Cantaba Carlos Cano, allá por la Transición y cuando todos éramos bastante más ingenuos, que la política debía hacerse de una manera que no siempre colocara al poder como único fin. Pobrecillo cantautor. “Política no seas saboría,/ y arrímate un poco al querer/ que no se t´escape la vía/ por esa hería qu´abre el poder. Cano, que muerto sigue siendo el mejor coplero que hemos tenido en los últimos lustros, era un romántico.Y como buen romántico murió joven, y de paso se evitó algunos espectáculos a los que habría puesto letra y música con verdadera gracia y salero. La política es sólo eso, el poder, llegar cuanto antes. Y en eso se parece mucho a la vida. A la nuestra. Hay que ser muy torpe o no saber dónde se está para no asumir que el gusto al poder es inherente a la condición humana.
Una de las cosas que más detesto es la facilidad que tenemos todos para zurrar la badana a los políticos -y a las políticas-, sin reparar en que han salido de los mismo sitios que nosotros. De familias muy parecidas, de pueblos y ciudades como los nuestros, de escuelas y universidades a las que también fuimos. Les marcamos el terreno y nos enfrentamos a su desidia, orgullo, prepotencia, injuria e indolencia para arreglar las cosas, y sin embargo hay que ver lo que se parecen a nosotros. No han llegado de la Luna. La relación con ellos, así en general, recuerda mucho a la que tienen un padre y un hijo que se parecen demasiado y en la que el padre ve en su vástago sus mismos errores, actualizados y seguramente ensanchados.
Y sin embargo hay en ellos algo que los hace originales e intransferibles. Así lo noto cuando observo dos carreras que fueron paralelas, se separaron y ahora se vuelven a juntar. Isabel Díaz Ayuso, esa mujer que en momentos de incertidumbres como los actuales para la Comunidad de Madrid ha sabido salir del cliché de política simplona para mostrar más sensatez que ningún otro dirigente madrileño, y Ángel Garrido, en otros tiempos presidente de la Comunidad Madrid, luego candidato al parlamento europeo, luego directo a la lista de Ciudadanos, luego negociador del futuro gobierno madrileño, y ahora, si hay que hacer caso a lo que se filtra, candidato a consejero de Transportes en el gobierno que va a presidir ¡Isabel Díaz Ayuso! Ignacio Aguado, que será vicepresidente gracias a los votos de Vox le guste más o le guste menos, dice que quiere a Garrido cerca. Blanco y en botella. Pocas consejerías son tan importante como la de Transportes.
La futura presidenta fue viceconsejera de Presidencia en un gobierno regional en el que Garrido ya era consejero
La futura presidenta fue viceconsejera de Presidencia en un gobierno regional en el que Garrido ya era consejero. Garrido, que nunca terminó de digerir que Casado no le diera la opción de optar a la presidencia de la Comunidad, empezó a incomodarse porque el poder se le iba entre los dedos de la mano. La elección de Casado empeoró la situación, y un Garrido balbuciente y confuso termino yéndose a Ciudadanos argumentando que el PP ya no era el que había conocido. Vaya por Dios. ¿Desde cuándo? Pues desde el mismo día que supo que nos iría el candidato.
El expresidente hizo ¡fú!”, como hacen los gatos desconfiados, y se largo no sin antes asegurar su futuro, o sea el camino hacia el poder en otro partido. No era un caso de transfuguismo exactamente, pero raro si. Inquietante, también. La política, las conveniencia y eso tan español de pelillos a la mar harán que tras la Virgen de Agosto los antaño compañeros de partido se vean en la mesa del mismo gobierno. Hay que reconocerles oficio para que los tramites se hagan sin que se rompa la vajilla.
Cuando Garrido anuncio que se iba a Ciudadanos porque el PP era un nido de fachas -se ve que se cayó del caballo la misma noche-, Isabel Díaz Ayuso reaccionó ante la prensa afirmando que esperaba que se cerrara pronto el mercadillo de políticos de segunda mano. Salvo que haya una corrección por quién va a ser presidenta de Madrid, y si se cumple la filtración, al menos uno de sus consejeros será de segunda mano. Mal empezamos. Nadie escucha ya a Carlos Cano. Y la política entre entre nosotros sigue siendo “saboría”. Como hacía tiempo.
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