horas trabajadas por trabajador que en muchos casos es no deseada y entraña una situación de precariedad laboral.

De hecho, la inversión empresarial aún se sitúa por debajo de los registros de 2019. Lo cual, por otra parte, es lo que suele ocurrir cuando el marxismo, aunque sea de baja o media intensidad, se encarama al poder

Por otra parte, a pesar de las mejores cifras de crecimiento económico recientes, la renta per cápita de nuestro país es prácticamente la misma que hace cuatro años. Únicamente tres países, de los 27 de la UE, lo han hecho peor que nosotros en este periodo. Consecuentemente, el PIB per capita de España en poder de compra ha pasado de representar el 92,8% de la media de la UE, inmediatamente antes de la llegada de Sanchez al gobierno, a suponer el 88,6% en la actualidad. El débil avance de la formación de capital, en particular de la inversión empresarial, es una de las causas del estancamiento de las condiciones de vida en nuestro país. De hecho, la inversión empresarial aún se sitúa por debajo de los registros de 2019. Lo cual, por otra parte, es lo que suele ocurrir cuando el marxismo, aunque sea de baja o media intensidad, se encarama al poder. Siempre ha ocurrido en todo momento y lugar, y siempre ocurrirá. Diatribas contra empresarios y contra los beneficios, subidas intensas de impuestos, intervenciones absurdas en los mercados y un sin fin de sinsentidos económicos no configuran precisamente un clima que catapulte la inversión. Por cierto, la política de vivienda, tanto por acción como por omisión, está creando situaciones que recuerdan las vividas en el franquismo de la autarquía, con aquellos anuncios del tipo: “se alquila habitación con derecho a cocina y retrete”.

Se trata de maximizar el número de personas que total o parcialmente viven de lo público y advertir que la llegada al poder de la derecha destrozaría su modus vivendi

En cualquier caso, es lamentable la complacencia y la consiguiente falta de ambición económica de este gobierno. Se ha optado por la redistribución a costa del crecimiento lo que termina siempre perjudicando a los más débiles de la sociedad. La construcción de un proyecto creíble de convergencia con las condiciones de vida de los países más avanzados de la eurozona o al menos con el promedio de estos países debería ser la tarea ineludible de la política económica de nuestro país. Es lamentable la complacencia pero es inevitable por inherente a la naturaleza ideológica de la coalición gobernante. El marxismo de unos y el semimarxismo y las ansias de poder a cualquier precio de otros está completamente reñido con las reformas económicas necesarias para llevar adelante ese proceso de convergencia.

El verdadero programa económico del Gobierno es muy otro. Marx decía que el fin de la economía capitalista era reproducir las condiciones de explotación de los trabajadores y la consiguiente obtención de la máxima plusvalía posible. Mutatis mutandi, se puede decir que el verdadero objetivo económico del Gobierno es reproducir las condiciones de dependencia del presupuesto de amplias capas de la población. Se trata de maximizar el número de personas que total o parcialmente viven de lo público y advertir que la llegada al poder de la derecha destrozaría su modus vivendi. Es difícil predecir cuanto puede durar esta política porque la insostenibilidad de la deuda pública que genera depende de la interacción de varios factores de difícil precisión temporal. Lo que sí se puede afirmar con certeza es que cuanto más dure más infeliz será el final.

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