“This too shall pass” -también esto pasará- leo en un papel pegado al teclado del ordenador. Lo puso ahí mi profesora de inglés, una irlandesa que me contó cosas sobre la gran hambruna de 1845 y también sobre lo que debía recordar si lo que buscaba era comunicarme y no solo hablar inglés: ritmo, acentuación y entonación.
“La vida volverá a la normalidad. Las plagas siempre terminan. Y al igual que las plagas, también la esperanza es algo inseparable de la condición humana”.
Así termina el libro Apollo’s arrow: the profound and enduring impact of coronavirus on the way we live -La flecha de Apolo: el profundo y duradero impacto del coronavirus en nuestra forma de vida- de Nicholas Christakis.
Es un libro escrito por un médico, sociólogo, investigador y profesor Sterling -distinción que se otorga a los mejores en su campo- de la Universidad de Yale. Cada una de esas facetas está presente en las páginas de esta historia americana de los primeros meses de la pandemia. El libro fue escrito durante el verano de 2020, Trump era presidente de los Estados Unidos y la vacuna era solo una esperanza. Aún no se ha traducido a mi idioma y, sin embargo, siete meses después, escribo sobre él desde un mundo en el que Biden ocupa la Casa Blanca, se están fabricando varias vacunas distintas con eficacia probada en los ensayos, Israel ya ha administrado 62 dosis por cada cien personas y sus gráficas de contagios comienzan a dibujar la magia del ingenio humano. Como dijo el premio Nobel Joshua Lederberg citado por Christakis: “Cuando nos enfrentamos a los genes microbianos, disponemos principalmente de nuestro ingenio”.
Sobrevivir a una epidemia de grandes dimensiones a menudo cambia la vida de los supervivientes dotándola de un “renovado sentido de propósito y posibilidad”
Es una historia americana pero en lo esencial es también la de todos. Las reseñas y entrevistas se interesan en gran parte por los cambios que la pandemia provocará en nuestra forma de vida. Sobrevivir a una epidemia de grandes dimensiones a menudo cambia la vida de los supervivientes dotándola de un “renovado sentido de propósito y posibilidad”. Confieso que quise el libro en el mismo instante en que leí su predicción sobre un periodo pospandémico lleno de excesos y alegría de vivir. Sin embargo no es por esos vaticinios por los que recordaré este libro.
Recordaré sus denuncias y sus defensas. Con una firmeza y educación que rozan la ingenuidad, dice que muchas autoridades (...) “han difundido desde el principio información que era simplemente falsa desde el punto de vista científico”. Señala que malgastaron gran parte de su credibilidad cuando más necesaria era y confundieron a la población con mensajes tan dudosos como “esta mascarilla es tan valiosa que ha de reservarse para el personal sanitario pero en cualquier caso a ti no te hace falta y no la necesitas”. Que desde el mes de enero había literatura científica sobre la transmisión asintomática -en febrero el propio director de los “Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades” lo anunció públicamente- y, por eso, no hacer test de manera aleatoria a grandes muestras de la población ha sido una decisión desafortunada en aras de controlar el contagio. Critica la politización constante de medidas eficaces para salvar vidas, los riesgos para las libertades, la desprotección con la que trabajaron los sanitarios y las pequeñas y grandes infamias cometidas por el miedo o el deseo de controlar la pandemia.
Emergencia y rutina
Defiende el valor de la ciencia y la importancia del conocimiento experto en aquello que se hace –“lo que para una persona es una emergencia para otra no es más que trabajo rutinario”- y apunta a ambos extremos del espectro político por alimentar años de devaluación y anti-elitismo que han minado la toma de buenas decisiones. Pese a que las encuestas señalan que la mayoría de los ciudadanos confía en la ciencia, Christakis se inclina a pensar que esa confianza llega solo hasta el punto en que los hechos científicos colisionan con nuestras creencias. La división sectaria puede lanzarnos a unos contra otros “como si el virus no fuera ya suficientemente malo”.
Hay libros estupendos que le permitirán entender el comportamiento general de los contagios y los procesos exponenciales. Libros que, como este, le hablarán de historia, estadística o biología y le ayudarán a discriminar la ruidosa información que recibe. En las páginas de Christakis encontrará además humanidad.
“No ya inhumano sino inmoral” que el sistema no haya sido capaz de lograr que los enfermos de covid-19 pudieran despedirse de la vida junto a un ser querido
Su trabajo como médico –“la medicina no es una mera ocupación, sino una profesión”- y su experiencia con la muerte acompañando a moribundos durante la epidemia del SIDA de los años 90 le llevan a considerar “no ya inhumano sino inmoral” que el sistema no haya sido capaz de lograr que los enfermos de covid-19 pudieran despedirse de la vida junto a un ser querido. Esa misma sensibilidad se pone de relieve cuando habla del triaje. Merece la pena leer esos párrafos. Especialmente para aquellos de nosotros que, afortunadamente, no tendremos nunca que enfrentarnos a ese tipo de situaciones.
Explica que aunque el virus no hace distinción entre sus huéspedes, no todos sufren sus efectos en la misma medida: la pandemia no es la causa de las desigualdades pero las pone dolorosamente de manifiesto y nos recuerda que nuestra salud es inseparable de la de nuestros vecinos.
Los patógenos nos han acompañado desde siempre. Características que han propiciado el progreso y nos definen -la sociabilidad o el impulso de aprender y enseñar a otros- han favorecido la propagación de infecciones pero también han sido la clave para superarlas, una y otra vez, a lo largo de nuestra historia evolutiva. Como bien señala el autor, una pandemia no es un evento extraño para la humanidad. Solo es nuevo para nosotros.
Igual que me sucedió con Blueprint, su anterior libro, he finalizado las páginas de Apollo’s arrow reconfortada al constatar que aún quedan personas que combaten el cinismo imperante. Y lo hacen con las mejores armas: la valentía, la humildad y toneladas de conocimiento.
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