Parlamento de Cataluña. Su presidenta, Laura Borrás, cede la palabra al diputado de Esquerra José Rodríguez, diciendo: “Tiene la palabra en nombre del grupo parlamentario de Esquerra Repelente de Cataluña”. Risas, algazara, miraditas entre los de Junts y, hala, seguimos para bingo. Otra cámara de representación, esta vez el congreso. Sánchez se dirige a Gabriel Rufián como “Señor Abascal”. También aquí se producen risitas, algarabía e incluso vemos a Rufi juntado las manitas como indicando que perdonaba a Su Pedridad el despiste mientras éste se disculpaba por lo que consideraba un “lapsus imperdonable”. Igual con quién debería haberse disculpado es con el político de Vox, que en ocasión memorable calificó a Rufián de Superman en uno de los momentos más divertidos de esta tristísima legislatura.
Lo de Sánchez también tiene miga. Esquerra intenta rebañar el plato y el escándalo de plexiglás llamado Pegasus le ha venido de molde para arrancarle lo que pueda a un presidente de cartón piedra e intenciones nada confesables respecto al sistema democrático emanado de la constitución. Sánchez necesita paz y dar imagen de gobernante serio. Tarde llega, creo, pero el chico lo intenta. Por probar que no quede. Espera como agua de mayo la reunión de la OTAN en España para presentarse como el gran estadista que él y sus cuatro lame botas proclaman y todo lo que suene a barullo le inquieta sobremanera. Bastante tiene con las andaluzas en junio como para que ahora bilduetarras y lazis se le tiren al cuello. Y hete aquí que, en su marasmo mental, le traiciona el pensamiento y llama Abascal a Rufián, que está ahí por lo que vale y es capaz de tragar con lo que sea a cambio de no perder la gabela que le supone cobrar lo que cobra por hacer lo que hace.
Esquerra intenta rebañar el plato y el escándalo de plexiglás llamado Pegasus le ha venido de molde para arrancarle lo que pueda a un presidente de cartón piedra
En ambos casos el subconsciente ha traicionado a sus protagonistas, Borrás y Sánchez. Ambos miran de reojo a los de Junqueras, sin fiarse. Ya se sabe que no hay nadie más experto en detectar traiciones como quien las ha cometido. Borrás encuentra repelente a ERC porque piensa que los republicanos les han robado su cortijo, el de toda la vida, el que Pujol dejó en una deixa a Artur Mas y éste lo malvendió por un rato más en el poder a Junqueras y a los cupaires. Para toda la órbita postconvergente, Esquerra tan odiosa como el constitucionalismo, que no es poco. No hay nada peor para quien cree ser el salvador de la patria que tener competencia. Esquerra les parece repelente porque, al fin y a la postre, todo lo que salga de su microscópico entorno se les antoja perverso, grosero, de baja estofa, poc català, vaya.
Pero como en el momento presente, Esquerra representa un problema para Sánchez, éste va y le adjudica el nombre de lo que más teme, de lo que le preocupa de verdad, de lo que sabe que puede hacerle daño. No confunde a Rufián con Feijoo, con Gamarra, con Arrimadas. La lengua se le trabuca, el cerebro emite la señal de socorro y hete aquí que sale la palabra: Abascal. Es ese el nombre que más miedo le produce al inquilino monclovita, porque sabe que es el único que podría tocarle las meninges electorales de manera seria, especialmente si obtiene unos buenos resultados en Andalucía y teniéndolo, como lo tiene, gobernando en coalición con los populares en Castilla y León y siendo la tercera fuerza de la cámara, cosa que se disimula fingiendo que VOX es algo residual y pasajero, amén de maligno.
Esquerra ha sido rebautizada como repelente y Abascal. ¿Contradicción? Qué va. Lo que pasa es que quienes nos gobiernan aquí y allí gastan un cuajo que p’a qué.
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