Opinión

El contubernio cumple 60

Lo que el régimen, que vivía de mantener encendidos los antagonismos de la guerra, no podía tolerar era que los españoles se reconciliaran

Con sesenta años cumplidos el pasado 6 de junio, el Contubernio de Munich ha sido conmemorado por todo lo alto en el Ateneo de Madrid. El activador de la memoria colectiva, que ha logrado poner en escena el momento en que la Transición se hizo posible, ha sido el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME). Lo ha hecho mediante una mesa redonda en la que pudo escucharse a supervivientes de aquella gran ocasión, así Carlos Bru Purón que habló con el vigor de un treintañero, Julio Jáuregui que compareció en un video, las hijas de Fernando Álvarez de Miranda y de Fernando Baeza, Francisco Aldecoa presidente del CFEME o Fernando Martínez López, secretario de Estado de Memoria Democrática dentro del ministerio de la Presidencia.

Es buen momento de celebrar que alcanzáramos la Constitución, donde todos hemos encontrado nuestro lugar al sol, que desterráramos el cainismo, que proclamáramos la concordia y que acabáramos con el guerracivilismo

Ahora que pretenden proceder a la voladura de la Transición; que quieren convertir ese proceso que nos liberó de la dictadura en la suma de todas las cobardías y traiciones, sin mezcla de bien alguno; ahora que privan de todo mérito a cuantos contribuyeron arriesgándose a que el país saliera del franquismo; ahora que quieren ignorar la situación de partida, cifrada en la promesa de dejar “todo atado y bien atado bajo la guardia fiel de nuestro ejército”, ofrecida por el general Franco en la concentración de los Alféreces Provisionales convocada el 28 de mayo de 1962 en el cerro de Garabitas de la madrileña Casa de Campo, apenas nueve días antes de Munich; ahora que el colega José Antonio Martínez Soler en su libro La prensa libre no fue un regalo muestra las fotos de cómo le dejaron la cara los torturadores de la guardia civil que le secuestraron en el Alto del León el 2 de marzo de 1976; ahora que del otro lado sabemos de modo indeleble cómo la recuperación de las libertades no nos tocó en una tómbola, es buen momento de celebrar que alcanzáramos la Constitución, donde todos hemos encontrado nuestro lugar al sol, que desterráramos el cainismo, que proclamáramos la concordia y que acabáramos con el guerracivilismo.

Momento de reconocer que el “Contubernio de Múnich” fue precisamente cuando la Transición se hizo posible. De cerca, produce asombro el tenor literal de la resolución que aprobaron por unanimidad en Múnich los 118 españoles encuadrados en las fuerzas democráticas de oposición tanto del interior como del exilio pidiendo:

1.- La instauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas que garanticen que el gobierno se basa en el consentimiento de los gobernados.

2.- La efectiva garantía de todos los derechos de la persona, en especial de los de libertad personal y de expresión, con supresión de la censura gubernativa.

3.- El reconocimiento de la personalidad de las distintas comunidades naturales.

4.- El ejercicio de las libertades sindicales sobre bases democráticas y de defensa de los trabajadores de sus derechos fundamentales, entre otros medios por el de la huelga.

5.- La posibilidad de organización de corrientes de opinión y de partidos políticos con el reconocimiento de los derechos de la oposición.

Prudencia política

La resolución, aquí resumida, concluía señalando que el Congreso “tiene la fundada esperanza de que la evolución con arreglo a las anteriores bases permitirá la incorporación de España a Europa, de la que es un elemento esencial; y toma nota de que todos los delegados españoles presentes en el Congreso expresan su firme convencimiento de que la inmensa mayoría de los españoles desean que esa evolución se lleve a cabo de cuando con las normas de la prudencia política, con el ritmo más rápido que las circunstancias permitan, con sinceridad por parte de todos y con el compromiso de renunciar a toda violencia activa o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo”.

La réplica que este comportamiento intachable mereció en El Pardo fue un Decreto-Ley 17/1962 de 8 de junio por el que se suspendía, en todo el territorio nacional y por el plazo de dos años, el artículo 14 del Fuero de los Españoles, que rezaba así: “los españoles tienen derecho a fijar libremente su residencia dentro del territorio nacional”. Lo que el régimen, que vivía de mantener encendidos los antagonismos de la guerra, no podía tolerar era que los españoles se reconciliaran y esos son los atisbos que detectaron en Múnich y de ahí, su reacción radical de ofrecer a los participantes según iban volviendo que optaran por quedar confinados en Fuerteventura o que se quedaran en el exilio. Al nunca más la guerra civil, deberíamos añadir el propósito de cancelar la división que vuelve a escucharse entre España y la antiEspaña. Vale.

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