Mientras Vox tenga el tamaño actual no habrá alternativa a lo que haga Sánchez en España. Ambas partes, el partido de Abascal y el sanchismo, tienen el mismo objetivo. Cuanto más Vox, menos Partido Popular. Por eso desde ambos lados se va a medir a Pablo Casado en cada decisión. Casado acumula reproches incluso cuando calla. También desde dentro de su partido, donde algunos, misteriosamente, han abandonado el voto de silencio que tenían cuando les mandaba Rajoy.
Los resultados de abril y noviembre coinciden en demostrar que el PP aguanta mucho más que el plan de sus rivales. Primero Ciudadanos acarició la sustitución y después Vox dio el empujón, aprovechando el calor de las barricadas en Cataluña y la exhumación del voto nacionalista español tanto como cada metro que se elevaba el helicóptero con la momia de Franco. El PP, soportado por su estructura en todas las provincias, ha aguantado de pie dos cornadas más que sobresalientes. El resultado final es el PP como única alternativa, a medio plazo, al proyecto personal de supervivencia llamado sanchismo asido a Podemos y al independentismo.
En realidad, el PP va a ser el sometido al cordón sanitario que se está trazando alrededor de Vox, un partido que vive del ruido y la exposición permanente. Como dice Eduardo Madina, “el PP es la oposición institucional y Vox la oposición audiovisual”. A quien realmente van a poner a prueba desde la izquierda y el separatismo es al PP, no a Vox. Abascal y compañía sirven de coartada para la formación de gobierno y de todo lo demás que venga a continuación. No van a encontrar mejor excusa. Incluso una reforma de la Constitución, para dividir la soberanía nacional a través de los nuevos estatutos catalán y vasco, será presentada como progresista.
La semana que viene el PP no entrará en el enjuague que están preparando el resto de grupos de la Cámara para que Vox, tercera fuerza política de España, se quede fuera de la Mesa del Congreso
Nunca el supremacismo nacionalista encontró tantas facilidades por la izquierda. El peligro para ese conglomerado que forman el sanchismo, el populismo neocomunista y las élites independentistas es el partido de Casado. Por eso se le vuelve a hacer un cordón sanitario, utilizando en esta ocasión a Vox como pretexto. La semana que viene el PP no entrará en el enjuague que están preparando el resto de grupos de la Cámara para que Vox, tercera fuerza política de España, se quede fuera de la Mesa del Congreso.
Le queda resolver si prestará ayuda a Abascal para conseguirlo, aunque tampoco parece. Guste o no, a Vox les corresponde un puesto, siempre que se cumpla con los mismos usos y costumbres que permitieron, después de las elecciones de abril, darle un asiento en el órgano de Gobierno de la Cámara a un diputado de Podemos partidario del derribo revolucionario de la democracia liberal y de la monarquía parlamentaria de 1978. No obstante, Vox preferiría no tenerlo porque vive del agravio y la excepción.
Lo que queda del partido de Rivera cruzaba la raya, recibiendo el aplauso del PSOE y del partido de Carmena y Errejón
Si el PP se mantiene al margen del potaje tendrá que escuchar el mismo reproche de connivencia con la extrema derecha que al votar en contra de reprobar al portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Ortega Smith. Vox tiene lo que buscaba al romper el consenso contra la violencia machista, y los demás también al estigmatizar de paso al PP por tener criterio propio.
Por lo tanto, no hay novedad en cuanto al cordón sanitario que desde 2002 se ha trazado alrededor del PP de Aznar, Rajoy y ahora de Casado, pero sí con respecto a sus participantes. Mientras el alcalde de Madrid condenaba las palabras del portavoz de Vox y defendía a la vez su derecho a la libertad de expresión, lo que queda del partido de Rivera cruzaba la raya, recibiendo el aplauso del PSOE y del partido de Carmena y Errejón, al votar contra quien les apoyó para formar gobierno tanto en la ciudad como en la Comunidad de Madrid.
Ciudadanos parece arrepentido y a la vez tentado de explorar otros terrenos tras la derrota en su pugna por el centro derecha. Gran parte de su poder territorial se debe a los acuerdos del PP con Vox. Sin los votos de Vox, los concejales de Ciudadanos no estarían ahora dejando solo a un alcalde con el que comparten el Gobierno de la ciudad. Ciudadanos rompió con su aparición el cordón sanitario que el resto de partidos había tejido alrededor del PP, especialmente en Cataluña. Si continúa por otra senda tras la debacle de noviembre acelerará su final y engordará a Vox, que vive precisamente del agravio de verse rodeado de todos los demás. Si se pone en marcha la legislatura sanchista, el PP estará rodeado por dos cordones: el genuino que lleva pegado a la piel y el que le crean a Vox para que Casado no tenga escapatoria ni un solo día.
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