Opinión

Con Bildu, no

El PSOE debe volver a ser el partido que fue, actor esencial de la Transición, de la Constitución del 78. El partido con vocación de mayoría que nunca cedió su proyecto político a fuerzas indeseables

El martes de la semana pasada, 9 de mayo, los españoles supimos que en las listas electorales de Bildu para el próximo 28 de mayo figuraban 37 condenados por pertenencia a la banda terrorista ETA y otros siete que habían cometido asesinatos, dos de ellos como candidatos de Bildu en la localidad en la que perpetraron sus crímenes.

Nos enteramos gracias al esfuerzo de Covite (Colectivo de Víctimas del Terrorismo), que con un gran trabajo y verificando lista por lista nos mostró la infamia de Bildu. Tenemos que expresar nuestro reconocimiento a ese colectivo, a su presidenta Consuelo Ordoñez, que nos ha permitido conocer el veneno repulsivo introducido en esas listas.

Fueron mal leídas las consecuencias que ese trabajo de Covite tendrían. Algunos, con mirada estrábica, pensaron que la noticia no pasaría de galerna del Cantábrico. Pero levantó una tormenta que dio origen a una tempestad convertida hoy en un tsunami que se lleva por delante todo. Demasiado odio, demasiada sangre, demasiada memoria en aquellas listas vomitivas presentadas por Bildu.

La reacción del Gobierno en estos nueve días ha sido peor que débil, contribuyendo también al incremento del infinito asco que producía la noticia. El silencio, la callada por respuesta, la reacción tratando de expresar que esas listas de Bildu eran legales, las reacciones de sus socios, Podemos o ERC en la misma dirección, no conducían a otro sitio distinto del que incrementar la ofensa.

En esos 37 hay condenas por poner bombas que intentaron asesinar, por formar parte de comandos que mataban, por ser chivatos que seleccionaban a las futuras víctimas

El presidente del Gobierno, después de tres días de guardar silencio sobre este hecho, declaró, en las puertas de la Casa Blanca en Washington, que lo que había hecho Bildu “es legal, pero desde luego no decente”. Hasta ahí llegó.

Ahora que han renunciado a tomar en su caso posesión de su cargo los siete miembros de la lista que habían cometido asesinatos, ¿es tan difícil exigir que los 37 restantes deben estar fuera de esas listas de la infamia? En esos 37 hay condenas por poner bombas que intentaron asesinar, por formar parte de comandos que mataban, por ser chivatos que seleccionaban a las futuras víctimas. ¿Cómo se hace para distinguir entre los que mataban y los demás miembros de la banda terrorista? No, es imposible. Todos forman parte de la misma e idéntica basura.

Y esto va de víctimas del terrorismo, pero también de la ciudadanía española, interpelada por las infames listas de Bildu, heredero del terrorismo etarra, con quien comparte el mismo proyecto totalitario y destructor para el País Vasco. Sí, el terrorismo pasó a sangre y fuego durante más de cuatro décadas al País Vasco en una campaña de exterminio y depuración social. Hoy, el presidente Sr. Sánchez ha normalizado, ha blanqueado a Bildu, en sus cinco años de gobierno. Hay que recordar que Sortu, columna vertebral de Bildu, cuenta en su dirección, aprobada por el 89% de la militancia en enero de 2022, con un tercio de miembros que fueron condenados en su día por vinculación con el terrorismo de ETA.

Se trata de romper todo acuerdo, todo trato, con esos aliados indeseables, que intentan destruir la nación y tumbar nuestro régimen constitucional

Hay que hacer cosas que resultan imprescindibles, sencillamente para que lo que ha sucedido con esas listas electorales no pueda volver a ocurrir. Como la reforma de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG), que tiene un artículo 6º destinado a indicar quiénes son las personas inelegibles. Si esas listas con sus 37 condenados por terrorismo no se renuncian por Bildu, o no se pueden tocar ya, bastará una reforma de ese artículo para evitar que la náusea que estamos viviendo se vuelva a repetir. Lo que sería impensable en cualquier país europeo debe ser también irrealizable en España. Que ni los asesinos terroristas, ni sus colaboradores necesarios, nos vuelvan a ofender como comunidad de ciudadanos libres que somos.

Pero hay algo más que hacer, y no lo hará ya Sánchez, rodeado de indeseables socios parlamentarios: no sólo Bildu, también los golpistas de ERC o los populistas de extrema izquierda de Podemos, hoy ya una fuerza política demediada. Se trata de romper todo acuerdo, todo trato, con esos aliados indeseables, que intentan destruir la nación y tumbar nuestro régimen constitucional. Que nunca el PSOE preste sus votos a Bildu para gobernar ni un solo Ayuntamiento, ni un solo Gobierno, ni en el País Vasco ni en Navarra.

Esa decisión no la tomará Sánchez, calcinado ya por sus hábitos de aprendiz de brujo y pervertido por esas alianzas insoportables. Ha mutado la historia del PSOE, convertido hoy en una fuerza irreconocible, en que se pierde el alma y la razón de ser. Pero sí lo debe hacer el PSOE, sus militantes, sus cuadros, sus líderes regionales, que deben entender que así no se puede proseguir, que el PSOE debe volver a ser el partido que fue, actor esencial de la Transición, de la Constitución del 78. El partido con vocación de mayoría que nunca cedió su proyecto político a fuerzas indeseables.

Lograron para España salir de un pasado tormentoso y suscribir así un “acta de paz”, como define Alfonso Guerra nuestra Constitución

Que recuerden al siempre espléndido Albert Camus, quien al recibir el premio nobel de literatura en 1957, dijo: “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea sea acaso más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan las revoluciones caídas, las técnicas que han caído en la locura, los dioses muertos y las ideologías extenuadas, en la que mediocres poderes pueden hoy destruirlo todo pero no saben convencer, en la que la inteligencia se ha rebajado hasta hacerse la sirvienta del odio y de la opresión, esta generación ha debido restaurar, en sí misma un poco de lo que da la dignidad de vivir y de morir”.

Así fue. Felipe González, Alfonso Guerra, Ramón Rubial, Nicolás Redondo, y tantos y tantos, rehicieron nuestro mundo. Contribuyeron en la Transición a la obra de la Constitución, clave de bóveda de nuestras libertades. Lograron para España salir de un pasado tormentoso y suscribir así un “acta de paz”, como define Alfonso Guerra nuestra Constitución. Así debe ser, esa es la tarea actual: consiste en impedir que nuestro mundo se deshaga.

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